¡Qué decepción!
¿Eres de los que da mucho y recibe poco?
Todos alguna vez tenemos esa sensación.
Quizás, tú también.
Y aquí caben varias explicaciones:
¿Eres de los que da mucho y recibe poco?
Todos alguna vez tenemos esa sensación.
Quizás, tú también.
Y aquí caben varias explicaciones:
Que estés volcando tu generosidad en algún caradura.
Que no estés dando todo lo que tú piensas que das.
Que no te des cuenta de lo que en realidad recibes a cambio.
Quedémonos con la última, porque enlaza muy bien con los beneficios de la actitud generosa que ya comentamos. Entre los más inmediatos, está que, usualmente, te sientes bien contigo mismo cuando brindas tu ayuda a otra persona. Pero hay otra serie de beneficios que no son perceptibles a corto plazo. Y, quizás por eso, pienses que tu generosidad no es correspondida.
Por ejemplo, cuando tú acostumbras a ser generoso en tus relaciones, estas van haciéndose más fuerte en vínculos que ramifica y da sentido a acciones que humanizan... Y luego está el efecto expansivo de la generosidad. Quizás haya alguien hablándole a un tercero del favor que le hiciste y dedicándote elogios a tus espaldas, sin que, obviamente, tú te des cuenta. Como tampoco te das cuenta de que esa tercera persona (que no te conoce) ya tiene una impresión favorable de ti.
Conclusión: Lo que obtienes con tu actitud no siempre es fácilmente detectable y visible al instante. Luego, quizás estés recibiendo más de lo que crees. ¿Y qué pasa con los caraduras? Me temo que esto lo vamos a tener que aceptar tal cual, sin drama.
¿Hay personas que piden y se llevan todo lo que pueden sin dar nada a los demás? Pues, sí. Así es la vida. Lo bueno es que estos caraduras son fácilmente reconocibles, precisamente por ser los que más piden. Si les das, no esperes nada ni pierdas tu tiempo sintiéndote mal. ¿Para qué? Eso, sí. Si puedes, intenta relacionarte más con personas que tú observes que son generosas.
Presta atención, porque a tus amigos los eliges tú. Y, teniendo en cuenta lo anterior, no te preocupes demasiado haciendo balance de lo que das y lo que recibes, porque esto no funciona como las matemáticas y los números no van a cuadrar a la perfección. Da porque te apetece; porque te da la gana, y no pienses en lo que recibirás a cambio, que unas veces será más y otras, menos. No hay nada como sentirte bien haciendo bien.
Lo que puedes dar por bastante probable es de que la sociedad te devolverá lo que siembres, aunque sea a largo plazo y no llegues a darte cuenta de ello. De lo que sí te darás cuenta es, que vives con el corazón henchido, entre más ayudas, más te llenas...
Como algo personal: Haz el bien sin mirar a quién... Una persona generosa experimenta el placer de dar y compartir con lo demás sin esperar nada a cambio.
Hippolite de Livry, dijo: La generosidad no necesita recompensa; se paga por sí misma.
Por ejemplo, cuando tú acostumbras a ser generoso en tus relaciones, estas van haciéndose más fuerte en vínculos que ramifica y da sentido a acciones que humanizan... Y luego está el efecto expansivo de la generosidad. Quizás haya alguien hablándole a un tercero del favor que le hiciste y dedicándote elogios a tus espaldas, sin que, obviamente, tú te des cuenta. Como tampoco te das cuenta de que esa tercera persona (que no te conoce) ya tiene una impresión favorable de ti.
Conclusión: Lo que obtienes con tu actitud no siempre es fácilmente detectable y visible al instante. Luego, quizás estés recibiendo más de lo que crees. ¿Y qué pasa con los caraduras? Me temo que esto lo vamos a tener que aceptar tal cual, sin drama.
¿Hay personas que piden y se llevan todo lo que pueden sin dar nada a los demás? Pues, sí. Así es la vida. Lo bueno es que estos caraduras son fácilmente reconocibles, precisamente por ser los que más piden. Si les das, no esperes nada ni pierdas tu tiempo sintiéndote mal. ¿Para qué? Eso, sí. Si puedes, intenta relacionarte más con personas que tú observes que son generosas.
Presta atención, porque a tus amigos los eliges tú. Y, teniendo en cuenta lo anterior, no te preocupes demasiado haciendo balance de lo que das y lo que recibes, porque esto no funciona como las matemáticas y los números no van a cuadrar a la perfección. Da porque te apetece; porque te da la gana, y no pienses en lo que recibirás a cambio, que unas veces será más y otras, menos. No hay nada como sentirte bien haciendo bien.
Lo que puedes dar por bastante probable es de que la sociedad te devolverá lo que siembres, aunque sea a largo plazo y no llegues a darte cuenta de ello. De lo que sí te darás cuenta es, que vives con el corazón henchido, entre más ayudas, más te llenas...
Como algo personal: Haz el bien sin mirar a quién... Una persona generosa experimenta el placer de dar y compartir con lo demás sin esperar nada a cambio.
Hippolite de Livry, dijo: La generosidad no necesita recompensa; se paga por sí misma.
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