Reciprocidad, del latín reciprocĭtas, es la correspondencia
mutua de una persona o cosa con otra. Algo recíproco es aquello que se hace
como devolución, compensación o restitución. Cuando una persona ayuda a otra,
luego recibirá lo mismo de su parte como compensación o agradecimiento.
Las relaciones humanas se basan en gran medida en la
reciprocidad, los vínculos personales, económicos, incluso políticos, se
desarrollan según los intercambios realizados. Es un dar y recibir continuo,
por tal razón también se relaciona con la solidaridad o restitución.
No es malo pedir reciprocidad, honestidad, atención responsabilidad afectiva. Es lo mínimo que todos merecemos… La reciprocidad es uno de los cimientos de nuestras relaciones, y se puede considerar como un valor social que se refiere e invita al crecimiento personal; ser agradecido y retribuir eso que se recibió para la misma persona u otra. Es decir, se generan beneficios entre los individuos al saber que se garantizan los recursos por ambas partes en un momento determinado.
Vivimos en una sociedad donde tendemos a medir todo lo que damos y también lo que nos parece justo recibir en función de lo que hemos entregado. Pasamos mucho tiempo valorando lo que los demás nos devuelven a cambio de nuestra entrega. Hemos convertido la reciprocidad en una moneda de cambio.
Y probablemente esto nos hará sufrir, ya que con frecuencia
descubriremos que recibimos menos de lo que creemos dar, algo que puede hacer
que nos sintamos injustamente tratados e insatisfechos con las relaciones interpersonales.
La reciprocidad no es sufrimiento si descubres el gran potencial que tiene para
permitirnos disfrutar de las relaciones, así como de nuestra entrega a los
demás.
Decir que hay diferentes tipos de reciprocidad. La
reciprocidad es un proceso de intercambio donde se busca obtener un beneficio
mutuo. Básicamente, establece que, si alguien hace algo por ti, debes
devolverle el favor. El proceso de socialización juega un papel importante en
el desarrollo de esta necesidad de reciprocidad. A través de la experiencia,
aprendemos a compartir con los demás y a ser recíprocos.
Que lindo lo mutuo: querer y que te quieran, dar y recibir, escuchar y que te escuchen, sonreír y que te sonrían, extrañar y que te extrañen... La reciprocidad implica intercambios generalizados dentro de familias o amigos. No hay expectativa de un favor devuelto: las personas simplemente hacen algo por otra persona basándose en la suposición de que la otra persona haría lo mismo por ellos. Este tipo de reciprocidad está relacionado con el altruismo. Hay diferentes tipos de reciprocidad...
Reciprocidad equilibrada: este tipo implica un cálculo del
valor del intercambio y la expectativa de que el favor se devolverá dentro de
un período de tiempo específico.
Reciprocidad negativa: esta forma de reciprocidad ocurre
cuando una de las personas está tratando de obtener más que la otra persona.
Vender un artículo muy necesario a un precio inflado es un ejemplo de
reciprocidad negativa.
No pidas de los demás lo que no das... Tendemos a esperar de los demás, como mínimo, lo mismo que
les hemos dado: esto nos trae sufrimiento, ya que pocas veces nos sentimos
correspondidos. Sentiremos frustración o que nos utilizan, ya que no han sabido
devolvernos tanto como esperábamos de ellos.
El hecho de esperar algo de los demás, muchas veces de una
determinada forma y manera, y no ver cumplidas nuestras expectativas puede
suponer una dura decepción. Puede hacer que nos replanteemos el hecho de seguir
dando y empecemos a mirar con buenos ojos la alternativa de ser más conservadores.
“La amistad es una relación de reciprocidad”. Anónimo
En muchas ocasiones, lo que nos motiva a dar algo a los
demás, es un interés por su bienestar. Queremos que estén bien, que no les
falte de nada, etc. En principio, podríamos afirmar que no pretendemos nada
más, que no buscamos nada más.
Sin embargo, en aquellas situaciones en las que nos
encontramos mal o nos hace falta un apoyo, al percibir la falta de respuesta,
nos sentimos aún más tristes. De esta manera, empezamos a pensar que lo que
obtengamos es independiente de lo que ofrezcamos.
De alguna manera subconsciente, creemos que "si miramos por
los demás, ellos acabarán mirando para nosotros" y es esta una creencia errónea
que nos llevará hacia el sufrimiento y los conflictos en las relaciones
interpersonales. Ya que, hemos comprobado una y mil veces que esto no es así, aunque
estemos convencidos de que "debería ser así" y por ello sufrimos.
Es mucho más sano mirar por uno mismo, sin esperar nada de
los demás; por tanto, sin pretender agradar para conseguirlo. Por supuesto,
esto no quiere decir que no vayamos a mirar por los demás, lo haremos si así lo
queremos, pero evitando poner como condición en nuestra mente recibir algo a
cambio.
Así, la satisfacción de dar a los demás se convertirá en el
único motivo para hacerlo y en el motor principal de la reciprocidad, que seguirá
actuando, pero ya sin ser una tortura para nosotros cuando esta no se cumple o
se cumple de una manera distinta a la que pensamos.
Tengo derecho a la reciprocidad, significa, permitirme recibir lo que otros quieran darme, disfrutando de ello. Si no esperamos nada de nadie, la gratitud y la satisfacción serán máximas. De esta forma, entendemos que la reciprocidad, es un acto de libertad y que corresponde a cada persona decidir qué quiere dar, cuándo y cómo. Y solo desde el respeto hacia las decisiones de los demás podremos disfrutar plenamente de los beneficios de la reciprocidad.
Ingrato es quien niega el beneficio recibido; ingrato es
quien lo disimula, más ingrato es quien no lo devuelve, y mucho más ingrato
quien se olvida de él. Séneca
Cada persona decide si dar algo o hacer algo por los demás; si esto es así, nadie debe nada a nadie, ya que somos libres y no tenemos la obligación de corresponder, como tampoco la tienen con nosotros. De esta forma, dejaremos de medir lo que los demás nos dan, porque solo forma parte de su decisión y no tienen obligación a darnos, aunque nosotros ya lo hayamos hecho con ellos. De la misma manera dejaremos de sentirnos obligados o en deuda por devolver lo que nos dieron a nosotros.
En el equilibrio de las relaciones interpersonales, cuando respetamos las decisiones de los demás descubrimos otra forma de entender las relaciones. Sin embargo, es muy probable que recibamos mucho de personas que no esperábamos y probablemente, estas personas no serán las mismas a las que nosotros les dimos o aportamos algo. En las relaciones cuando el equilibrio existe de forma natural, se manifiesta espontáneamente y por eso no nos debe sorprender que sin esperar nada, recibamos mucho. Así, la reciprocidad se convierte en un instrumento de intercambio espontáneo, de satisfacción y agradecimiento.
No es falta de cariño, es ausencia de reciprocidad... Con la reciprocidad, bien entendida, dice la psicóloga Gema Sánchez Cuevas, nos sentiremos más
libres y más dueños de nuestras propias decisiones, aceptando y agradeciendo lo
que otros quieran regalarnos. Comprendiendo la reciprocidad de esta manera nos
estaremos permitiendo disfrutar de las relaciones y de todo lo que somos
capaces de dar en ellas.
Fotografía: Internet
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