Verano es igual a vacaciones. Lo bueno siempre sabe a poco y cuando se termina, tenemos la sensación de no haber tenido tiempo de disfrutar y de descansar lo suficiente, y las energías se desinflan y nos abate el desánimo. Solo con pensar en el regreso a casa vuelves al cansancio de las prisas vertiginosas. El ritmo acelerado hace que el tiempo vuele sin sentir y el estrés se apodera de tu vida y de tu espacio.
Se termina agosto y comienza septiembre, es el comienzo de la rutina anual. Por un mes o dos se relajan los tiempos, dejamos que pasen las horas sin tenerlas en cuenta, pero en el último momento el relax se esfuma y cargamos anticipadamente por lo que se nos viene encima.
¿Por qué cargar antes de tiempo con la preocupación de algo por venir? ¿Por qué no dejamos que cada día nos presente sus propios afanes y sólo entonces les damos solución? No al sufrimiento inútil. Marca el ritmo de tus pasos y disfruta del camino. Pensar en positivo, no adelantar acontecimientos o introducir nuevas actividades en la rutina son algunos consejos que dan los expertos para la reincorporación.
Volver a la rutina se está convirtiendo en un problema, tanto, que necesitamos de ayuda para remontar, y para que el estío no nos pase facturas los psicólogos se encargan de recomendar pautas a seguir para sobrellevar con éxito el fin del periodo estival… Unos hablan del duro regreso al trabajo. Otros de la fracturas de parejas. Otros de estimular a los hijos para que la vuelta al cole no parezca un castigo, sino una oportunidad.
No perdamos la calma, que el sosiego nos ayuda a mantener la mente y el cuerpo relajados. Tomemos aire y visualicemos momentos agradables de las vacaciones. Esas sensaciones nos ayudarán emocionalmente para no hacer de la vuelta a la rutina una tragedia traumática.
Y puede ocurrir que con los temas de trabajo, de hijos o de pareja presientas que algo no va bien, eso te desbordes y sientas miedo de volver a la realidad, porque temes no saber afrontarlo y gestionarlo correctamente. Pero si pasadas las vacaciones tienes la sensación de estar más alejado de tu pareja, eso es debido a un mal de fondo y las malas relaciones empeoran llegado el verano porque se está más tiempo junto e intentas limar asperezas. Cuando un mal viene de lejos el problema es mucho más profundo y casi no hay arreglo posible para algo que agoniza.
Piensa que cuando se discute por temas banales el desgate de las disputas te llevan a la desilusión, y el distanciamiento al deseo de separación.
Está comprobado que, en toda relación, los reproches afloran por falta de afecto: el cariño y la ternura son el baluarte de toda convivencia. Sin embargo, cuando no existen diferencias de fondo, las discusiones se olvidan al día siguiente y el periodo estival refuerza las relaciones porque hay más tiempo para estar unidos, compartir emociones, hablar y pasear.
En caso de conflictos de pareja hay que recurrir a terapias conjuntas y si no, la mediación familiar es el instrumento para resolver conjuntamente los problemas que puedan surgir de esa ruptura, como por ejemplo, la situación de los hijos.
Hoy en día, como la vuelta a la normalidad puede producir ansiedad, irritabilidad, apatía y alteraciones en el comportamiento, se contempla la depresión o síndrome postvacacional pues, para superarla, aunque no se considera una enfermedad y como en vacaciones rompes con todas las reglas, se recomienda dormir las horas necesarias y recuperar el orden en la alimentación para ir poco a poco habituándote a la rutina de siempre.
Las vacaciones no son un adiós, son un hasta luego, y durante el año siempre nos quedan escapadas para desconectar. Es un periodo de reposo que nos pertenece y que cada año se repite. Por tanto, son las vacaciones quien rompe con la norma y tendría que tener su tiempo de adaptación, pero sucede al revés: cuando nos incorporamos a la rutina necesitamos un enfoque que nos motive y aliente.
Hay que pensar en positivo: no es lo mismo la rutina que la monotonía. Dice un proverbio que «Un pájaro no tiene la seguridad por la rama en la que se apoya, sino por las alas que tiene». El trabajo no es una carga ni un castigo, es un bien. El trabajo aporta sentimiento de identidad y de utilidad. Es el medio que nos permite mantener un nivel de vida y nos proporciona el lujo de disfrutar de las vacaciones.
¿Por qué no cambiamos el chip y volvemos a la rutina con positividad y alegría? ¡Por fin en casa! Digamos adiós a las vacaciones con cierto respiro: Porque se acaban los escándalos hasta la madrugada y podemos dormir más horas tranquilo. Porque la diplomacia desplegada para quedar bien entre familiares y vecinos de apartamentos se relaja. Porque se puede controlar mejor los gastos superfluos. Porque la arena de la playa no se nos mete en los ojos. Porque la música machacona que suena por doquier ya no molestan a nuestros oídos. Por todo eso, podemos decir: «Se acaban las vacaciones… ¡Qué descanso, por fin en casa!»
Fotografía: Thomas Hawk, cc.
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