Esto es aplicable a España... «Igualdad sí, locura de género no», defendía la secretaría de Estado alemana de Digitalización, Dorothee Bär, una de los cien firmantes del manifiesto contra la perversión del lenguaje por la ideología de género en torno al que se agruparon intelectuales y artistas alemanes. «Hemos llegado a un punto gaga del uso del lenguaje que no creo, sinceramente, que sirva para nada a las mujeres», dice la política conservadora bávara en referencia a la proliferación de terminaciones, guiones y asteriscos que, en aras de la corrección política lingüística, amenazan con hacer ilegible la lengua de Goethe. (Lo que en España con la lengua de Cervantes).
Fuera retórica, amigos, amigas, todos, todas, ciudadanos, ciudadanas, lectores, lectoras… Intelectuales
alemanes llaman a la cordura en el lenguaje de género. En una carta abierta
piden el fin de las «construcciones lingüísticas ridículas» diseñadas para
hacer que el alemán sea más neutral en cuanto al género.
En el alemán, el artículo determinado femenino es «die» y el
masculino «der». El artículo determinado plural para ambos géneros es «die». A
diferencia del español, el alemán dispone además de un artículo de género
neutro, que es «das» y que se usa para sustantivos que abarcan ambos géneros,
así como para algunos objetos. «Das Kind», por ejemplo, significa
indistintamente el niño o la niña. Para este neutro, el artículo plural también
es «die».
Últimamente, se impone sin embargo un «lenguaje inclusivo»
que se niega a continuar con este uso del idioma y que reproduce las
terminaciones propias de cada uno de los géneros detrás de cada raíz de
sustantivo. Incluso se recurre con frecuencia a terminaciones femeninas como
«in» o su plural «innen» añadidas tras un asterisco o una I mayúscula, con el
objetivo de lograr una supuesta versión feminizada del nombre y enfatizar el
citado «uso inclusivo de la lengua». Esta tendencia da lugar a la sustitución
del plural genérico basado en el género masculino «Die Lehrer» (Los profesores)
por la expresión «Die Lehrer und Lehrerinnen» (Los profesores y las
profesoras), además de otras formulaciones de más reciente creación como
«Lehrer*innen» o «LehrerInnen», destinadas a remarcar la presencia de los dos
géneros.
El manifiesto, una carta abierta publicada por la Asociación
de la Lengua Alemana, con sede en Dortmund, y redactada por el crítico
lingüístico, Wolf Schneider condena estas «formaciones lingüísticas ridículas»
y había recibido hasta el pasado viernes más de 9.600 adhesiones, entre las que
destacan las del filósofo Rüdiger Safranski, el novelista Peter Schneider, el
actor Dieter Hallervorden, el periodista ex director de Bild Zeitung Kai
Diekmann, las autoras Angelika Klüssendorf y Cora Stephan y el director de los
servicios de inteligencia alemanes Hans-Georg Maassen.
También figuran destacados ex diplomáticos, ex altos cargos
del Bundesbank abogados y empresarios. Schneider considera que la justicia de
género aplicada a la lingüística es «terriblemente tonta» y espera movilizar
con el escrito «a la mayoría hasta ahora inactiva». El escrito condena que las
instancias estatales se estén sumando a esta tendencia que, denuncian, amenaza la
integridad de la lengua alemana. Los funcionarios de Hannover, por ejemplo, ya
no se refieren en los documentos oficiales a «los profesores», sino a «las
personas que enseñan».
El manifiesto argumenta que el reparto de los géneros «es
demasiado arbitrario como para poder ser considerado un sesgo sexista
sistemático, recordando que los leones son masculinos en plural, pero las
jirafas femeninas, al igual esta vez que en español, «y a nadie le ha molestado
durante los últimos mil años». Pide «poner fin a las tonterías de género» y
recuerdan que «el hecho de que el sustantivo canciller sea masculino no ha
impedido que Angela Merkel llegue al cargo».
A diferencia de Francia o España, Alemania no cuenta con una
institución que se ocupe de fijar la lengua, como la Real Academia. La
Asociación de la Lengua Alemana, que cuenta con 36.000 miembros, es solamente
una de las instituciones que orientan sobre los estándares en gramática y
ortografía. Su perfil conservador le ha valido desde hace años el apodo de «Pegida
para lingüistas», pero incluso académicos que no pertenecen a ella reconocen
que en su manifiesto de protesta hay al menos una base razonable. «Creo que
rebasan el blanco de sus críticas», dice la profesora de Lingüística de la
Universidad de Friburgo Helga Kotthof, «pero está claro que hay que huir de la
sobrecarga de referencias de este tipo, que terminan sumiendo el texto en la
oscuridad».
