"Es
verdad. Estoy a la puerta de tu corazón de día y de noche".
"Mira que
estoy en la puerta y llamo. Aun cuando no estás escuchando, aun cuando dudes que
pudiera ser yo, ahí estoy, esperando la más pequeña señal de respuesta, hasta
la más pequeña sugerencia de invitación que me permita entrar. Y quiero que
sepas que cada vez que me invitas, yo vengo siempre, sin falta.
Vengo con misericordia, con deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti
que va más allá de tu comprensión. Vengo con un amor tan grande, como el amor
que he recibido del Padre. Vengo en silencio e invisible, pero con un poder y
un amor infinito, trayendo los muchos dones de Mí Espíritu".
"Yo
los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí..." (Jn. 15,10).
Oremos... Orar es rezar y rezar es hablar con Dios. El término latino 'recitāre' llegó a nuestra lengua como rezar. 'Recitare' podemos decir que se trata de un verbo que es fruto de la suma de
dos partes claramente diferenciadas: el prefijo 're-', que se utiliza para indicar una reiteración, y el verbo 'citare', que es sinónimo de 'nombrar a
alguien' o 'citar'.
Esta
acción consiste en comunicarse con una divinidad a través de oraciones
religiosas y ciertos ritos. Al rezar una persona puede agradecer a la
divinidad o realizarle un pedido. También se trata, en ocasiones, de un tributo
que se le rinde a Dios como una muestra de respeto y sumisión a sus mandatos.
Rezar es una conversación con Dios. Es el momento de más calma del día. Es un Padre Nuestro hablando con Dios para que te ayude en la jornada. Es el refugio del frío y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria, es lo que va antes de acostarte y de levantarte.
Rezar hace milagros, ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta. Rezar es decir, rezaré por ti y tú reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad.
Rezar es
la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo que pudo
ser no ha sido. Es vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con
dignidad y celebrar el triunfo con humildad.
Rezar es buscar las fuerzas y confiar en que las cosas que no van bien van a ser como deberían ser. Rezar es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir. Rezar es fragilidad y entereza.
Rezar es
desconectar y apagar el móvil. Es introspección en la sociedad del
exhibicionismo. Es relajarse y calmar los nervios y prepararse mentalmente
para lo inesperado. No es solo buscar el coraje, sino también la
inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el claro en medio de la espesura.
Rezar es razonar, es reflexionar para ver qué puedo hacer mejor por el bien común. Es abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es ansiedad. Rezar es un placer oculto que se reserva para la intimidad. Un acto privado, una conexión con Dios, consciente de que la verdadera vida está después de la terrena.
Rezar es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que rezan por ti. Rezar teniendo a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, eso es mucho más que estar solo en su memoria.
Rezar, y
sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la
vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar por él,
y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti.
Jesús llama a tu puerta... "Jesús, te miramos acurrucado en el pesebre, te vemos tan cercano, gracias Señor; te contemplamos pobre; y vemos que estás en las personas, sobre todo en los pobres. Te vemos en lo concreto, ayúdanos a darle carne y vida a nuestra fe". Papa Francisco.
Rezar es tener fe. Tener fe en la vida, en los padres, en los hijos, en los hermanos, en los familiares, en los amigos y en toda buena persona. ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja y te dé salud y te ilumine y te ayude y te acompañe y esté siempre contigo?
Rezar es un súper poder que nos predispone al bien.
Rezar es
creer y ser practicante de un mundo mejor.
Rezar es agradecer por tanto y por todo lo que Dios nos regala.
Rezar es alegrarte porque ha nacido el Niño Dios, el Salvador.
Nos ha nacido un Niño. ¡Hosanna en las alturas! ¡Feliz Navidad!
Fotografía: Internet
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