miércoles, 5 de junio de 2019

Madurar...

Maduramos con los daños, no con los años...
Envejecer es inevitable, pero ello no implica que hayamos madurado. No es el tiempo lo que nos hace cambiar nuestra perspectiva y crecer como personas sino las experiencias que hemos vivido, porque cuando se trata del camino de la vida, a menudo lo importante no son los logros que alcanzamos, sino la persona en la que nos hemos convertido mientras tomábamos nuestras decisiones. 
De hecho, durante décadas se pensó que la vejez era una etapa de pérdidas. Hoy sabemos que, al igual que el resto de las fases de nuestra vida, durante la vejez perdemos algunas habilidades pero ganamos otras; por ejemplo, nuestra inteligencia pasa a ser cristalizada, lo cual significa que se basa más en las experiencias y habilidades que hemos adquirido a lo largo de la vida. También somos más prudentes, pacientes, empáticos, comprensivos y mucho más inteligentes emocionalmente. 
Sin embargo, no es el paso del tiempo quien nos dota de estos dones, son las experiencias que hemos vivido, las situaciones difíciles que hemos tenido que afrontar y los conflictos que hemos resuelto. Por eso, también hay personas jóvenes que tienen una gran madurez y muestran una gran resiliencia, mientras que algunos adultos continúan teniendo un pensamiento infantilizado plagado de estereotipos. 
No es el tiempo lo que nos hace comprender que debemos aprender de nuestros errores y fracasos, son los daños que hemos sufrido los que nos impulsan a renovar nuestro espíritu. Y es que salir heridos de las batallas de la vida nos enseña que hay mil causas que nos pueden hacer sufrir, pero hay mil y una razones para recomponerse y seguir adelante.

No hay comentarios :

Publicar un comentario