Un sabio envolvió un huevo en un pañuelo, se colocó en el centro de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí y dijo:
—¡Quién descubra lo que está envuelto en este pañuelo recibirá de regalo el huevo que está dentro!
Las personas se miraron, intrigadas, y respondieron:
Las personas se miraron, intrigadas, y respondieron:
—¿Cómo podemos saberlo? ¡Ninguno de nosotros es adivino!
Él insistió:
—Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente. Es un símbolo de fertilidad y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos.
Todos los habitantes pensaban que lo que tenía en sus manos era un huevo, pero la respuesta era tan obvia que ninguno quiso pasar vergüenza delante de los otros. El hombre preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio. Entonces, el sabio abrió el pañuelo y mostró a los allí presentes el huevo diciendo:
—Todos vosotros sabíais la respuesta y ninguno osó traducirla en palabras.
Y concluyó:
—Así es la vida de aquellos que no tienen el valor de arriesgarse.
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