El precio del pensar es pensar bien... Alain.
El arte de pensar... Pensar bien, tener un mayor control sobre
el flujo de nuestros pensamientos es invertir en calidad de vida. Porque quien
controla el rumor de la negatividad es capaz de influir directamente sobre sus
emociones. Quien piensa y siente bien mejora su bienestar, y eso influye en su comportamiento, en su
organismo e incluso en su propia salud. Al fin y al cabo, la felicidad parte de
lo que ocurre dentro de nosotros, no fuera.
A pesar de que todos tengamos claros estos principios, en
nuestro día a día sigue pesando en exceso esa voz crítica y amante de la
negatividad. Es ella la que nos recuerda los fallos del ayer, dice la
psicóloga, Valeria Sabater. Es esa presencia la que tira de nosotros para
llevarnos al umbral de la ansiedad, anticipándonos lo que puede o no puede
ocurrir si no hacemos esto o lo otro. Lejos de desesperarnos por este estilo de
pensamiento que a menudo nos caracteriza, vale la pena tener claro un aspecto, que yo soy dueña de mis pensamientos y mis pensamientos los voy a enfocar en descubrir lo mejor que hay en mí.
Ningún pesimista ha descubierto nunca el secreto de las
estrellas o abierto la esperanza a otro ser humano. -Hellen Keller-
Los neurocientíficos nos recuerdan que el cerebro humano está
programado para centrarse en lo negativo. No es una maldición ni un castigo
impreso en nuestro ADN. Es nuestro mecanismo de supervivencia. Al anticipar los
peligros (aunque estos no sean reales) preparamos a nuestro organismo para
defendernos de ellos. Dimensiones como la preocupación, la inquietud o la
ansiedad liberan al instante diversas sustancias químicas como el cortisol,
para permitirnos estar siempre “alerta”.
Por otro lado, algo que nos señalan también los
neuropsicólogos es que los pensamientos negativos actúan como el humo del
tabaco. No solo impactan sobre nuestra salud y bienestar, a menudo, quedan
impresos en nuestros entornos, afectando a nuestras familias, amigos,
compañeros de trabajo, Porque el cerebro de quien nos escucha también cambia,
también acaba sintiéndose nervioso e irritable.
Pensar bien para entrenar a tu cerebro hacia el bienestar. Barbara Fredrickson es una conocida científica de la Universidad de Stanford, famosa por sus estudios sobre psicología positiva. Tal y como nos explica en sus trabajos, superar el sesgo de la negatividad es un reto que, al conseguirlo, se transforma en una inversión rentable. Más que un arte, pensar bien es el resultado de un entrenamiento continuado con el cual cambiar la programación de “fábrica” de nuestro cerebro.
Como ya sabemos, la inclinación natural de nuestra mente es focalizarnos en lo negativo para garantizar nuestra supervivencia. Por tanto, debemos ser capaces de incluir en nosotros otro plan de ruta, otro programa más sofisticado con el cual invertir no solo en evitar riesgos, sino también en bienestar, en felicidad. Al fin y al cabo, un buen pensamiento genera claridad, equilibrio y dirección. Es dejar de perdernos en las marismas del miedo para ser más proactivos, más seguros de nosotros mismos y para estar fuertes frente a los manipuladores, que no queriendo asumir sus actos, ven 'ego' en la persona que no pueden doblegar a voluntad.
Por tanto, hay que aprender a pensar mejor, invirtamos en
calidad de vida centrando el estilo de nuestros pensamientos. ¿Cómo? Entrenando la capacidad de tu cerebro para
trabajar con información positiva. Hay que aprender a pensar bien, a pensar en
positivo a pesar de las tragedias, las dificultades y las zancadillas, eso no quiere decir que yo necesite comprender ciertas actitudes ajenas que influyen en mi bienestar, pero yo soy yo, a pesar de los pesares...
Daniel Goleman nos recuerda en su libro “Focus” la
importancia de entrenar nuestra atención. Debemos verla casi como un músculo,
una entidad que poner a nuestro servicio, y no al servicio de una mente
errática. El objetivo es que este proceso psicológico básico, esté más
controlado por nosotros que por los estímulos externos o un pensamiento
anárquico.
Como curiosidad, cabe recordar que el circuito del
pensamiento se extiende a lo largo del giro cingulado posterior y el córtex
prefrontal medial. Nuestros razonamientos fluyen a través de estas estructuras
cerebrales. En ocasiones, esa carretera de células, conexiones y neuronas está
tan hiperactiva, que es difícil tener un control sobre ella. Al poco aparece el
agotamiento, el estrés, la apatía, la negatividad; pues, he aquí el arte de pensar, en esos momentos antes de sumirme en el agotamiento debo tomar las riendas de mis pensamientos para llevarlos al terreno positivo.
