En este momento de mi vida no trato de impresionar a nadie,
simplemente soy una persona agradecida que ha aprendido de las experiencias de la vida…
Puede ser que haya tomado mucho tiempo el darme cuenta de que
la opinión más importante en relación a mi vida es exclusivamente la mía y la de
mis padres, y que los demás aun cuando puedan quererme, apreciarme y desear lo
mejor para mí, solo ven mi vida desde su punto de vista y opinan desde lo que
ellos consideran y esto en el caso de que me quieran bien…
Luego están aquellas personas envidiosas, rencorosas y que suelen estar dentro de la familia, que solo esperan que des un paso
para juzgar y criticar, y si no das ese paso se lo inventan. Esos que a pesar de la sangre, no tienen consideraciones para distorsionar mi vida con acciones que no he cometido para perjudicar, porque se creen con derecho, ese derecho de manchar mi prestigio para sobresalir ellos… Y para ser sincera algo de
mí siempre pretendió no darles argumentos a estas personas, pero luego entendí
que no dependía de lo que yo hiciera, que sus actitudes solo estaban
determinadas por lo que esas personas eran, no por lo que yo hacía. Siempre
encontrarían el motivo, la mancha en mi vida que según ellos podrían usar para
volcar sobre mí lo que sólo habita en su interior.
A veces la sensibilidad hace que la actitud de los demás
marque tu vida, y es solo en ese momento que abres los ojos y te das
cuenta de que no importa si hablan o no de ti, si las demás personas están de
acuerdo o no con lo que haces o dejas de hacer. Lo realmente importante es que
tú te sientas conforme, tranquila en paz y a gusto con tus acciones, que aún cuando te equivoques, sin maltratarte ni maltratar a nadie, puedas
rescatar la lección, puedas enmendar tus errores cuanto te sea posible y puedas
seguir adelante con la cabeza en alto.
No vine al mundo, como tampoco lo hizo ninguna otra persona a satisfacer a los demás, ni a dar de qué hablar. Si alguien considera que mi
vida es parte de su entretenimiento, solo pido que solo sea una parte pequeña y
que no dedique gran parte de su vida a juzgar la de los demás… Y aunque no es
mi problema, hoy en día siento compasión por esa gente que con su manera de ser, siempre
encuentra argumentos con los que destruir a los demás y con
esa actitud demuestran que los destruidos son ellos, pero como son poseedores
de la peor catadura moral, te arrastran a la altura de su condición, porque pretenden
que seas como ellos y te ponen en el disparadero.
Hoy no trato de impresionar a nadie, no trato de comportarme
como los demás esperan, hoy me acepto como soy y desde ese punto de plenitud, ético y moral, decido vivir mi vida con las experiencias que quiero y de la mejor manera que
considere que puedo hacerlo. No me comparo con nadie, solo trato cada día de
ser la mejor versión de las enseñanzas de mis padres y con eso ya sé que estoy
dando lo mejor de mí misma. Las vicisitudes de la vida son imprevisibles y no nos lo pone fácil, pero a través de la fe recibo las fuerzas necesarias para no perder la esperanza que ilumina el camino que me lleva al encuentro del amor de los amores. Los que me quieren lo hacen por quién realmente
soy, y los que no quieren quererme aunque debieran quererme, les deseo que encuentren la paz y al final de la etapa terrena, posiblemente tendremos una oportunidad para que la verdad se manifieste y ponga a cada cuál en su lugar.
Decía Santa Teresa que: La verdad padece, pero no perece y ante Dios prevalece.
Tengo sed de amor, de verdad, de abrazos, de aire libre. Tengo
sed de sueños que no se rompan, de salud, de paz. Sed de abrazos que no se limiten. Sed de
alegrías que alejen la tristeza. Sed de esperanza cuando todo parece
complicarse. Sed de luz cuando reina la noche. Y sed de compañía cuando la
soledad muerde muy dentro.
Tengo sed de infinito cuando araño los límites de mi propia existencia. Tengo sed de cielo mientras recorro los caminos. Tengo sed de un pozo del que beber agua sin volver nunca a tener sed. Tengo sed de almas que me den confianza. Tengo sed del regazo de mi madre, sed del calor de mi padre, sed de aquel hogar bullicioso, alegre y estable con hondas raíces. Siento sed de calma en el fuerte bullicio de la vida. Y sed de la luna cuando todo es oscuro.
Tengo sed de un sol que ahuyente las sombras. Sed de esas
palabras que me hablen de sueños. Sed de música suave que calme mis miedos y
apague los gritos que lanza mi alma. Tengo sed del verdadero amor, sed de sus abrazos y su voz que calma.
Tengo sed de palabras que siempre se comprendan. De silencios
que acojan. De presencias que llenen de alegría la vida. Sed de mi pasado y de
mi futuro, porque el presente quema y duele por dentro.
