Un corazón frío encontró el calor en un niño. Un niño que le
habló del amor de Dios…
Era domingo, nevaba y hacía mucho frío, el niño se puso su
ropa de abrigo y le dijo a su padre:
—Papá, ya estoy listo.
Su padre, un Pastor que solía salir a invitar al encuentro
dominical, le dijo:
—Listo ¿para qué?
—Papá, es hora de salir a repartir las Hojas dominicales.
El papá respondió:
—Hijo, está muy frío afuera y está nevando.
El niño miró sorprendido a su padre y dijo:
—Pero Papá, la gente necesita saber de Dios aún en los
días fríos de nieve.
El Padre le contestó:
—Yo no voy a ir afuera con este tiempo.
Con desespero el niño le preguntó:
—Papá, ¿puedo ir yo solo? ¡Por favor!
Su padre titubeó por un momento:
—Vale, puedes ir. Aquí tienes las Hojas dominicales, pero ten
cuidado.
—¡Gracias papá!
El hijo salió muy contento. El niño de 11 años caminó bajo
la nieve por todas las calles del pueblo, repartiendo las Hojas a las personas
que veía.
Después de dos horas caminando bajo la nieve ya sentía algo de
frío y le quedaba una Hoja por entregar. Se detuvo en una esquina y miró a ver
si veía a alguien para entregarle su última Hoja, pero las calles estaban
totalmente desiertas. Entonces, se dirigió a la puerta de la casa que tenía
delante, tocó el timbre varias veces y esperó, pero nadie salía.
Como nadie contestaba pensó marcharse, pero algo lo detuvo. Volvió
nuevamente a tocar el timbre y a golpear la puerta fuertemente con los
nudillos. Y seguía esperando, porque una fuerza parecía ordenarle que esperara
y que llamara al timbre. Tocó nuevamente el timbre y esta vez la puerta se
abrió suavemente.
Salió una señora con una mirada muy triste y con voz apagada le
preguntó:
—Qué puedo hacer por ti, hijo.
El niño con unos ojos radiantes y una sonrisa que le cortaba
las palabras, le dijo:
—Señora, lo siento si la molesté, pero sólo quiero decirle
que: “Dios realmente la ama” y vine para darle mi último Hoja Dominical, que
habla sobre Dios y su Gran Amor.
El niño le dio la Hoja, y se fue.
Ella solo dijo:
—Gracias, hijo, y que Dios te bendiga.
Pues bien, en la Iglesia, el siguiente domingo por la mañana
el Pastor estaba en el púlpito y cuando comenzó el servicio preguntó:
—¿Alguien tiene un testimonio o algo que quiera compartir?
En la última fila, tímidamente una señora mayor se puso de
pie. Cuando empezó a hablar, una mirada radiante y gloriosa brotaba de sus
ojos:
—Nadie en esta Iglesia me conoce. Nunca he estado aquí,
incluso, todavía el domingo pasado no era cristiana.
Mi esposo murió hace un tiempo atrás dejándome totalmente
sola en este mundo. El domingo pasado fue un día particularmente nevado y frío,
y también lo fue en mi corazón; ese día llegué al final del camino, ya que no
tenía esperanza alguna ni ganas de vivir.
Entonces, cogí una silla y una soga y subí hasta el ático de
mi casa. Amarré y aseguré bien un extremo de la soga a las vigas del techo; me
subí a la silla y puse el otro extremo de la soga alrededor de mi cuello.
Parada en la silla, tan sola y con el corazón frío y destrozado, estaba a punto de tirarme cuando de repente escuché el sonido fuerte del timbre de la puerta. Pero pensé: 'Esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá'.
Yo esperé y esperé, pero el timbre de la puerta cada vez era
más insistente y luego la persona comenzó a golpear la puerta con fuerza, y me
pregunté: ¿Quién podrá ser? Jamás, nadie toca a mí puerta ni viene a verme.
Solté la soga de mi cuello y fui hasta la puerta, mientras el
timbre seguía sonando cada vez con mayor insistencia. Cuando abrí la puerta no
podía creer lo que veían mis ojos. Frente a mi puerta estaba el más radiante y
angelical niño que jamás había visto.
Su sonrisa ¡nunca podré describirla! Las palabras que
salieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hacía tanto tiempo,
volviera a la vida cuando dijo con voz de querubín: 'Señora, sólo quiero decirle que Dios
realmente la ama’.
Cuando el pequeño ángel desapareció entre la nieve, cerré mi
puerta y leí cada palabra de la Hoja que me entregó. Entonces fui al ático para
quitar la silla y la soga. Ya no quería hacer lo que momentos antes tenía
intención hacer. En ese momento me di
cuenta de que alguien me quería y que yo no estaba sola. Por fin me he dado
cuenta de que el frío de mi corazón era porque no sentía amor, y ahora siento amor
y tengo a quién amar.
Y, como la dirección de la iglesia estaba en la Hoja, he venido
personalmente a darle las Gracias a ese pequeño ángel de Dios, que llegó justo
a tiempo y de hecho, ha rescatado mi vida de una eternidad en el infierno.
Cuando la Señora terminó su relato, en la Iglesia todos lloraban.
El Pastor bajó del púlpito hasta el primer banco donde estaba
sentado el pequeño ángel; tomó a su hijo en sus brazos y lloró
incontrolablemente.
Probablemente la Iglesia no volvió a tener un momento más
glorioso…
Lucas 18,27: Él les
dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
Recuerda, el mensaje de Dios puede hacer una gran diferencia
en la vida de alguien cerca de ti.
Fotografía: Internet
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