sábado, 13 de junio de 2020

La impaciencia


Decía Francisco de Quevedo: La paciencia es virtud vencedora, y hace a los reyes poderosos y justos. La impaciencia es vicio del demonio, seminario de los más horribles y artífice de los tiranos. 

La impaciencia es negativa cuando se sale de tu control, cuando tomas decisiones impulsivas y apresuradas porque la impaciencia te ha vencido. La impaciencia no es algo que se ha presentado en la sociedad actual. Siempre ha habido gente que se irrita al esperar, al hacer una fila, en la parada de guagua, en la consulta del médico…

Hoy vivimos muy acelerados y es común escuchar que existe más impaciencia que antes. Dicen que la tecnología actual está contribuyendo a que haya menos paciencia. Según The Gazette, un diario de Montreal (Canadá), algunos investigadores creen que “la tecnología digital —teléfonos móviles, cámaras, correo electrónico, iPods, etc.— está cambiando nuestras vidas […]. Los resultados instantáneos que proporcionan estos avances tecnológicos han aumentado nuestro apetito por la gratificación inmediata”. 

Se ha creado la cultura de la gratificación inmediata y esperamos que todo sea rápido, eficaz y a nuestro gusto. Si no así, tendemos a frustrarnos e irritarnos cada vez más, lo cual es un síntoma de impaciencia. En la actualidad estamos olvidando el arte de vivir despacio y saborear el momento. Si practicáramos el arte de la paciencia, descubriríamos el poder del tiempo y el valor de las cosas. 

La Palabra de Dios promete que el hombre paciente será perfecto y completo, sin que le falte nada. Santiago 1.4. 

Un hombre paciente es un hombre poderoso. Puede mantener la calma en la tempestad. Tiene el control de su boca, y sus pensamientos siguen siendo amorosos, aun cuando la conducta de la gente sea difícil. 

Quizás solo haya un pecado capital: la impaciencia. Debido a la impaciencia fuimos expulsados del Paraíso, debido a la impaciencia no podemos regresar. W. H. Auden. 

Sin paciencia no podemos esperar el cumplimiento de nuestra fe. No todo nos llega inmediatamente después de creer. Hay un periodo de espera para recibir muchas cosas de Dios. Durante este periodo, nuestra fe se prueba y purifica. Solamente si perseveramos y esperamos con paciencia podemos experimentar el gozo de ver lo que hemos creído. 

La paciencia no es solamente la capacidad de esperar, sino también la capacidad de mantener una buena actitud mientras esperamos. No se puede evitar la espera como parte de la vida. Pasamos mucho tiempo de nuestra vida esperando; si no aprendemos a hacerlo bien (con paciencia), nos sentiremos muy desdichados. Dios es muy paciente con nosotros. Debemos imitarlo. 

La Prisa es nuestra enemiga. El mundo acelerado en el que vivimos nos vuelve impacientes e irritables y nos impide gozar de las maravillas del mundo. Incluso tratamos de apresurar la madurez de nuestros niños. A los cinco años, le decimos: “¿Por qué no te comportas como una persona mayor?”. Queremos que se comporten como adultos, no porque sea mejor para ellos, sino porque es más cómodo para nosotros. Y nos privamos así de que nos ofrezcan su frescura, curiosidad, asombro y su alegría espontánea. 

Esta es una hermosa historia con una reflexión sobre la Paciencia escrita por Harol Kohn, con un gran mensaje. Decía, Harol Kohn que: Las mejores cosas de la vida no pueden apresurarse. 

También contaba que: “En cierta ocasión, un padre preguntó al rector de una universidad si el plan de estudios no podía simplificarse, a fin de permitirle a su hijo concluirlo por medios más rápidos:
—Ciertamente —le respondió—, pero todo depende de lo que usted pretenda hacer de su hijo. Un roble le toma cien años para crecer. A una calabaza, le bastan dos meses

La naturaleza suministra abundantes indicios de que nuestro ritmo apresurado no es natural. Cuando uno abandona la ciudad y camina entre los árboles que crecen lentamente y las montañas silenciosas, uno absorbe un poco de la calma y tranquilidad de la naturaleza. El sol se tomará siempre el tiempo que necesite para salir y para ponerse. No se le puede apresurar. 

Sin embargo, en el mal uso de la paciencia corremos el riesgo de volvernos espectadores inactivos, en vez de hombres de acción, capaces de contribuir a que acontezca lo mejor. Paciencia no significa pasividad, es decir, esperar que todas las cosas se nos den hechas. Es más bien el principio de comenzar anticipadamente y tomarse el tiempo que uno requiera para hacer las cosas. Ser pacientes, no te canses de esperar, todo lo que vale la pena necesita paciencia... 

Ser impaciente es inútil, las cosas van a su ritmo natural y a veces acelerar demasiado supone acabar con algo sin haberlo acabado. Ser impaciente demuestra que no estamos satisfechos con nuestra vida. 

La impaciencia entorpece el pensamiento y lo transforma en impulso. La paciencia es inteligencia, por lo tanto, es equilibrio y armonía del espíritu. Norys Uribe Santana.

 Fotografía: Internet

No hay comentarios :

Publicar un comentario