Aristóteles decía que: Recordar a un ausente es una
experiencia emocional de estilo agridulce, pues, si por un lado nos dolemos por
la ausencia, al mismo tiempo no hay forma de ser conscientes de la ausencia sin
recordar la presencia y ésta, la presencia, es en esos momentos más dulce que
nunca.
Rescatando el sentido de este día, propongo un brindis por los que ya no están. Por
los abuelos, padres, tíos, primos, hermanos. Por los amigos y amores que se
fueron tan de mañana.
Ya son polvo de estrellas que iluminan el cielo, pero mantienen sus lares en
nuestro corazón. A todos y cada uno de ellos, un cálido recuerdo y tres
palabras: gracias, los quiero, les echo de menos...
Por los que no están con nosotros.
Por los que faltan y dejaron su ausencia escrita en
recuerdos.
Por aquellos que dejaron de ver nuestros ojos
y nosotros los
suyos.
Por aquellos que el corazón les falló
y dejaron de escribir
notas en la partitura de nuestra vida.
Por aquellos que prometieron ser felices
y murieron luchando
por conseguirlo.
Por aquellos que no llegaron a serlo…
Por aquellos que murieron con una sonrisa en la cara
y miles de recuerdos vividos.
Cuando alguien a quien amamos muere, nunca lo podemos olvidar
por completo. Nosotros simplemente aprendemos poco a poco a seguir la vida sin
ellos. Y siempre los mantenemos bien guardados en nuestro corazón hasta el
último día de nuestra vida.
Un brindis por aquellos que nos sonríen desde las estrellas...
Mamá, papá:
todo mi amor para ustedes,
que me faltan hoy
y todos los días…
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