Es emocionante ver la escena de una gran mesa rodeada de sillas ocupadas por familias numerosas. No hay nada como la alegría de compartir mesa y mantel en familia: abuelos, padres, hermanos, tíos... La idílica confraternidad.
Para la mayoría de las personas la Navidad es motivo de
reencuentros familiares, comida, regalos y alegría. Sin embargo es posible que
tengamos una nueva invitada a la mesa con la que no contábamos: la ausencia, el
vacío que deja el ser querido que ya no está entre nosotros. Sin duda, una convidada que irrumpe en la celebración en contra de nuestra voluntad. Es el llamado 'Síndrome de la silla vacía'.
La ausencia es silenciosa, pero por estas fiestas se hace muy presente y
representa una implacable evidencia la pérdida de un ser querido. Ante
ello, no es extraño que algunos miembros de la familia teman enfrentarse a la ausencia, y al mirar la silla vacía se sientan atrapados en
una situación que amenaza con desbordar los propios recursos emocionales. Los
recuerdos de los familiares y seres queridos que ya no están con nosotros
florecen, aun estando rodeados de nuestros seres amados dando ánimo y calor para ayudarnos unos a otros a coger fuerzas y poder celebrar este momento de encuentro de la mejor manera posible.
Sin embargo en todas las familias no se vivirá de la misma
manera. Si bien una actitud recurrente es querer suprimir las navidades,
quedarse en la cama y no despertarse hasta que estas fechas hayan pasado; eso sería un alivio momentáneo que tan solo nos lleva a postergar el duelo, pero no a
evitarlo. Hay muchas familias que toman esta decisión y no organizan nada que
les recuerde estas fechas, o bien deciden hacer algo distinto: un viaje, por
ejemplo, a un lugar lejano, un lugar que no les recuerde nada de lo sucedido,
donde nadie les conozca, lejos de la casa, de los amigos, de los rituales… Ésta
es una opción natural y humana. Es posible que esto te haga la Navidad más
ligera, pero recuerda que la pena la llevas allí donde tú vas y que próxima
Navidad vas a tener que afrontar la misma decisión con la diferencia de que
habrá pasado un año.
Para evitar el síndrome de la silla vacía, huir de la situación no lo resuelve. El dolor emocional podemos posponerlo, pero nunca evitarlo. Muchas familias que han ensayado esta opción manifiestan que el siguiente año es peor. Otros han acabado por no organizar nunca más una fiesta de Navidad. Otras escogen el camino de hacer lo de siempre, en un intento de seguir la vida como si nada hubiera pasado. No mencionan nunca a la persona ausente e intentan borrar o apartar todo lo que pueda suscitar un recuerdo emotivo. El dolor se esconde y se controla y se instala la máscara de duelo, ese “hago ver que lo llevo bien”, pero es posible que, en algún momento estas defensas no funcionen y te sientas culpable de no tenerlos más presente.
Esta manera de afrontar la Navidad solo empeora las cosas, porque los sentimientos encubiertos acaban saliendo de forma distorsionada, y las
personas en duelo acaban no mencionando a sus seres queridos para no preocupar
a los demás y el resto no habla para no preocupar a los dolientes. Todos sufren
en silencio, lo que acrecienta más los sentimientos de tristeza y aislamiento, y crece la tensión, fruto de los esfuerzos por
hacer ver que nada ha pasado o que no están afectados por lo sucedido y con esta actitud, los encuentros familiares no son nada apetecibles.
Pero hay otra posibilidad para sobrellevar mejor el síndrome de la silla vacía que se puede plantear: la de construir una nueva Navidad. Por supuesto que ya nunca nada volverá a ser como antes, pero tú y tu familia podéis empezar a afrontar la vida de manera distinta. Recuerda que estas celebraciones serán difíciles, al igual que su planificación, pero estar acompañado por quienes amamos y nos aman será fundamental durante estos momento. Y que afloren los recuerdos suele ser normal durante esta época del año, por lo que no te prohíbas expresar abiertamente tus emociones.
Creo que simbolizar al ser querido que está ausente, nos permitirá
sentir que él está junto a nosotros y la familia entera podrá sentirse
partícipe de esta actividad, dejando aflorar los recuerdos contando anécdotas vividas con el familiar
querido, mira el álbum de fotos, escucha la canción que le
gustaba, lee un poema o prepara el postre que le encantaba, porque son los recuerdos los que permanecerán por siempre en la memoria.
Tras la muerte de un ser querido no hay una forma correcta o incorrecta de celebrar las
fiestas navideñas, pero no ocultes tus
sentimientos ni evites tus emociones. No debes vivir estos momentos tan
significativos como si nada hubiera pasado; permítete sentirte triste o llorar si así lo deseas, porque ocultar la pena te provocará mayor daño. Encuentra
el apoyo de los familiares, tómate las cosas con tranquilidad y evita
aislarte. Serán unas fiestas especiales que supondrán un gran
desafío de crecimiento personal, porque frente al duelo existen dos grandes
caminos: el crecimiento o la desesperanza.
Se habla de la silla vacía por el fallecimiento de un ser querido; pero por Navidad son muchas las sillas vacías, no por fallecimiento, sino porque se rompen los amables vínculos familiares y afloran envidias, mentiras, rencores, y con el paso del tiempo las sillas dejan de tener presencia. El espíritu navideño no forma parte en esos encuentros, pero ellos brindan por sus éxitos.
Recuerda que: El árbol es un adorno; la cena una costumbre; Santa Claus una leyenda... ¡Jesús es la Razón de la Navidad!
La Navidad es un acontecimiento muy especial, es actualizar
rememorando el Nacimiento del niño Dios. La Navidad es paz, gozo y felicidad. La
Navidad es alegría y esperanza, quien vive con fe la Navidad tiene henchido el
corazón. En alguna mesa la silla estará vacía, pero en el corazón todas las sillas
están llenas, porque en el corazón llevamos todo lo que realmente amamos.
Fotografía: Internet
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