sábado, 7 de noviembre de 2020

Bichos invasores


 

Habitamos un planeta lleno de vida: animales y plantas luchan por la subsistencia y el hombre, animal y rey de los animales, vive gracias y a costa de los animales y plantas. Ahora que hablando de animales…, yo me paso la vida dando gracias por vivir en el tiempo que vivo y dónde vivo.

Te cuento. ¿Te imaginas vivir en tiempo de los dinosaurios? Me aterra sólo pensarlo. Esos bichos enormes…, bichos no, moles impresionantes que levantan la pata y te aplastan. Ahora que vivir en la sabana africana entre tantas fieras acechando todo el día, tampoco es atractivo. Y las selvas tropicales nada me atraen. Sí, mucho canto de pájaros, pero deambulan miles de bichos que mejor poner tierra de por medio. 

Por eso damos gracias, porque vivimos en nuestra casa tranquilos, lejos de las fieras y de los bichos que reptan. ¿Tranquilos? Bueno, siempre te puedes topar con una araña o una cuca, aunque la canción dice que la cucaracha ya no puede caminar, pero la verdad es que corren que vuelan. Pero eso no es nada, porque resulta que la tranquilidad se sobresalta al saber que vivimos rodeados de bichos, la fauna más peligrosa con la que convivimos no se ve. Microbios, virus, ácaros, bacterias, no se ven porque son invisibles a nuestra vista, pero cascan y nuestras casas y nuestros cuerpos están invadidos por esas diminutas criaturas, que no molestan por maldad sino porque tienen que vivir, y como todo, unos benefician y otros perjudican.

Te hablan de bacterias y piensas en el baño.  Claro, como la función del baño es la que es, pero mira por dónde…, en la cocina se encuentran en más cantidad. ¿Dónde? En el estropajo. Sí, tú friegas con jabón y agua caliente y crees que todo queda como una patena, ¡te equivocas!

Que te encuentras con un amigo y tan contestos nos damos un apretón de manos, pues en ese cordial gesto nos intercambiamos millones de bacterias que viven en nuestras manos.

Ahora que, por mor de los bichos, las muestras de amor sí que son arriesgadas… Llega tu cariñosa pareja con ganas de achucharte, sus manos te llenan de caricias y esas manos están cargadas de bacterias. Si se ha dejado barba porque le sienta bien y parece más varonil, ¡cuidado! La barba es un foco de infección, por la barba campan a sus anchas unas veinte mil bacterias, (pero a mí lo que me sorprende es que hayan podido contarlas). Al parecer las barbas están tan sucias como el cuarto de baño. Pero, como una cosa lleva a la otra, después del achuchón te apetece un besito, pero ¡ojo con los tornillos! En tan sólo diez segundos puedes compartir hasta ochenta millones de bacterias de 700 variedades diferente. ¡Oh, cómo para besar a nadie! Lo que digo, una cosa lleva a la otra: que si el achuchón, que si el piquito y ahora quiere cama… ¡Ni se te ocurra! La cama está inundada de parásitos, si te pudieras ver acostado sobre tanto bicho, saldrías corriendo; que si restos de sudor, de piel, que si la tos, que si los desahogos… Sí, todo muy romántico, pero terminas con un kilo de bichos encima. Terrorífico diría yo, pero si piensas que lavando las sábanas llenas de inmundicia acabas con las bacterias, te equivocas: si el agua no está a más de 80 grados, al parecer siguen viviendo y están en tus sábanas...

Hay que reconocer que, por nuestros olores corporales, más bien parecemos cubos de basura, pero científicamente nuestro cuerpo es mucho más que genes. Somos también los miles de bacterias que habitan en nuestro organismo y su genoma multiplica por cien el material genético de nuestras células. A estos huéspedes o microbios pegados a nuestra piel y mucosas no les sale gratis el alojamiento, sino que trabajan todos los alimentos que digerimos asimilándolos en forma de moléculas para ayudar al metabolismo de las vitaminas, azúcares, colesterol o ácidos biliares. El ecosistema de más de cien billones (millones de millones) de microorganismos que viven en nuestro cuerpo, el microbioma es esencial para la digestión de los alimentos, la síntesis de nutrientes y la prevención de enfermedades. Se forma por la herencia genética, la dieta y la edad, pero también influyen las personas con las que interactuamos.

Se quiera o no se quiere, realmente somos un saco de bichos. Podemos decir que somos como un país con sus diferentes identidades y cada parte del cuerpo tiene su particular fauna, con sus olores y sabores característicos. Es increíble que las bacterias, unos bichos que nuestra vista no alcanza a ver puedan producir olores tan desagradables. Encerramos a un grupo de personas en una habitación a dormir y quién se atreva a entrar por la mañana corre el riesgo de sufrir un patatús, pero, ¿por qué, ¡esos olores! si se han bañado antes de dormir? Y menos mal... 

Te imaginas en la edad media, aquellos largos ropajes que te hacían sudar, sin baños en las casas, lo más una palangana y un orinal que tiraban por la ventana al grito de «agua vaaa»… Y cuando se casaban, el ramo de flores que llevaba la novia era para camuflar su mal olor. ¡Uf!, como sería esa luna de miel, más que miel emanaban pestilencia.

En la actualidad estamos desolados por la invasión de un bicho, el virus Covid 19 extendido por el mundo, del que se han contagiado más de cincuenta millones de personas y han muerto casi un millón trecientas mil personas. Solo en España han muerto unas sesenta mil personas, según fuentes extraoficiales, y contagiados a día de hoy, son más de un millón trecientas mil personas. Ya tiempos atrás diferentes bichos han sembrado el terror y se ha cebado con la vida de millones y millones de personas. También hay que recordar a esos malos bichos; esas malas personas de perversas intenciones que van por la vida haciendo daño y destruyendo el prestigio y buen nombre de todo aquel que no sea de su condición.

Sin olvidarnos de los bichos que nos deja en los huesos, porque los huesos son duros de roer. Cuando el alma abandona el cuerpo este se descompone dando vida a diferentes bichos. Los escuadrones de la muerte son los que se encargan de dejarnos en los huesos.

Por lo general, el hombre padece el síndrome abeja, se cree reina y no es más que bichos, y ya se sabe, pájaro viejo no entra en jaula…


 Fotografía: Internet

 

 

 

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