viernes, 5 de marzo de 2021

Lenguaje de género

 



Esto es aplicable a España... «Igualdad sí, locura de género no», defendía la secretaría de Estado alemana de Digitalización, Dorothee Bär, una de los cien firmantes  del manifiesto contra la perversión del lenguaje por la ideología de género en torno al que se agruparon intelectuales y artistas alemanes. «Hemos llegado a un punto gaga del uso del lenguaje que no creo, sinceramente, que sirva para nada a las mujeres», dice la política conservadora bávara en referencia a la proliferación de terminaciones, guiones y asteriscos que, en aras de la corrección política lingüística, amenazan con hacer ilegible la lengua de Goethe. (Lo que en España con la lengua de Cervantes).

Fuera retórica, amigos, amigas, todos, todas, ciudadanos, ciudadanas, lectores, lectoras… Intelectuales alemanes llaman a la cordura en el lenguaje de género. En una carta abierta piden el fin de las «construcciones lingüísticas ridículas» diseñadas para hacer que el alemán sea más neutral en cuanto al género.

En el alemán, el artículo determinado femenino es «die» y el masculino «der». El artículo determinado plural para ambos géneros es «die». A diferencia del español, el alemán dispone además de un artículo de género neutro, que es «das» y que se usa para sustantivos que abarcan ambos géneros, así como para algunos objetos. «Das Kind», por ejemplo, significa indistintamente el niño o la niña. Para este neutro, el artículo plural también es «die».

Últimamente, se impone sin embargo un «lenguaje inclusivo» que se niega a continuar con este uso del idioma y que reproduce las terminaciones propias de cada uno de los géneros detrás de cada raíz de sustantivo. Incluso se recurre con frecuencia a terminaciones femeninas como «in» o su plural «innen» añadidas tras un asterisco o una I mayúscula, con el objetivo de lograr una supuesta versión feminizada del nombre y enfatizar el citado «uso inclusivo de la lengua». Esta tendencia da lugar a la sustitución del plural genérico basado en el género masculino «Die Lehrer» (Los profesores) por la expresión «Die Lehrer und Lehrerinnen» (Los profesores y las profesoras), además de otras formulaciones de más reciente creación como «Lehrer*innen» o «LehrerInnen», destinadas a remarcar la presencia de los dos géneros.

El manifiesto, una carta abierta publicada por la Asociación de la Lengua Alemana, con sede en Dortmund, y redactada por el crítico lingüístico, Wolf Schneider condena estas «formaciones lingüísticas ridículas» y había recibido hasta el pasado viernes más de 9.600 adhesiones, entre las que destacan las del filósofo Rüdiger Safranski, el novelista Peter Schneider, el actor Dieter Hallervorden, el periodista ex director de Bild Zeitung Kai Diekmann, las autoras Angelika Klüssendorf y Cora Stephan y el director de los servicios de inteligencia alemanes Hans-Georg Maassen.

También figuran destacados ex diplomáticos, ex altos cargos del Bundesbank abogados y empresarios. Schneider considera que la justicia de género aplicada a la lingüística es «terriblemente tonta» y espera movilizar con el escrito «a la mayoría hasta ahora inactiva». El escrito condena que las instancias estatales se estén sumando a esta tendencia que, denuncian, amenaza la integridad de la lengua alemana. Los funcionarios de Hannover, por ejemplo, ya no se refieren en los documentos oficiales a «los profesores», sino a «las personas que enseñan».

El manifiesto argumenta que el reparto de los géneros «es demasiado arbitrario como para poder ser considerado un sesgo sexista sistemático, recordando que los leones son masculinos en plural, pero las jirafas femeninas, al igual esta vez que en español, «y a nadie le ha molestado durante los últimos mil años». Pide «poner fin a las tonterías de género» y recuerdan que «el hecho de que el sustantivo canciller sea masculino no ha impedido que Angela Merkel llegue al cargo».

A diferencia de Francia o España, Alemania no cuenta con una institución que se ocupe de fijar la lengua, como la Real Academia. La Asociación de la Lengua Alemana, que cuenta con 36.000 miembros, es solamente una de las instituciones que orientan sobre los estándares en gramática y ortografía. Su perfil conservador le ha valido desde hace años el apodo de «Pegida para lingüistas», pero incluso académicos que no pertenecen a ella reconocen que en su manifiesto de protesta hay al menos una base razonable. «Creo que rebasan el blanco de sus críticas», dice la profesora de Lingüística de la Universidad de Friburgo Helga Kotthof, «pero está claro que hay que huir de la sobrecarga de referencias de este tipo, que terminan sumiendo el texto en la oscuridad».

