sábado, 18 de marzo de 2023

El arrepentimiento

 


"He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados". Así arranca el poema titulado "El Remordimiento", escrito por Jorge Luis Borges. En estos primeros versos, se intuye el sentimiento de pesar que nace en una persona cuando sabe que ha hecho algo que no está bien.

El arrepentimiento es el pesar que una persona siente por algo que ha hecho, dicho o dejado de hacer. Quien se arrepiente cambia de opinión o deja de ser consecuente con un determinado compromiso.

El arrepentimiento nos fortalece y nos anima a empezar de nuevo.  Muchas veces nos agredimos a nosotros mismos por errores que hemos cometido en el pasado, acciones que afloran a la memoria y nos remuerde la conciencia y arrepentidos nos preguntamos "¿Por qué lo hice?" Aunque en muchos de los errores no hay culpa, cuando sucede sin premeditación. Otra cosa es que se actúe premeditadamente…

El remordimiento siempre nos lleva al arrepentimiento. Hay que decir que el remordimiento es el rechazo a nuestros errores y eso nos limita, nos angustia y nos encierra en nuestro orgullo herido. Para sanar de verdad, es necesario reconocer el error y aceptarse a sí mismo.

En cambio, el verdadero arrepentimiento nos hace levantar los ojos hacia Dios para reconocer su amor que nos espera, que perdona "setenta veces siete", que nos quiere vivos y felices, que nos regala siempre una nueva oportunidad. Por eso el arrepentimiento, en lugar de debilitarnos nos fortalece para empezar de nuevo; en lugar de paralizamos nos lanza hacia adelante.

¿Es posible perdonarse a uno mismo? Perdonarnos a nosotros mismos es uno de los mejores regalos que podemos hacernos a lo largo de la vida. Nos proporcionará paz y contribuirá en gran medida a nuestro equilibrio emocional, explica la psicóloga Montse Armero.

Perdonarse a uno mismo no es una tarea sencilla: requiere humildad, paciencia, una compasión profunda y sentir amor incondicional hacia nuestro ser. Sin embargo, es esencial que aprendamos a llevarlo a la práctica si realmente queremos estar en paz con nosotros y con los demás.

La mayoría de las personas hemos cometido errores a lo largo de nuestra vida, pues eso forma parte de la experiencia vital. Aunque muchas de las veces hubiéramos deseado haber actuado de forma diferente y pensamos que, si tuviéramos una nueva oportunidad, procederíamos de otro modo.

¿Es inadecuado sentir culpa? La culpa es un mecanismo de acción básico en nuestro aprendizaje. Guía nuestra conciencia y nos impone límites que nos muestran si nuestras motivaciones y conductas son adecuadas o no. Según el teórico de la personalidad de Erik Erickson, desarrollamos ese sentimiento de culpa sana hacia los tres años de edad. En caso de no desarrollarla y no haber interiorizado un código ético y moral, podemos tener muchas dificultades a la hora de relacionarnos con los demás. De hecho, la ausencia de culpa es una de las principales características de los psicópatas.

Sentir culpa cuando hemos actuado de forma errónea es un buen indicador. Significa que somos conscientes de que hemos hecho algo mal. Y esa emoción es la que nos puede llevar a enmendar la situación, sea disculpándonos o realizando otra acción que resuelva el malestar.

El problema radica cuando nos sentimos culpables por acciones o decisiones tomadas en el pasado, y dejamos que algo que ya pasó nos atormente una y otra vez, entrando en un círculo vicioso. Ese bucle no nos permite vivir plenamente el presente y nos ata a un pasado no resuelto.

¿Qué significa perdonarse a uno mismo? Perdonarse a uno mismo no significa justificar una conducta inadecuada ni tampoco dejar de sentir remordimientos. Quiere decir que tenemos que reconocer las emociones negativas que ello nos genera y, aun así, intentar que pierdan fuerza en nuestro presente.

Perdonar es un proceso progresivo, no sucede de golpe, especialmente si el acto a perdonarnos es complejo. Habrá personas a las que les lleve años sanar completamente sus heridas, y en cambio a otras les resultará más sencillo.

Para perdonarnos es necesario cambiar nuestra percepción de la situación vivida. Por ello, debemos darnos permiso para avanzar y superar aquello que sucedió, viviendo el presente en paz y abriéndonos a un futuro sin dolor. Para eso es necesario ser honesto y reconocer la verdad. Si hemos hecho algo mal, es mejor no engañarnos. Entrar en contacto con los sentimientos más profundos que motivaron ese comportamiento: saber qué nos llevó a actuar de esa manera es un buen paso para no repetir el mismo error en el futuro.

Amarnos significa aceptarnos con nuestros dones y virtudes, pero también con nuestros defectos y errores. Pedir disculpas es un gran paso adelante en caso de haber hecho daño a alguien, sea de forma consciente o inconsciente. Eso sí, deben ser unas disculpas profundas y sentidas desde el corazón. Además, deben ser sin expectativas, ya que pedir perdón no significa que la otra persona nos perdone inmediatamente. Lo que sí facilitará es nuestro proceso de sanación y puede que también el de la otra persona.

Perdonarse a uno mismo es un proceso. Es un camino que transitamos en el que vamos dejando atrás el dolor para abrirnos a vivir un presente y un futuro sin sufrimiento. El camino es un aprendizaje y debemos aprender a aceptar que en cada una de las etapas de la vida procedemos según nuestro grado de conciencia. Si en el pasado no actuamos de manera adecuada, posiblemente fue porque no sabíamos hacerlo mejor o porque no supimos controlarnos.

Y es precisamente en el proceso de sanación cuando nos damos cuenta de que ya no estamos en la fase donde erramos y que gracias a esa equivocación hemos podido evolucionar. Ello debería permitirnos avanzar de forma más liviana y compasiva hasta conseguir estar en paz con nosotros mismos, y resarcir a quienes hemos perjudicado con nuestras palabras o acciones. Está claro que cuando hacemos daño somos conscientes que hemos dañado y responsables del mal ocasionado, por tanto, cuando tomas conciencia de tus actos, primero debes perdonarte por tu mal proceder y arrepentido debes acercarte a la persona que has hecho daño y pedirle su perdón, para así librar tu conciencia y quedar en paz, pero si solo te lamentas y te culpas, y no pides disculpas, no avanzas nada.

El arrepentimiento es un don dado por la gracia de Dios, igual como la fe es dada por la gracia de Dios. Pues, siendo conscientes de nuestro arrepentimiento, pidamos a Dios Padre que nos alcance con su misericordia y perdone nuestras faltas, para que podamos perdonarnos a nosotros mismos y no nos quedemos anclados en el pecado, y podamos recuperar la dignidad y marchemos decididos hacia adelante, en paz y en gracia.


Fotografía: Internet


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