Ayúdame Señor, a buscar mi rostro,
a descubrirme por dentro,
a aceptarme como en realidad soy.
Ayúdame a aguantar mis miedos,
mis inseguridades,
a superar mis fracasos
y salir de mis derrotas.
Ayúdame a seguir adelante y no volver atrás,
a superar mis desánimos
y mis desilusiones.
Ayúdame a saber comenzar cada día: ¡Siempre!
Sálvanos, Señor, que se acaba la lealtad,
que desaparece la sinceridad entre los hombres;
no hacen más que mentirse unos a otros,
sus palabras son engañosas y halagadoras,
hablan con segundas intenciones en su corazón.
Sus noticias están llenas de mentiras
y sirven a los
intereses de unos pocos.
En la lengua tienen puesta su valentía,
confían a sus labios las malas intenciones.
Pero Tú, Señor,
has visto la opresión del humilde
y oyes el lamento del pobre sin defensa.
Levántate y líbranos de sus cadenas,
no dejes que nos engañen más...
Tus palabras sí que son palabras auténticas,
como plata limpia y refinada.
Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre
de quienes sólo buscan su interés,
de los que han hecho de la palabra
el arte de engañar a sus iguales.
Ayúdame, Señor,
para no desfallecer en el camino.
Ayúdame a saber comenzar cada día…