viernes, 7 de junio de 2019

Crecer en el dolor

El dolor, las dudas, la incertidumbre, los conflictos, las pérdidas y los errores también son grandes maestros de vida, y son necesarios para que podamos comprender las cosas en su verdadera magnitud.
Las lágrimas pueden ser saladas y escuecen en las heridas, pero también tienen el poder de limpiar nuestros ojos para permitirnos ver el mundo con mayor claridad.
Solo cuando hemos sufrido podemos entender que el mundo es hermoso y que hay cosas por las que vale la pena luchar, y podemos entender que el camino no es demasiado largo ni penoso si el destino vale la pena. 
Después de haber sufrido comprendemos que todo es relativo y podremos ver el mundo bajo una luz nueva, dejamos de ser un pequeño vaso para convertirnos en un lago. De hecho, las personas que no han tenido una vida fácil se han visto obligadas a recorrer los caminos más complicados que existen, los de ellas mismas.
Estas personas han tenido que mirar dentro de sí misma para comprender sus emociones, cuando debían tomar decisiones difíciles y seguir adelante. En ese proceso han encontrado su verdadero “yo” y han crecido. En el miedo han aprendido a no temer y en el dolor han aprendido a lidiar con el sufrimiento.
Esas enseñanzas son cicatrices de guerra que serán como migas de pan que les indiquen el camino la próxima vez que deban enfrentarse a obstáculos similares. Porque al mirar atrás habrán aprendido la lección más valiosa de todas: nada es permanente, todo pasa... 
Esto implica que, aunque no debemos buscar de forma masoquista el dolor, tampoco es necesario huir de este ni intentar esconderlo porque siempre tiene una lección que enseñarnos. El dolor nos hace más humanos, más sabios y nos permite crecer.

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