viernes, 7 de septiembre de 2018

Sacude la soledad

Sacude la soledad, porque puedes acabar sola como una piedra a la que nada puede decirle la corriente de las almas y el palpitar del mundo.
Triste esa soledad que te nubla y no ves necesidades, ni oyes lamento, ni te sacude la sed de vivir; esa
soledad no es física, es de espíritu, de alma... 
A veces, rodeados de seres sentimos frío, y rodeados de ausentes queridos, sentimos un gran calor.
A veces, el encuentro de dos soledades produce compañía y la presencia de dos que se repelen produce soledad.
A veces estás desabrida, te rinde la nostalgia y vives una desesperada soledad que no sabes curar, pero te ocultas para saborear sola tus lágrimas. 
Que no te tengan que recordar tu deuda de amor con los demás, ni tu deber de caridad para el mundo, esos recuerdos agrandará tu soledad, aun queriendo olvidarte de ella.
Llorarás sola en tu almohada, porque ningún amigo hará girar el tono de tus recuerdos.
Te aprieta el corazón un mundo donde la gente va en tropel de un lado a otro, porque a veces la soledad es mundo, gente, superficialidad, aturdimiento.
Solo la verás huir cuando enciendas tu propia luz, modeles tus propias raíces y aprendas la lección y el prodigio del cotidiano vivir. 
La soledad más amarga es la de dos esposos en techos distintos.
La soledad más persistente, la del vacío de uno y la ternura de otro que no saben encontrarse.
La soledad más desesperante, la de las manos que se atraen por su tibieza y se separan por su orgullo. Si le faltan a tus manos la calidez del contacto, además de soledad sentirán aridez y sequía. 
Cuando te sumes en la soledad, todo es inútil...
Como un pincel estático, sin inspiración, sin deseos, sin ganas, sin nada.
Como un paisaje desolador, desnudo, sin flores, sin hojas, sin nudos, sin pájaros, sin nido.
Un pincel que torna oscuros todos los colores del universo.
La soledad debilita valores, bases y columnas.
Algunas fisuras debes tener, algunos espacios vacíos, algunas rendijas abiertas, algún resquicio por llenar, cuando se te ha infiltrado tanto desperdicio, tanta inercia y tanta soledad. 
La soledad no deprime; lo que deprime es amurallarse en ella.
Los achaques y las penas no aplastan; lo que aplasta es nuestra mente, que los agranda hasta que nos caen encima como un manto tupido e impenetrable de soledad.
Las limitaciones no destruyen; lo que destruye es no querer lidiar con ellas y rendirse en nombre de la soledad.
Sacude la soledad, porque el mundo necesita tus hombros para cruces más pesadas que las tuyas.
Necesita tus ojos para lágrimas más tristes y más amargas que las tuyas.
Necesita tus manos para socorrer necesidades más imperiosas y más apremiantes que las tuyas.
Necesita tus palabras para que alguien reviva; tus brazos para que alguien se sostenga y tu ternura para que alguien se acuerde de que existe el amor. 
La soledad es la filosofía de lo negativo, donde la noche no tiene amanecer, la jaula no tiene llave y la tierra no tiene flores.
La soledad es tu propia conciencia que aplasta tu corazón, libérate con buenas acciones no con venganza.
La soledad es como el sollozo de la sonrisa, el muro de la esperanza y el enfriamiento de la emoción.
La soledad lesiona el alma, nubla la inteligencia, oprime el corazón y endurece la vida. 
No arrastres la soledad que te deja como muerta, mientras en la tierra todo florece, palpita y canta.
No dejes escapar la felicidad huyendo como una paloma acorralada y con frío, sin otra salida que la depresión. 
Sacude la soledad que ese pozo hondo no te deja ver la luz, y ama un poco más y un poco mejor.
No te vacíes, aletea que hay sueños para todos las edades.

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