jueves, 27 de septiembre de 2018

Amigos imaginarios


¿Amigos imaginarios? No se asusten. Solo existe en su imaginación pero, habla con él, juega con él e incluso le invita a sentarse a la mesa. Aunque pueda parecer una actitud extraña, tener un amigo imaginario no es patológico ni tiene por qué suponer un problema. De hecho, muchos niños tienen uno. 

Un niño invisible que nunca duerme y ve la televisión toda la noche, un esquirol o un oso de peluche que sabe todas las respuestas son solo algunos ejemplos de amigos imaginarios. Azucena Díaz, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil y Lefa S. Eddy, secretaria de esta organización que pertenece a la Asociación Española de Pediatría, señala que el tipo de amigos imaginarios que suelen tener los niños son compañeros con los que compartir sus fantasías o héroes con poderes especiales.


La autora subraya que se ha encontrado una estrecha relación entre la existencia de amigos imaginarios y la capacidad de los niños para comprender las emociones y la mente de los otros. Del mismo modo, The Raising Children Network, una plataforma amparada por el Departamento de Servicios Sociales del Gobierno de Australia, indica que no hay evidencias de que los niños con amigos imaginarios carezcan de habilidades sociales o tengan problemas emocionales.

“Los niños con amigos imaginarios pueden ser más sociables, menos tímidos y mostrar más empatía cuando juegan con otros niños. De hecho, un estudio mostró que los adultos que tuvieron amigos imaginarios en la infancia sintonizaban mejor con las necesidades de otras personas”, apunta esta entidad. En este sentido, las doctoras Díaz y Eddy explican que el juego simbólico es esencial para el desarrollo de habilidades cognitivas, lingüísticas, emocionales y sociales y el amigo imaginario forma parte de dicho juego simbólico. 

“Se considera que el niño que crea un amigo en su fantasía tiene mayor capacidad para comprender las emociones y las creencias de los demás. Es decir, tiene mayor capacidad de empatía, lo que le va a facilitar su interacción social”, detallan. Asimismo, “el niño con un amigo imaginario va a desarrollar más su lenguaje interior, lo que favorecerá un mejor desarrollo de sus capacidades lingüísticas y narrativas”, destacan. El hecho de que un niño tenga amigos imaginarios no revela ninguna carencia. “Puede que algún niño cree un amigo imaginario para compensar sus carencias afectivas, pero la mayoría de los niños con amigos imaginarios tienen un desarrollo normal de la fantasía y de la imaginación infantil”, describe la doctora Díaz. 

La experta aclara que la razón por la que se ha relacionado a los amigos imaginarios con la carencia afectiva es porque los primeros estudios se hicieron con niños institucionalizados, sin incluir un grupo de control de niños pertenecientes a la población general. Respecto a la cantidad de niños con amigos imaginarios, la mayor parte de los estudios calculan que alrededor del 30% de los niños tiene un amigo imaginario. No obstante, algunos autores hablan de más del 60%. 

Según explica la doctora Eddy, aunque se han encontrado personas que en la adolescencia temprana y media tienen un amigo imaginario al que hablan o del que escriben en sus diarios, la edad habitual para tener amigos imaginarios es la etapa del desarrollo del juego simbólico, que comienza hacia los dos años y finaliza alrededor de los siete. "El juego simbólico es la capacidad de realizar representaciones mentales y jugar con ellas como, por ejemplo, coger un móvil e imitar estar hablando con alguien”, precisa. 

Este amigo imaginario que puede “tomar la forma” de una persona o de un animal, robot, personaje, etc, nos puede dar muchas pistas sobre lo que le gusta o no le agrada a nuestro hijo. Claro, porque los niños depositan en estos amigos imaginarios todas sus frustraciones, sus deseos y sus elecciones. Si al amigo invisible de tu pequeño no le gustan el brócoli, probablemente el niño prefiera comer otra cosa y no sabe de qué manera decirlo. Puede que con paso del tiempo los amigos imaginarios cambien de forma y de nombre o bien se “sumen” nuevos integrantes al equipo. 

Cuando los peques cumplen dos años tienen la capacidad para desarrollar lo que se conoce como “juego simbólico”. Esto quiere decir que fantasean e imaginan cosas. Juegan a la comidita, a la mamá, a ser astronauta o súper héroe, llaman por teléfono de juguete a los padres, etc. No es necesario que los padres hagan nada, ni tienen porqué asustarse si su hijo les habla de un amigo imaginario, sino disfrutar de que están llevando a cabo sus habilidades imaginarias, que luego se podrán reforzar con la lectura de libros o ciertas clases intelectuales o artísticas. 

Y de la misma forma que llegan, también se van. En el momento en que el pequeño alcanza cierta madurez y el niño se da cuenta de que ya no lo necesita, el amigo toma su maleta invisible y se va por el mismo camino que utilizó para aparecer. Ahora, que si ese amigo imaginario le produce al niño malestar e inquietud, entonces deben consultarlo con su pediatra. 

Verdaderamente, en una casa llena de niños sobran los amigos imaginarios. Los hermanos son los mejores compañeros de juegos imaginarios; desde la mañana a la noche no hay espacio para el aburrimiento, el alboroto y griterío se adueña de los sueños y fantasías de las estancias donde habitan.

"Me gustaba la ilusión de tener una amiga. Alguien que todavía no era capaz de imaginar, pero que buscaba a otro Alguien a quién amar". Francesc Miralles "El cuaderno de aroha" (2013).

Fotografía: cherylholt

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