sábado, 15 de septiembre de 2018

El comportamiento humano


Lo primero que tenemos que hacer para analizar a fondo el término comportamiento es establecer su origen etimológico. Y en este sentido, tendríamos que resaltar que emana del latín pues está conformado por las siguientes partes claramente delimitadas: el prefijo "con" que es equivalente a "completamente"; el verbo portare, que es sinónimo de "llevar"; y el sufijo "miento" que puede traducirse como "instrumento".

El comportamiento es la manera de comportarse (conducirse, portarse). Se trata de la forma de proceder de las personas u organismos frente a los estímulos y en relación con el entorno. Es importante y fundamental establecer el que todo comportamiento está influenciado por una serie de elementos. En concreto, se estipula que aquel estará marcado tanto por la cultura que tenga la persona en cuestión como por las normas sociales existentes en su entorno o la actitud que presente en todo momento. No obstante, no menos relevante es el hecho de que el comportamiento de cualquier ciudadano también está influenciado por sus creencias y por la genética. Elementos todos ellos que también influirán en mayor o menor medida en la acción de una persona en función de la edad que tenga.

Así, por ejemplo, en el caso de los niños hay que subrayar el hecho de que actúan de un modo determinado en base a una serie de factores lógicos como son los siguientes: los propios comportamientos de sus progenitores y la relación que mantienen con ellos, los problemas de audición, la capacidad para controlar su actitud… Existen distintos modos de comportamiento, de acuerdo a las circunstancias en cuestión. 

El comportamiento consciente es aquel que se realiza tras un proceso de razonamiento. Un ejemplo de este tipo de comportamiento es saludar a un conocido cuando lo vemos en la calle. 
El comportamiento inconsciente, en cambio, se produce de manera casi automática ya que el sujeto no se detiene a pensar o a reflexionar sobre la acción (como rascarse tras una picadura de mosquito).
El comportamiento privado tiene lugar en la intimidad del hogar o en soledad. En este caso, el individuo no está sometido a la mirada de otras personas. 
El comportamiento público es lo contrario, ya que se desarrolla frente a otros seres humanos o en espacios compartidos con el resto de la sociedad. 
Para la psicología, el comportamiento es todo lo que hace un ser humano frente al medio. Cada interacción de una persona con su ambiente implica un comportamiento. 

Cuando dicho comportamiento muestra patrones estables, puede hablarse de una conducta. Es posible hablar de buen comportamiento o mal comportamiento, según cómo las acciones se puedan enmarcar dentro de las normas sociales. Un niño se comporta mal cuando no obedece a sus padres y no cumple con aquello que se le ordena. Por lo general, el mal comportamiento genera un castigo por parte de la autoridad social (los padres, los maestros, un juez, etc.). 

Además de todo lo expuesto tendríamos que dar a conocer la existencia de lo que se conoce como ecología del comportamiento. Se trata de un término que se utiliza para dar a conocer a la ciencia que se encarga de llevar a cabo el estudio de lo que es la conducta animal teniendo como eje vertebrador la evolución. 

Según un experimento sobre el comportamiento humano, se reduce a cuatro los tipos de comportamiento humano. 
Dilema. ¿La mente tiene la clave de todo? Y ¿el corazón, qué papel juega? 
Envidiosos, optimistas, pesimistas o confiados son las cuatro actitudes resultantes de un estudio enmarcado en la teoría de juegos. 

Según cuentan, investigadores de varios centros españoles han hecho un experimento con 541 personas a las que han puesto a jugar (juegos de dilemas sociales) para conocer y clasificar su comportamiento, y han concluido que en términos generales los humanos somos envidiosos (30%), optimistas, pesimistas o confiados. 

El experimento se hizo en 2014 en Barcelona en una feria de juegos de mesa (DAU) organizada por el ayuntamiento, y los resultados de la investigación se publicaron en Sciences Advances. Este trabajo se enmarca en la teoría de juegos, una rama de la matemática con aplicaciones en sociología o economía, que examina el comportamiento de las personas, en este caso los jugadores, que tienen que tomar decisiones ante un dilema; decisiones cuyo beneficio para quien las toma está en función de las acciones elegidas por el adversario. 

En los juegos de dilemas sociales se confronta el interés individual al colectivo y hay muchos, uno de los más conocidos es el dilema del prisionero, donde dos sospechosos de un delito tienen que elegir, por separado, entre las propuestas de la policía: si uno confiesa y el otro no, el que confiesa sale libre y al compañero le caen 10 años de prisión, pero si ambos confiesan ambos van a la cárcel seis años. Si los dos sospechosos callan, serán encerrados solo seis meses. Chico dilema…

Este es uno de los juegos que se usó en Barcelona, confirma a Efe Ángel Sánchez, de la Universidad Carlos III de Madrid y uno de los firmantes de este trabajo, junto a científicos de la Universitat Rovira i Virgili, la Universidad de Barcelona y la de Zaragoza. Por lo tanto, los participantes jugaron a éste y a otros 19 dilemas sociales con el incentivo, además, de ir ganando dinero. 

Matemáticas para clasificar los comportamientos. Una vez completados, los investigadores aplicaron un algoritmo, que fue el encargado de clasificar el comportamiento de los participantes -la idea de usar las matemáticas fue la imparcialidad, según Sánchez, para quien «los humanos vemos patrones en todo»-. 

Así, el ordenador resumió los comportamientos en un pequeño grupo: envidiosos (30%, siempre quiere quedar por encima), optimistas (20%, decide pensando que el otro va a escoger lo mejor para ambos), pesimistas (20%, elige la opción menos mala porque cree que el otro le fastidiará) y el confiado (20%, coopera siempre). 

Hay un quinto grupo, con un 10%, que el ordenador no pudo clasificar de acuerdo a un comportamiento claro. Sánchez lo explica con un juego concreto: dos personas pueden cazar ciervos, pero juntas, solas solo cazarían conejos. 

El envidioso elegiría cazar conejos, porque como mínimo estará igual al otro o mejor; el optimista escogería cazar ciervos porque es lo mejor para los dos; el pesimista, conejos porque así se asegura que tiene algo; y el confiado coopera y cazaría ciervos. 

Tratar de contestar qué mueve el interés colectivo o individual es útil para la gestión de negocios y organizaciones o formulación de políticas, a través de la mejora de simuladores del comportamiento humano, pero no solo, también sirve para abrir la puerta a mejorar las máquinas, a hacer «robots más humanizados», concluye Sánchez. 

Ya lo dijo Goethe: “El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen”.

Fotografía: cherylholt

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