«El hombre es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla».
Mientras más civilizada avanza la sociedad, los medios de comunicación se hacen más numerosos y más poderosos. Por lo general, cada uno responde claramente a una determinada ideología y sus medios están al servicio de políticas de partido, por tanto, las noticias corren el riesgo de ser filtradas, manipuladas, tergiversadas o anuladas, con lo cual, la información que recibimos no es precisa, ni veraz, ni fiable y con ello se vulnera el derecho a estar bien informados.
Hoy en día gracias a Dios, gozamos de libertad de expresión. Podemos decir lo que pensamos sobre lo que nos ocupa y preocupa, ya sea de política, de políticos, de la sociedad que nos rodea y de temas sociales que nos afectan o nos escandalizan, pero… la libertad debe estar y está basada en la verdad y en el respeto.
Cuando utilizamos la libertad para mentir, engañar, ofender, tergiversar y manipular a una sociedad, ¡mala libertad! Y por desgracia, eso existe y está arraigando en el tejido social de tal manera, que todo lo que vemos y oímos lo adaptamos a nuestra conveniencia. Le damos la vuelta para presentarlo como a nosotros nos interesa, bien sea para que nuestros actos y comportamiento queden justificado, o para dejar en mal lugar a alguien, o para que nuestra conciencia no despierte y no nos amargue la existencia.
Bien es verdad que no siempre decimos lo que pensamos, nosotros mismos nos censuramos y nos reservamos parte de nuestros pensamientos, bien sea por miedo al qué dirán, o porque no queremos mostrar abiertamente hacia donde se orientan nuestros deseos más íntimos.
Los pensamientos libres lo abarcan todo, porque en todo puede ver lo que sutilmente esconde el pensamiento único.
De más estar decir que hasta la libertad en democracia tiene sus límites, ya que mi libertad termina donde empieza la del semejante. Puedo decir y hacer lo que quiero, sí, pero no… La libertad lleva implícita su ética, no hay libertad sin educación, respeto, tolerancia, etc.
Actualmente todos los temas se abordan con un interés aparente y se debaten acaloradamente, porque los debates no son tal debates de opinión, sino, enfrentamientos en defensa de unas ideas afines, es decir, que las personas que se sientan a debatir no son independientes, ya que subjetivamente existe una pertenencia, por eso, van a defender con uñas y dientes a un partido o a un personaje, porque existe un vínculo de pensamientos, de ideas, de amistad o simpatía.
Por ejemplo, cuando los periodistas se sientan a debatir sobre política, parece que estoy escuchando a los políticos. No son objetivos, se ve a las claras su militancia partidista y se ensalzan y defienden según sus tendencias políticas, por eso, cada vez me interesa menos esos «mítines». Me gustaría que los debates de opinión, fueran eso, debates de opinión, donde cada uno, con neutralidad, hiciera una valoración y expusiera sus puntos de vista desde el conocimiento de derechos y deberes, de normas, leyes y actuaciones, donde se aporten ideas y soluciones a los mil problemas que afectan a una sociedad desencantada de la clase política y que claman soluciones urgentes.
Que cada uno haga su trabajo: los políticos, políticas para el bienestar de la sociedad en cumplimiento de sus promesas electorales y los periodistas, información independiente.
Los debates que más abundan son los «rosas» de «corazón» ¿…? Eso sí, cada personaje o personajillo a despellejar tiene un defensor incondicional. Existen los personajes populares-famosos, los famosos y los «casposos», para todos hay defensores y detractores.
Son tantos los periodistas que viven del chisme y cotilleo que uno piensa… ¡qué pena! estudiar para estar de «marujas» pero…es lo que hay. Parece ser que interesa y se paga bien, «poderoso caballero es don dinero» y por dinero, lo que sea… Estos especialistas en fisgonear en la vida de los demás cuentan con fuentes de información fidedignas, ya que las noticias las obtienen (previo pago) por personas allegadas a la «víctima» porque si no, no se entiende como saben qué comen y con quién duermen, qué pensó y qué dijo.
Hay una serie de personajes que siempre se han mantenido al margen de chismes y sólo hablan de su trabajo y se les respeta. El respeto es lo que se está perdiendo a ciertas personas de la alta sociedad y de la aristocracia, la verdad que no deja de ser preocupante. Pienso que se está sobrepasando los límites de lo respetable y creo que algo está fallando en este circo mediático donde se permiten «los saltos mortales» con tal de dar exclusivas que catalogan de escandalosas sobre los personajes «intocables» lo que convierte la noticia en auténticas bombas.
Los juicios paralelos están a la orden del día, todos son jueces y parte, y todo es objeto de debate: si fue, si vino, si se separa, si se arrejunta, si es operada, si drogas, si gorda, si flaca… Nunca llueve a gusto de todos, pero se empeñan en objetarlo todo, como si estuvieran en poder de avasallar sin miramiento como si fuera un derecho adquirido.