«Resulta evidente que (ese uso del lenguaje) tiene una finalidad simplemente oratoria, la de impresionar a la audiencia, y por tanto es aplicable allí donde ese empleo puede llamar la atención, en denuncias y alocuciones de actos públicos y políticos. Carece de sentido tenerla en cuenta cuando se emplea la lengua para dar a conocer una idea, o una exposición crítica, así como cuando se diserta o se enseña en forma general sobre el conocimiento, las ideas, la realidad», apunta el doctor en Filosofía de la Universidad de Heidelberg y autor del libro «Virtudes de la imposición teórica» Carlos Parajón, «si se afirma la general sumisión del pensamiento a la manera corriente de hablar, es absurdo aguardar que su liberación consista en abandonar ciertas convenciones para someterse a otras».

Lucha encarnizada contra la propia lengua. «Los textos de oficina, las esquelas mortuorias o las normas de empleo de las instalaciones deportivas tardan ahora el doble en leerse solo porque nadie parece recordar que el plural genérico incluye también a las mujeres», lamenta uno de los defensores del manifiesto, Walter Krämer, economista de la Universidad Técnica de Dortmund. «En todos los medicamentos puede leerse: consulte a su médico o farmacéutico… ¿de verdad alguien entiende que si el médico es una mujer no se le puede preguntar?», se cuestiona.

«En primer lugar, quiero aclarar que me parece bien que la igualdad de género también se haga visible en el idioma. Durante miles de años las mujeres han sido oprimidas, lo que se ha reflejado en el lenguaje, y que eso cambie es perfectamente legítimo. El dolor de estómago comienza cuando se olvida que hay una diferencia entre género y sexo», dice Krämer, «el género es simplemente una forma de repartir los sustantivos en cajas. En alemán tenemos tres, en francés y español dos, en inglés solo uno. Pero es un error histórico considerar que todas las palabras que terminan en el cajón que utiliza el artículo masculino correspondan intrínsecamente a seres de género masculino. Eso sucede porque en algún momento la palabra 'género' se tradujo como 'género gramatical'. Esa fue una traducción completamente errónea y ha derivado ahora en una lucha encarnizada contra la propia lengua». «Es importante que se sepa», insiste, «que quien introduce un asterisco en medio de una palabra, está hablando un alemán erróneo».

El feminismo es un conjunto heterogéneo ​ de movimientos políticos, culturales, económicos y sociales que tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, ​ ​ ​y eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres ​ además de una teoría social y política.

El feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII -aunque sin adoptar todavía esta denominación- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado, bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.

A lo largo de los últimos años la palabra feminismo ha ido tomando relevancia en muchos contextos, en algunos de ellos rodeada de una connotación negativa, hasta hacerse un hueco en cualquier debate político o de bar. El feminismo no es odiar a los hombres, ni querer la supremacía de las mujeres. No es una moda, aunque efectivamente, está de moda, es mucho más que eso.

El gran genetista Theodosius Dobzhansky afirmó: “Nada en biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución”. Lo mismo se puede decir de las creaciones humanas. Ninguna creación cultural- desde las creencias individuales hasta los movimientos sociales- puede entenderse sin interpretarla como la síntesis de una evolución. Prescindir de ella nos convierte en marionetas que desconocen los hilos que las mueven.

En España con el llamado lenguaje inclusivo se está rayando la idiotez en el lenguaje y debemos llamar a la cordura y hablar con propiedad gramatical respondiendo al concepto de “participio activo”. “Un ente o una persona que influye es influyente, ni influyenta ni influyento”. Por tanto, si el participio activo no tiene género, menudo favor le estamos haciendo a nuestra lengua española, desde aquel improperio de Aído con sus miembros y miembras…  

El género gramatical se manifiesta en los sustantivos, adjetivos, artículos y algunos pronombres. En los sustantivos y adjetivos existe únicamente el morfema de género masculino y el de género femenino. El género neutro se ha conservado en unas pocas palabras, como aquello, eso, esto, ello, alguien, algo y lo.

Quizás el caos venga dado por la confusión al no tenerse conocimiento para saber distinguir los diferentes géneros... Es importante diferenciar: el género gramatical (categoría que se aplica a las palabras), el género como constructo sociocultural (roles, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad determinada en una época determinada considera apropiados para los seres humanos de cada sexo) y el género de sexo biológico (rasgo biológico propio de los seres vivos).


Fotografía: Internet

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