viernes, 20 de noviembre de 2020

Deudas emocionales



Hay momentos en la vida que las personas tendemos a experimentar la sensación de tener deudas emocionales, tanto con personas vivas como con personas que ya no están. Y saldar nuestras deudas con aquellos que ya no viven es, cuanto menos, complicado. En vida podíamos sentirnos en deuda, pero había un después donde se presentara una oportunidad. Ahora no.

Las deudas emocionales con los que ya no están tienen que ver con la sensación de haber causado un daño que ya no podemos reparar. Cuando un ser querido nos deja, la memoria se pone en marcha y las secuencias actúan como jueces que nos pide cuenta y la conciencia se sensibiliza y el arrepentimiento se activa y sientes que no puedes reparar esos momentos donde fallaste, y el pesar te pesa y la culpa arde como una brasa que no te deja vivir en paz.

Vive cada momento, aprovecha ahora que estás aquí, porque todo pasa y el tiempo no se detiene ni para decir adiós…

"La muerte de alguien amado con frecuencia nos deja la sensación de deuda con esa persona; una sensación que, por otro lado, lejos de ser patológica, es en muchos casos una prueba de nuestro buen funcionamiento mental. Sin embargo, hay ocasiones en las que esas supuestas deudas emocionales se convierten en un verdadero lastre, que no nos deja ni superar el duelo ni mucho menos avanzar", dice Edith Sánchez en lamenteesmaravillosa.

Las deudas emocionales con los que ya no están pueden llegar a atormentarnos mucho. Cuando hemos faltado al respeto y hemos pasado de tener en cuenta la corresponsabilidad y deberes para con ese familiar, y si no hemos actuado correctamente hay base suficiente para vivir apesadumbrados por esas malas acciones; pero también puede darse el caso que sin haber motivos, tengamos la sensación de no haber estado a la altura. Las relaciones humanas son en esencia imperfectas y siempre habrá algo que falte o sobre en ellas. No existe ninguna situación en la que no haya algún cabo suelto. Por lo mismo, deberíamos reconciliarnos con esas deudas e imaginar que hemos podido resolver lo que quedó pendiente. Lo que no se puede, queriendo justificar  malos comportamientos con unos padres, eludir la responsabilidad del daño que se ocasionó en vida, con lo de qué, "éramos jóvenes y teníamos derecho a vivir...". 

Para superar ese sentimiento de deuda hay que aceptar la imperfección de la vida. La muerte nos sorprende a todos con problemas por superar, metas por cumplir y experiencias sin vivir. Llega cuando llega y solo en contadas ocasiones existe la posibilidad de despedirnos cerrando todos los asuntos pendientes.

Lo mismo pasa con quienes sobreviven a esa persona que ya no está. La muerte puede generarnos culpa porque estamos vivos y esa persona que amamos ya no lo está. Es una ventaja que a veces no logramos asimilar y esta culpa muchas veces toma la forma de un largo inventario de deudas emocionales.

Pensamos que dejamos de decir o de hacer algo que hubiésemos querido decir o hacer con esa persona. Sin embargo, rara vez conseguimos en esos momentos la distancia suficiente como para ver las cosas con perspectiva. Por otro lado, es probable que esa persona también se marchase con situaciones que hubiese querido resolver, ponerles un final o una continuación diferente.

Una de las claves para superar el duelo por la muerte de alguien es enfocarnos más en lo positivo que hay en lo vivido. De manera espontánea tendemos a mirar todo aquello que esa persona nos proporcionaba y que ya nunca más recibiremos. También tendemos a pensar en todas sus virtudes y sus buenas acciones.

Lamentablemente, no siempre hacemos eso con nosotros mismos. Y si lo hacemos, muchas veces terminamos sintiendo que teníamos más deudas emocionales de las que teníamos anotadas. Pese a todo, si nos tomamos las cosas con un poco más de tranquilidad, es probable que nos demos cuenta de que seguramente también le hicimos bien, y seguramente si no le dimos más amor, podría ser que no teníamos más para dar.

Es obvio que sintamos pena por la imposibilidad de volver a ver o a compartir con esa persona que ya no está. Sin embargo esto no significa que el sufrimiento sea lo único que debamos experimentar. El amor se da en vida y ese nunca muere, y es ahí donde puede estar la causa de esa sensación de deuda emocional, y con razón. Si le despreciaste, si le faltaste al respeto, si no le demostraste cariño, si le vistes llorar y no te compadeciste es lógico que la conciencia se active y te haga reconocer tu falta de sensibilidad, y eso pesa mucho en la ausencia…

Pero si hacemos el ejercicio de imaginarnos lo que querría para nosotros ese ser querido, seguramente no estaría satisfecho al vernos agobiados por el dolor y sin posibilidad de experimentar otro sentimiento. ¿Se sentiría complacido al ver que nos cuesta mucho seguir adelante sin su presencia? Probablemente no, pero la ausencia es muy dolorosa y hay que dejar aflorar las emociones y esperar que poco a poco asumamos la realidad y encontremos consuelo.

Aquello que debiste decir y no dijiste queda para siempre dentro de ti, a veces puede ayudar liberarse de esa carga emocional de deuda, pedir perdón mirando al cielo por todo lo que hicimos o dejamos de hacer. Un perdón simbólico a través de una carta también puede ser una buena salida. Si nutrimos la idea de que tenemos deudas emocionales que deben ser saldadas, lo mejor es buscar la liberación mediante el diálogo interior que es la oración.

En este triste mundo nuestro, la aflicción nos llega a todos y a menudo llega con amarga agonía. No es posible el perfecto alivio, excepto con el tiempo. No te avergüences de llorar; tienes derecho a llorar. Un corazón herido sanará con el tiempo y cuando lo hace, la memoria y el amor de nuestros seres queridos serán selladas en nuestro interior para confortarnos.

A veces el sepulcro encierra sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd. El duelo es el estado de pérdida que sucede cuando alguien cercano ha muerto. La muerte de alguien que amas es una de las mayores tristezas que puede ocurrir. Los sentimientos de duelo también pueden acompañar a otras pérdidas, como la disminución de la salud por el final de una relación importante. La pena es una respuesta normal y las respuestas de la gente al dolor variará según la relación de apego en vida y las circunstancias de la muerte.

Con los que se van, no son los días lo que recordamos, sino los momentos y su ausencia se nota en nuestros corazones. El dolor deja una herida demasiado profunda como para que se vea una marca, y aunque queda fuera del alcance de la vista, estará por siempre en el corazón de cada doliente. No hay palabras para describir lo mucho que duele la ausencia. La historia nunca dice adiós: lo que dice siempre es un hasta luego.

Papá... mamá: No existen las despedidas entre nosotros. Allí donde estén, les llevaré en mi corazón…

 

Fotografía: Internet

  

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