miércoles, 28 de diciembre de 2022

Deliremos

 

De cara al nuevo año no viene mal echar al aire la imaginación para unirnos a las utopías proclamadas hace tiempo por Eduardo Galeano con el fin de hacer un mundo más justo y más humano, pues deliremos con Galeano y su mordaz texto:

¿Qué tal si deliramos un ratito...? ¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible? El aire estará limpio de todo veneno que no proceda de los miedos humanos y de las humanas pasiones. En las calles los automóviles serán aplastados por los perros.

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será tampoco mirada por el televisor. El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o la lavadora.

Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez que cometen quienes viven por tener o por ganar en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta o como juega el niño sin saber que juega.

En ningún país serán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, será voluntad de los que quieran cumplirlo, nadie vivirá para trabajar, pero todos trabajaremos para vivir.

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.

Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos, los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas, la solemnidad dejará de creer que es una virtud y nadie, nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.

La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes y ni por defunción ni por fortuna se convertirá al canalla en virtuoso caballero. La comida no será una mercancía ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos.

Nadie morirá de hambre porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle y los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla y la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas, condenadas a vivir separadas volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda. En Argentina, las locas de la plaza de mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.

La santa madre Iglesia corregirá algunas erratas de las tablas de Moisés y el sexto mandamiento ordenará, festejar el cuerpo, la Iglesia también dictará otro mandamiento que se le había olvidado a Dios: amarás a la naturaleza de la que formas parte.

Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma, los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos se desesperaron de tanto esperar y ellos se perdieron por tanto buscar.

Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de belleza y voluntad de justicia, hayan nacido cuando hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.

Seremos imperfectos, porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses, pero en este mundo, en este mundo chambón y jodido, seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la última.  

Eduardo Galeano (1940-2015) es el poeta de las utopías y de los sueños, él escribió esta invitación a “delirar un poco”, y nos invita a ir más allá del océano del individualismo, a superar el vértigo apocalíptico en el que toda posibilidad de diálogo desaparece.


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