Los que parecen que se multiplican son los personajillos, si no aparecen los fabrican y da buen resultado, ya que con ellos se llenan muchas horas de debates televisados. Los programas de cultura no vende ni interesan y las televisiones compiten por ofrecer incultura: enfrentamientos concertados, gritos, insultos, llantos, donde también los periodistas entre a formar parte de una dinámica de espectáculo reprobable. Sin pudor se codean y presentan a personajillos despreciables por sus actuaciones y comportamientos depravados, que se jactan y alardean de su poca vergüenza. Esa exposición de ciertas actuaciones escandalosas, están viciando los principios básicos del ser humano, como los valores, la moral y la dignidad. ¡Ay! Esta cultura del todo vale… Hoy a los transgresores los están convirtiendo en héroes.
No sé el por qué la gente se traga todo y lo digiere todo. De tanto ver y escuchar aceptan y toleran hasta lo intolerable… Allá cada cuál. Aunque todo me está permitido, todo no me es provechoso. Me sorprende ver a personas mayores como asumen cualquier conducta alegando que es lo que se lleva hoy: «Todo el mundo lo hace y mi nieta no va hacer menos…» Mal vamos con todo lo que se lleva hoy. Hemos perdido el norte y cuando lo encontremos ya será demasiado tarde… Si los que nos gobiernan no encuentran pronto la brújula para dirigir el barco seguiremos a la deriva y correremos el riesgo de hundirnos. La historia de los pueblos es la historia de su gente: sus bondades, sus valores, su cultura etc., pues la gente de esta época no salimos muy bien paradas en la historia. La historia lamentará este tiempo.
En la actualidad, parece como si se estuviera perdiendo la capacidad de pensar: las personas escuchan y aprueban moviendo la cabeza, sería bueno y necesario antes de mover la cabeza comprobar si la tenemos. Hay que pensar dos veces antes de aceptar cualquier tontería. Algunos se creen con derecho a llenarnos la cabeza de grillos, aprovechándose de nuestra apatía nos conducen a los mismos infiernos, nos dicen que aquello es la gloria y contestamos al unísono: Amén.
Cuando las personas hemos perdido la capacidad de reaccionar frente a las barbaridades que nos presentan como fuentes de bienestar, es que nos han puesto una venda y no nos hemos dado cuenta. Se adueñan de nuestra mente y se apoderan de nuestra voluntad. Está bien escuchar todas las opiniones, pero seré yo la que tengo que cotejarla con mi criterio y puede haber afinidad o coincidencia con mis puntos de vista, pero mi opinión tendrá la última palabra.
Las opiniones pueden ser libres y personales, pero no siempre respetables. No es respetable lo que degrada. Todo lo que atente contra la dignidad humana es despreciable.
Yo, acogiéndome a mi libertad de expresión, opino por ejemplo sobre el aborto, digo: «El aborto vulnera el derecho fundamental de la vida», y otra persona acogiéndose a su libertad de opinión, dice: «El aborto es un derecho». Aquí hay dos opiniones bien diferenciadas, pero esa diferencia la marca una profunda reflexión. La reflexión es lo que está faltando en los debates de opinión. Se nos presentan espadachines que desenvainando la espada dan a diestro y siniestro con el único fin de llevarse por delante a quién sea, si no te convence a las buenas, te hiere a las malas.
La mentira prolifera en todos los ámbitos: políticos y sociales. Poco a poco va ganando terreno y lo va abonando para que campe la impunidad, la falsedad, la adulteración, la corrupción y la perversión.
«La verdad nos hará libres». Decir la verdad con libertad aporta paz interior. Andamos locos buscando la felicidad y el bienestar fuera, sin darnos cuenta que ese tesoro está dentro de nosotros.
Es bueno que existan debates donde las opiniones sean libres y clarificadoras, donde el intercambio de ideas nos ayude a entender la realidad social en la que vivimos y nos movemos. La realidad social está llena de injusticias y desigualdades. Es escalofriante saber que en España hay millones de personas en el paro que viven en situación de pobreza y miseria. Hoy, en este país de la «abundancia» millones de españoles pasan hambre. Si antes España iba bien, ahora, va mejor y no pasa nada…
Me duele tanta injusticia.
Me duele mirar el dolor.
Me duele verte sin techo.
Me duele tu resignación.
Me duele que no te quejes,
tu cara de hambre y pena.
Me duelen tus pies descalzos.
Me duele tanta miseria.
Me duele verte sufrir.
Me duele no hacer nada.
Me duele mirar tus ojos.
Me duele, me duele el alma.
Ante tanta lágrima ajena,
pasamos indiferentes.
Esa actitud insolidaria,
me duele tanto… Me duele.
Fotografía: Greenmonster, cc.
No hay comentarios :
Publicar un comentario