sábado, 20 de septiembre de 2014

Subsistir en la pobreza

Una señora pide en la calle.

Es increíble pero cierto y no es ciencia ficción. En la actualidad se invierte dinerales en la conquista de otros planetas, y se habla de viajes planetarios y de la posibilidad de comprarnos una parcelita en Marte, y yo me pregunto: ¿Por qué en esta Tierra nuestra, llena de miseria y de desigualdades no se esfuerzan por acabar con el dolor y sufrimiento de miles de millones de personas que pasan hambre y carecen de lo básico para vivir, antes de estar pensando en ocupar otros planetas?

Hubo un tiempo en que la pobreza era propia de una época, por el estancamiento y el poco avance evolutivo, pero se vislumbraba la esperanza. Hoy, tras los avances evolutivos sigue existiendo la pobreza, pero hoy la pobreza es creada, es una pobreza más pobre porque es excluyente y marginal. Una pobreza sin esperanza que te atrapa y de la que no te puedes librar, porque te hace presa de sus fauces.

Es de vergüenza que a día de hoy, todavía, la pobreza sea la mayor lacra mundial. Cuando hablamos de pobreza enseguida pensamos en pueblos de África y muchos otros lugares denominados del tercer mundo, como asumiendo que allí la pobreza es propia del lugar, sin embargo, la pobreza se muestra en calles y plazas de las ciudades más ricas del mundo.
Por ejemplo, cerca de Wall Streest, entre los rascacielos de Manhattan, existen más de 4 millones de personas que carecen de los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas tales como la alimentación, vivienda, educación, sanidad, etc.

No es la situación socioeconómica de un país la que lleva a la pobreza a su población, son las políticas capitalistas las que crean sangrantes desigualdades, arrastrando a los que no pueden vivir sobre sus posibilidades a padecer situaciones límites. El capitalismo devora a los que no les sigue el paso: son empujados fuera del sistema y obligados a soportar condiciones infrahumanas.

La pobreza es un problema creciente y la miseria urbana se ha convertido en una amenaza para Nueva York. No nos cabe en la cabeza que en el país más rico del mundo, EE.UU., solo en esa ciudad, entre tanta riqueza y opulencia, vagabundeen millones de pobres fruto de la exclusión social y la marginación.

Hace unos días los titulares de prensa informaban de que en EE.UU. la pobreza es un problema latente con cerca de 46 millones de personas que viven bajo el umbral de la pobreza y, al parecer, el gobierno del país no se distingue precisamente por su generosidad para con sus pobres.

Parece un sin sentido que en una de las ciudades más ricas del mundo, en un marco deslumbrante de esplendor urbano, la miseria social no para de crecer. Es escalofriante tomar conciencia de la situación real de tanta vida humana que como equipaje porta un cartón para reposar sus huesos bajo el cielo raso y sin nada que echarse a la boca más que lo que encuentra en contenedores de basura.

Pero eso pasa allí, allá y acá. Sabemos que en nuestro país la pobreza castiga fuertemente, pero creemos que ignorándola se hace invisible, y si no la vemos, no se despierta la conciencia acomodada de los alegres ‘bien comidos’. Lo curioso es que la pobreza se puede medir según diferentes índices. Lo que está claro es que la pobreza siempre castiga a los más débiles e incide de manera especial en sectores de la población como la infancia, la mujer y en los ancianos.

La pobreza es el rostro más lacerante de todos los países. He hablado de la pobreza en el país más rico de la tierra. Ahora voy a hablarles del país más pobre del planeta: Níger, a pesar de ser el cuarto productor mundial de uranio y el primero de África. Las minas se encuentran al norte del país y esta ingente riqueza mineral es explotada por una empresa francesa que anualmente tan sólo reporta al país un 5% en tasas de producción.

En Níger, la falta de lluvias, la desnutrición y la malaria se cobran cada año miles de vida. En ese país africano está el corazón de la pobreza y se dice que allí la pobreza se respira. Por la escasez de alimentos la población sufre de desnutrición severa, especialmente los niños, y tras el hambre todos los demás males.

Cuentan que Níger lidera dos estadísticas inquietantes. Es el país más pobre del mundo y, al mismo tiempo, tiene la tasa de fecundidad más alta.
Como allí la frontera entre la vida y la muerte es una línea muy fina por la que transitan los más vulnerables, o sea, los niños, las mujeres traen muchos hijos, seguras de que la muerte los acecha y esperando que algunos se libren de ella.

Médicos sin Fronteras trabaja incansablemente por salvar vidas, vidas que se apagan lentamente porque la desnutrición no actúa sola. Es causa y consecuencia, y siempre va acompañada de los males derivados del hambre.

En todos los países podemos encontrar la cara del hambre tras rostros de tristeza de personas que viven en la intemperie y se sienten abandonados y olvidados por sus gobiernos. Es llamativo que los países más ricos despilfarran alegremente el dinero público gastando cantidades escandalosas de dinero en armamentos para destruir a la humanidad. Mejor preocúpense de proteger a la humanidad y ocúpense de dignificar la vida de sus ciudadanos.

Escribo esta crónica contra el olvido para que los gobiernos tomen en consideración la vida de esos héroes, héroes que en silencio pasan desapercibidos y callan su hambre con un mendrugo de pan aunque esté duro. Es heroico ser pobre y subsistir en la pobreza.

¿Los Países ricos, son las grandes potencias mundiales? ¡No! Son Países miserables que la única potencia que tienen es la de sus dirigentes con mentes deshumanizadas.

Los que viven en la pobreza tienen que subsistir en ella, para poder vivir a pesar de su situación, generada por las políticas elitistas que discriminan y hiere la dignidad de la persona. Ya dijo Séneca que «El pobre carece de muchas cosas, pero el avaro carece de todo». Creo que como decía Juan Pablo II, si sintiéramos la pobreza ajena como propia, seríamos más generosos y trabajaríamos por erradicarla. Que así sea.

Fotografía: Matteo Angelino, cc.

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