En una montaña de la India vivía un hombre que tenía una estatua, obra de un viejo maestro escultor. La había dejado tirada en el suelo en un rincón de su cabaña y no se preocupaba nada por ella. Un día pasó por aquel paraje un señor que iba hacia la ciudad. Como era un hombre culto, cuando vio la estatua preguntó a su propietario si estaba dispuesto a vendérsela, a lo que éste riendo, le dijo:
—¿Me está diciendo que quiere comprar ese trozo de piedra sucia y descolorida?
Y el hombre de la ciudad le respondió:
—Le doy por ella esta moneda de plata.
Cerraron el trato y los dos quedaron satisfechos.
La estatua fue transportada a la ciudad a lomos de un elefante. Al cabo de unos cuantos meses el hombre de la montaña bajó a la ciudad. Mientras andaba por la calle vio que mucha gente se quedaba parada delante de un edificio, a la puerta del cual un hombre gritaba:
—¡Pasen a ver la estatua más bella y maravillosa del mundo! Sólo dos monedas de plata por admirar la obra de arte de un gran maestro.
El hombre de la montaña llevado por la curiosidad pagó las dos monedas de plata y entró en el museo, donde contempló la estatua que él mismo había vendido por sólo una moneda.
Esto nos muestra que muchas veces no nos damos cuenta de que poseemos un gran tesoro... y lo buscamos fuera.
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