sábado, 29 de junio de 2019

Poner límites


En la vida, por desgracia, nos podemos tropezar con gente complicada y enredadora, y pueden estar en nuestra entorno más cercano y no es fácil vivir con cierto tipo de personas... ¡Poner límites! Eso nos dice la psicóloga, Valeria Sabater, para lidiar con personas tóxicas y avasalladoras: 

La forma en la que manejan las personas inteligentes a las personas tóxicas dice mucho de sus habilidades psicológicas. No se dejan avasallar, saben poner límites y son conscientes del impacto que esas dinámicas desgastantes tienen en la propia salud. Así, uno de los mejores regalos que podemos hacernos es aprender a neutralizar y gestionar todas las estrategias que aplica este tipo de perfil. 

Algunos sociólogos y expertos en psicología social se aventuran a decir que vivimos en tiempos con un grado alto de toxicidad. Somos conscientes de que nos hemos acostumbrado a escuchar con exceso este término y que a veces no sabemos dónde está el límite. Ahora bien, si hay algo que está claro es que vivimos un momento marcado por la inestabilidad y la incertidumbre y todo ello se impregna en muchos de nuestros contextos cotidianos.

Las personas tóxicas no solo lesionan a los demás emocionalmente, también son una amenaza para la salud. Asimismo, algo que se ve con frecuencia es el hecho de que cuando el comportamiento tóxico se arraiga en un entorno, la mayoría de sus miembros acaban aplicando conductas dañinas y cínicas. Tanto es así que, tal y como nos revelan diversos estudios, si hay un escenario donde abunda el comportamiento tóxico es en el trabajo. Sobre todo, en aquellos entornos laborales donde la productividad es clave. Es ahí donde aparece la desconfianza, la competición, las envidias, la frustración y esos daños personales que atentan a todo el bienestar sistémico de la organización. 

Ahora bien, tal y como sabemos, tampoco faltan ese tipo de presencias en el ámbito familiar. Personas que por su personalidad y carácter particular despliegan conductas dañinas que dificultan la convivencia; puede ser que un hijo no respete a sus padres, un hermano envidioso, padres severos, parejas controladoras... en cualquiera de los casos, el impacto y el desgaste son devastadores porque se le añade un componente emocional al vínculo de cercanía. 

¿Cómo manejan las personas inteligentes a las personas tóxicas? La forma en que manejan las personas inteligentes a las personas tóxicas responde a una serie de factores:
El primero es la asunción simple y evidente de que todo comportamiento tóxico carece de lógica. Entender esto nos ayudará mucho. Lo hará porque dejaremos de dar tanta relevancia a una serie de actos y palabras que carecen de sentido, ahí donde se busca casi de forma exclusiva proyectar el malestar, la frustración y las emociones negativas sobre alguien. 
En segundo lugar, hay un aspecto que no podemos dejar de lado. Tal y como reveló un trabajo del Departamento de Psicología Clínica y Biológica de la Universidad Friedrich Schiller, en Alemania, la exposición continua a esta serie de dinámicas afecta a nuestra salud cerebral. Experimentamos mayor estrés, ansiedad, agotamiento y problemas para concentrarnos y pensar con claridad. Tener claro este detalle desde un principio nos animará a establecer adecuados límites.

Veamos por tanto cómo manejan las personas inteligentes a las personas tóxicas a través de las siguientes claves que nos enfocan en las soluciones no en los problemas. Cuando en nuestro entorno habita una persona tóxica vivimos en constante amenaza, es como ver a diario la aleta de un tiburón rondando a nuestro alrededor y despierta nuestra alerta y de algún modo, nos preocupamos más por su presencia, por aquello que dice, no dice, hace o no hace que en aplicar estrategias para que esa presencia no nos afecte tanto. 

Las personas inteligentes se orientan más en buscar soluciones que en centrarse en el comportamiento tóxico. En cuanto algo les inquieta o les molesta reaccionan al instante y estudia las estrategias para poner límites lo antes posible. Sabemos que hay que tener una buena capacidad de respuesta, sin embargo, ¿qué tipo de acción es la que debemos emprender para frenar el comportamiento tóxico? Bien, lo que debemos saber es que en estos casos no siempre vale la huida o nos es posible poner distancia. Hay que poner límites, barreras de protección. Para ello hay que dejarle claro a la persona en cuestión que sus actos tienen consecuencias. Que no todo es permisible, que ciertas conductas duelen y crean malos entornos. Debemos dejarles claro de forma temprana cuáles son nuestras líneas rojas, esas que no vamos a permitir que sobrepasen. 

Un adecuado control emocional nos hace ser plenamente conscientes de nuestros estados emocionales. Si experimentamos desgaste o agotamiento psicológico hay que gestionar esa situación. Lo primero, entender que nadie tiene por qué arrebatarnos la alegría o la calma. Lo segundo, no dar excesiva relevancia en nuestra vida a quien sencillamente no se gana su puesto en ella. Y, puesto que a veces no es posible poner distancia física lo mejor es poner distancia emocional, abrir nuestro paraguas y protegernos. 

La empatía cognitiva ante la persona tóxica. Aplicar una empatía cognitiva siempre será más preferible a la empatía emocional en estos casos. ¿Qué queremos decir con ello? Sencillamente que es muy recomendable ser capaces de entender por lo que puede estar pasando la persona tóxica. Tal vez tras ese rostro y esas dinámicas agotadoras haya un perfil con una depresión encubierta. Alguien con baja autoestima o con problemas personales o de identidad comparativa. 

La empatía cognitiva nos permite comprender realidades ajenas sin impregnarnos de sus emociones. Y esto último es sin duda altamente recomendable. Una estrategia que define al modo en que manejan las personas inteligentes a las personas tóxicas. 

Cuidan de su salud y bienestar. Podemos tener a una o varias personas tóxicas a nuestro alrededor. Podemos incluso manejarlas con efectividad, sin embargo, hay algo que no hay que perder de vista ni un solo día: la propia salud. De ahí que debamos dar prioridad a nuestra alimentación, tiempos de descanso y ocio. 

Aprender a desconectar y a no pensar en estos perfiles psicológicos no permitirá ganar en calidad de vida. Queda claro que cuesta bastante, ya que hablamos de personas expertas en poner zancadilla. No obstante, seamos esas personas inteligentes que saben vivir, también, por encima de estas circunstancias. 

Se obtiene lo que se tolera. Los límites son una parte de nuestro autocuidado. Son saludables, normales y necesarios. Los generosos establecen límites porque los egoístas rara vez lo hacen. Cuando no somos capaces de poner límites y exigir responsabilidades, nos sentimos utilizados y maltratados. Digamos lo que tengamos que decir, podemos decirlo suavemente, pero con firmeza, hablando con el corazón. Hay personas que no aceptan las críticas o los consejos, van por la vida aceleradas y no saben parar, van empujadas por el egoísmo, la envida o la sinrazón, por eso es necesario decirles que su actitud no le lleva a ninguna parte más que a sentirse inútiles y frustradas; les guste o no les guste hay decirles las verdades. Los límites nos definen, definen lo que somos y lo que no somos. Un límite me muestra dónde termina y dónde comienza la otra persona. 

Fotografía: Antranias

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