El silencio es más que la ausencia de sonido; hay silencios
ruidosos, hay silencios aplastantes, hay silencios cómplices, y hay silencios
incómodos. Vivimos, sin lugar a duda, en una sociedad de ruidos, hiperconectados con el exterior y poco conectados con nuestro interior.
Necesitamos tener puesta la radio o la televisión para tapar el silencio, o
estar chateando con el móvil para no sentirnos solos. Estamos tan acostumbrados
al ruido que quedarnos en silencio nos puede llegar a generar ansiedad y a
vivirlo como algo negativo. El silencio nos incomoda y nos hace sentirnos en
soledad, la huida hacia afuera nos aleja de nuestro interior, de aquellos
pensamientos y emociones que muchas veces no queremos escuchar.
Hay silencio que enferma, dice la psicóloga Marisol Rodríguez Gutiérrez. Para algunas personas el “sufrir en silencio”, se convierte en una máxima. Lo que no decimos y callamos puede, con el tiempo, provocar un sufrimiento psicológico. Cuantas personas tienen miedo a decir lo que sienten, o temen lo que los demás dirán si cuentan lo que sienten, o porque las personas de su alrededor no son de fiar, o bien porque no quiere que otros sufran por lo que les está pasando y tratan de llevarlo con entereza. Hay personas con fortaleza mental y espiritual y sus recursos emocionales les ayuda a encontrar el equilibrio para poder llevar las vicisitudes de la vida. No es autosuficiencia es capacidad de comprender que cada persona tiene su propio proceder, a pesar de lo aprendido.
Hay silencio que cura. Está demostrado científicamente que nuestro cerebro necesita también del silencio y que éste es uno de los mejores antídotos contra el estrés. Cuando dormimos el cerebro sigue activo y realiza una serie de acciones que son necesarias para su óptimo funcionamiento en vigilia (de ahí la importancia del dormir y de todos los trastornos cognitivos y emocionales asociados a los trastornos del sueño).
No obstante, crear esa calma exterior cuando estamos
despiertos no parece tan fácil. La cantidad de estímulos estresores es
constante y permanente, convirtiéndose en factores de distracción que nos
alejan de la posibilidad de crear un espacio tranquilo y limpio de ruidos. También puede ocurrir que, cuando nos sentamos en silencio sentimos una imperiosa necesidad de
actuar, de movernos; las excusas como “es una pérdida de tiempo”, “ahora tengo
que hacer otras cosas más importantes”, “no encuentro tiempo para hacerlo” nos
inundan y se convierten en autoengaños. Pero ¡cuántas veces decimos que nos
perderíamos por la montaña o por una playa desierta para sentirnos más
tranquilos!, pero no siempre es posible y a lo mejor tampoco es necesario;
hemos de aprender a crear espacios de silencio dentro de nuestro día a día, el silencio es reconfortante y revitalizante. Aunque hay gente que no soporta el silencio porque se tienen miedo a ellos mismos, a su conciencia y a su mal proceder.
Ahora que tenemos que reconocer que hay silencios que pesan como una losa, porque lamentablemente, las personas más importantes de nuestra vida, padres, abuelos, nos dejan en una soledad envuelta de un silencio sepulcral. Personas que han sido nuestros pilares de la infancia, que han sido nuestro refugio y seguridad, que nos han enseñado a caminar, a vivir, y cuando nos dejan el silencio de la casa vacía es insoportable: Duele la pena de la ausencia. Duele el silencio de la voz que retumba en los oídos. Duele los ojos que traspasan las paredes buscando la imagen viva. Duele el corazón que se niega a latir y la tristeza desgarrada se refugia en el silencio, un silencio que se impone porque el silencio se convierte en compañero y el silencio del silencio te puede arrastrar a un punto sin retorno… Gracias que siempre habrá alguien que te quiere y sabe respetar las lágrimas de tu silencio y te tienden su mano por si necesitas dejar de sufrir en silencio.
Para soportar el silencio hay que ser más fuertes que el silencio. Es muy sano buscar momentos de silencio, pero hay que ser muy fuertes para llevar el sufrimiento en silencio. Lo que nos hace sufrir es bueno tener con quién compartirlo para aliviar el pesar y la carga, y por eso, hay que reconocer, que sufrir en silencio puede ser peligroso porque se va acumulando el sufrimiento, creando una bola gigante que ya no podemos controlar. El silencio es necesario para reflexionar y gestionar nuestras emociones, pero tengamos cuidado porque cuando le damos cabida al sufrimiento de sufrir en silencio, este se
adueña de nuestras vidas y ya no gobernamos nosotros, sino él.
Hay algo más allá de nuestra mente que reside en el silencio, y es el supremo misterio que hay más allá de nuestros pensamientos. Por eso, deja que la mente descanse en el silencio, pero no dejes que el silencio se adueñe de ti.
Fotografía: Internet
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