martes, 3 de noviembre de 2020

La casa de los abuelos


Cuando se cierra la casa de los abuelos... Pienso que uno de los momentos más tristes de nuestra vida llega cuando se cierra para siempre la puerta de la casa de los abuelos.

Esos encuentros con todos los miembros de la familia que enaltecen su linaje cuando se juntan como si de una familia real se tratase, llevando siempre por bandera a los abuelos, cómplices de todo.

Las tardes de alegría con tíos, primos, nietos, sobrinos, padres, hermanos e incluso novios pasajeros que se enamoran del ambiente que allí se respira. Ni siquiera hace falta salir a la calle, estar en la casa de los abuelos es lo que todo el mundo necesitaría para ser feliz.

Durante esos encuentros familiares de los domingos o en Navidad no llegas a pensar ¿y si esta fuera la última vez? Cuesta aceptar que los encuentros tengan fecha límite, que algún día el silencio se apodera de la casa y todo estará cubierto de polvo y las risas serán un recuerdo de tiempos mejores.

Los año pasan, encuentros tras reencuentros y sin darnos cuenta pasamos de ser niños abriendo regalos a sentarnos todos los adultos en la misma mesa, saboreando desde el postre del almuerzo hasta el aperitivo de la cena, porque cuando se está en familia el tiempo no pasa y el aperitivo es sagrado.

Las casas de los abuelos siempre están llenas de sillas, nunca se sabe si un primo traerá a la novia, a un amigo o al vecino, porque allí todo el mundo es bienvenido.

Saludas a la gente que pasa por la puerta, aunque sean desconocidos, porque la gente de la calle de tus abuelos es tu gente, es tu pueblo.

Cerrar la casa de los abuelos es decir adiós a las canciones con la abuela y a los consejos del abuelo, a las galletas a los caramelos a las monedas que te dan a escondidas de tus padres como si de una ilegalidad se tratase, a llorar de risa por cualquier tontería y a llorar por la pena de los que se fueron demasiado pronto.

Así que si tienes la oportunidad de llamar a la puerta de esa casa y que alguien te abra desde dentro debes aprovecharla cada vez que puedas, porque entrar ahí y ver a tus abuelos sentados esperando para darte un beso es la sensación más maravillosa que puedas sentir en la vida. Cuando ellos no estén se cierra la puerta de la casa y la familia muere un poco con ellos, y las relaciones se van distanciando y ya nada será lo mismo.

Si resulta que ahora os toca ser abuelos, nunca pierdan la oportunidad de abrir las puertas a tus hijos y a tus nietos y celebrar con ellos el don de la familia, porque solo en la familia es donde los hijos y los nietos encontrarán el espacio oportuno para vivir el misterio del amor a los más cercanos y a los que te rodean.

Queridos abuelos. Queridos padres… Para los que no están mis mejores pensamientos, un beso, un abrazo, un te quiero, un te echo de menos, un hasta luego, un te espero, un silencio prolongado en el tiempo. Hoy el pensamiento se alimenta de tantos recuerdos, mientras el alma se bebe las agrias lágrimas del desconsuelo.

Quien pasó por nuestra vida y dejó luz, ha de resplandecer en nuestra alma para toda la eternidad. 

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