«Resulta evidente que (ese uso del lenguaje) tiene una
finalidad simplemente oratoria, la de impresionar a la audiencia, y por tanto
es aplicable allí donde ese empleo puede llamar la atención, en denuncias y
alocuciones de actos públicos y políticos. Carece de sentido tenerla en cuenta
cuando se emplea la lengua para dar a conocer una idea, o una exposición crítica,
así como cuando se diserta o se enseña en forma general sobre el conocimiento,
las ideas, la realidad», apunta el doctor en Filosofía de la Universidad de
Heidelberg y autor del libro «Virtudes de la imposición teórica» Carlos
Parajón, «si se afirma la general sumisión del pensamiento a la manera
corriente de hablar, es absurdo aguardar que su liberación consista en
abandonar ciertas convenciones para someterse a otras».
Lucha encarnizada contra la propia lengua. «Los textos de
oficina, las esquelas mortuorias o las normas de empleo de las instalaciones
deportivas tardan ahora el doble en leerse solo porque nadie parece recordar
que el plural genérico incluye también a las mujeres», lamenta uno de los
defensores del manifiesto, Walter Krämer, economista de la Universidad Técnica
de Dortmund. «En todos los medicamentos puede leerse: consulte a su médico o
farmacéutico… ¿de verdad alguien entiende que si el médico es una mujer no se
le puede preguntar?», se cuestiona.
«En primer lugar, quiero aclarar que me parece bien que la
igualdad de género también se haga visible en el idioma. Durante miles de años
las mujeres han sido oprimidas, lo que se ha reflejado en el lenguaje, y que
eso cambie es perfectamente legítimo. El dolor de estómago comienza cuando se
olvida que hay una diferencia entre género y sexo», dice Krämer, «el género es
simplemente una forma de repartir los sustantivos en cajas. En alemán tenemos
tres, en francés y español dos, en inglés solo uno. Pero es un error histórico
considerar que todas las palabras que terminan en el cajón que utiliza el
artículo masculino correspondan intrínsecamente a seres de género masculino.
Eso sucede porque en algún momento la palabra 'género' se tradujo como 'género
gramatical'. Esa fue una traducción completamente errónea y ha derivado ahora
en una lucha encarnizada contra la propia lengua». «Es importante que se sepa»,
insiste, «que quien introduce un asterisco en medio de una palabra, está
hablando un alemán erróneo».
El feminismo es un conjunto heterogéneo de movimientos
políticos, culturales, económicos y sociales que tiene como objetivo la
búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eliminar la
dominación y violencia de los varones sobre las mujeres además de una teoría
social y política.
El feminismo es un movimiento social y político que se inicia
formalmente a finales del siglo XVIII -aunque sin adoptar todavía esta
denominación- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o
colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y
son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado, bajo
sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la
acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la
sociedad que aquella requiera.
A lo largo de los últimos años la palabra feminismo ha ido
tomando relevancia en muchos contextos, en algunos de ellos rodeada de una
connotación negativa, hasta hacerse un hueco en cualquier debate político o de
bar. El feminismo no es odiar a los hombres, ni querer la supremacía de las
mujeres. No es una moda, aunque efectivamente, está de moda, es mucho más que
eso.
El gran genetista Theodosius Dobzhansky afirmó: “Nada en
biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución”. Lo mismo se puede
decir de las creaciones humanas. Ninguna creación cultural- desde las creencias
individuales hasta los movimientos sociales- puede entenderse sin interpretarla
como la síntesis de una evolución. Prescindir de ella nos convierte en
marionetas que desconocen los hilos que las mueven.
En España con el llamado lenguaje inclusivo se está rayando la idiotez en el lenguaje y debemos llamar a la cordura y hablar con propiedad gramatical respondiendo
al concepto de “participio activo”. “Un ente o una persona que influye es
influyente, ni influyenta ni influyento”. Por tanto, si el participio activo no
tiene género, menudo favor le estamos haciendo a nuestra lengua española, desde aquel improperio
de Aído con sus miembros y miembras…
El género gramatical se manifiesta en los sustantivos,
adjetivos, artículos y algunos pronombres. En los sustantivos y adjetivos
existe únicamente el morfema de género masculino y el de género femenino. El
género neutro se ha conservado en unas pocas palabras, como aquello, eso, esto,
ello, alguien, algo y lo.
Quizás el caos venga dado por la confusión al no tenerse conocimiento para saber distinguir los diferentes géneros... Es importante diferenciar: el género gramatical (categoría
que se aplica a las palabras), el género como constructo sociocultural (roles,
comportamientos, actividades y atributos que una sociedad determinada en una
época determinada considera apropiados para los seres humanos de cada sexo) y
el género de sexo biológico (rasgo biológico propio de los seres vivos).
Fotografía: Internet
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