Nací con sed, sed aún sin saciar y esa sed es parte de mi
piel, nunca dejaré de sentirla muy dentro. Pero no me canso por ello de buscar
pozos. Lejos o dentro. A la orilla del camino o al final del mismo. Fuera de mí
o en lo más escondido de mis sueños. Pozos que conozco y pozos que he olvidado.
Llegaré al brocal cada mañana con rostro sediento, y suplicaré agua para seguir
andando. El sol es tan fuerte y todo está tan seco, que padezco la sed de este tiempo
único, extraño y difícil que vivo. Voy en la misma barca con todos los que sufren
mis mismas penurias.
He visto que la vida a veces nos falla, no todo sale tan bien
como se espera y los planes se desvanecen, porque los planes funcionan en
equipo y cuando alguien del equipo rompe con el plan, todo se desmorona y se
rompen cadenas y ya nada será igual. Aquí sigo caminando con sed y dolor en los
pies, sin avanzar mucho, aunque lo suficiente para conectar con mi ser. En
la soledad puedo horadar la tierra de mi alma. En el silencio puedo callar
todas las voces que parecen requerirme para reprimir mi sed. Pero el agua pura
que necesito viene de lo hondo de mí, de lo hondo de mi fe y que mana de la
fuente del Corazón de Jesús, la verdadera agua que aplaca todas las sed.
Vivir la vida se trata de estar en ella, de sentirla, de
experimentar, de aprender de nosotros mismos, de los demás, de permanecer, de
mantener, de aguantar las caídas, de fijar la vista en el horizonte, de disfrutar de las victorias,
de reír, de llorar, de compartir…
La vida pasa tan rápido que la niña de tirabuzones, casi en
un suspiro ya va agarrada al bastón que la sostiene en la última etapa de su vida.
Los cumpleaños cada vez se suceden más rápido, sumas años pero los años se van veloces
y la vida se olvida si no se cuenta, la cercana, la que ya vivimos ayer
mismo y, sobre todo, la que va quedando atrás y a veces nos parece un sueño, como
si fuera el argumento de un libro o una trampa de la propia memoria cuando
queremos recordar nombres, detalles, escaparates o conversaciones que se nos
escapan, o ese lugar que
queda fijado en la memoria igual que un faro que nos orienta en esos viajes alrededor
de nosotros mismos. Y a veces en la zozobra de la memoria vemos al barco a la
deriva, porque la brújula se atasca y no señala el horizonte que guíe a buen
puerto a ese barco con el que hemos navegado por nuestra existencia.
El arte de la vejez es arreglárselas para acabar como los grandes ríos, serena, sabiamente, en un estuario que se dilata y donde las aguas dulces empiezan a sentir la sal, y las saladas un poco de dulzura. Y cuando te das cuenta, ya no eres río sino océano. José Luis Sampedro.
Que rápido pasa el tiempo... Los años se agolpan y queda atrás
la niñez, esa etapa tan hermosa y alegre en el que buscamos la seguridad junto
a la falda de nuestra madre. Ese tiempo en el que vamos descubriendo la vida
con ojos de asombro y felicidad compartida. Ese tiempo en el que todo es mágico y maravilloso. Ese tiempo en que la inocencia te hace creer que todo el mundo es bueno...
Si pudiera, madre, volvería a tu vientre, para estar dentro
de ti, contigo y para siempre…
Hoy tengo sed de ti, mamá. Tengo sed del calor del vientre de esa madre buena. Sed de hogar familiar. Sed de compañía sincera. Sed de revivir vivencias y reavivar recuerdos. Sed de navegar dentro de mi alma para encontrar respuestas a preguntas y a preguntas respuestas. Sed de soñar de nuevo con una vida plena cuando siento que se acaba el tiempo, gracias que esta sed la calma Dios que me habla en el silencio y sosiega todos mis miedos, frente a esos sinsentidos que se interponen en el día a día, para que la vida tenga más alegrías, más verdad y más razón de ser.
En este momento de mi vida, apoyada en el hombro de mi madre, presiento que mis pasos se acercan al punto de partida y sin apego voy dejando que todo transcurra sin prisas, aceptando lo que toca y agradeciendo cada instante, y con la fuerza de la fe e iluminada la esperanza, va culminando el espacio tiempo que me queda por vivir...
Gracias a mis padres por tanto y por todo, a los que tanto quise y me quisieron, por sus enseñanzas en valores y por su ejemplo de vida. Gracias a todas esas personas que en mi andadura he conocido y hemos intercambiado ilusiones y alegrías, y también tristezas que de todo hay en la vida. Gracias por todas estas palabras que me han llegado al corazón y salen de mi corazón con la emoción compartida. ¡Gracias vida!
Fotografía: Internet
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