Un modo de tener control sobre el pensamiento es controlando nuestra atención. Para lograrlo, nada mejor que “desconectar” ese flujo de pensamientos. Intentemos durante 10 ó 5 minutos, no pensar en nada. Imaginar la superficie de un lago silenciosa y lisa como un espejo. Todo es equilibrio, no hay sonidos. Solo calma. Una vez logremos silenciar el rumor de pensamientos, centraremos nuestra atención en lo que nos envuelve. En el momento presente, en mi ser y en quién soy, y en quien quiero ser.
Pensar bien exige tener un propósito. La negatividad y todo ese rumor de pensamientos invalidantes es como un ciclón sin rumbo que todo lo atrapa. Por tanto, para romper con ese sesgo mental improductivo es necesario definir nuestro propósito. Y, aunque las circunstancias sean adversas; quiero sentirme bien y estar bien conmigo misma, quiero tener calma, quiero poder superar las dificultades, quiero lograr mis objetivos, quiero sonreír e ilusionarme, porque tengo que vivir la vida de mi existencia.
Todas esas metas tienen una direccionalidad, un sentido
claro. Así, y una vez tengamos nuestra atención focalizada en el momento
presente, lo que haremos es enunciar uno por uno todos nuestros propósitos con
convencimiento. La fijación de objetivos es clave de bienestar, es dar sentido
a la vida, es ilusionarnos y dejar que esas emociones positivas influyan en
nuestra conducta.
Pensar bien no solo requiere de un buen enfoque, de una adecuada atención, propósito y voluntad. Requiere a su vez extender redes en nuestro cerebro para recordarle la importancia de trabajar con información positiva. Quiere decir básicamente que, en ocasiones, aunque nos digamos aquello de “tengo un objetivo que cumplir” nuestra mente, a veces, sigue posicionada en mecanismos antiguos, en rutas de acción negativas e invalidantes.
Para trabajar con información positiva hay que derribar nuestras actitudes limitantes. Asimismo, hay que dar forma a un yo más relajado, abierto a la verdad, a la experiencia y optimista. Debemos dejar a un lado los errores del ayer para ver las oportunidades del presente, sin pretender borrar tus errores cargándolos en otra espalda, tus errores son tuyos y de ellos darás cuenta.
Ahora que sí, nuestras actuaciones son conforme a un comportamiento ético y moral, en consonancia con las enseñanzas de unos padres cristianos, no habría porque estar buscando recursos para que nuestra conciencia se sosiegue y no chillen ni atormenten los pensamientos. Vivir alocadamente con el tiempo pesa. No hay nada como tener una vida digna, sin nada que ocultar, y de la que te puedas sentir orgullosa.
La vida es cambio. El crecimiento es opcional. Elige de forma inteligente. Sabemos que pensar bien nos permite, sin duda, vivir mejor y disfrutar de un adecuado equilibrio interior. Ahora bien, el 'buen pensamiento' exige a su vez un profundo trabajo personal. Debemos reconciliarnos con nuestro 'yo' presente para sentirnos merecedores de algo mejor. Solo así nuestro 'yo' futuro se consolidará como alguien más fuerte, creativo y amable consigo mismo.
Lo que nuestra mente es capaz de idear, seguramente podrá
hacerse realidad. Eso dependerá del esfuerzo que hagamos para lograrlo, porque
la vida se trata de un transcurrir evolutivo donde, por supuesto, ocurren
cambios, pero el crecimiento personal es una decisión propia de cada ser y
decidir crecer es una elección muy inteligente. Lo que no es inteligente, es dejarse llevar de gente incapaces de crear ambientes sanos, porque están bloqueados por la rabia de su pasado y la envidia a la luciérnaga.
Un hombre que no piensa por sí mismo, no piensa e absoluto. Oscar Wilde.
Sabemos que la vida de las personas está llena de vivencias y experiencias que van desarrollando habilidades para enfrentar las adversidades. El hecho de superar dichas adversidades es lo que nos da la verdadera felicidad, y en algún momento de nuestra vida nos tocará vivir situaciones muy difíciles, de las cuales obtendremos el mejor aprendizaje. Es ese nuevo aprendizaje lo que nos ayudará a avanzar de una manera más segura. Mi vida me toca vivirla a mí. Mi vida está llena de mis acciones, por tanto, las acciones de otros no me tienen porque afectar. Yo tengo que ser fiel a mí misma. Yo soy mi esencia emanada de mis valores que son el fundamento de mis principios, unos principios que rigen mi ser, mi mente y mi corazón.
Pensar con el corazón sentir con la mente. Pensar y sentir, eso es vivir...
Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizás esa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen. Henry Ford.
Pienso, luego existo. René Descartes.
Fotografía: geralt
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