Un día un cachorrito se puso a perseguir afanosamente su propia cola sin éxito alguno, y un perro viejo al verlo le preguntó:
—¿Por qué estás persiguiendo tu propia cola?
—He escuchado que la felicidad está en mi cola —respondió el perrito—. Así que la seguiré persiguiendo hasta alcanzarla.
—Hubo un tiempo en que yo también perseguía insistentemente mi cola —, contestó el viejo perro — porque había escuchado eso de que la felicidad de un perro está en el rabo.
—¿Y lograste alcanzarla? —preguntó interesado el cachorrito.
—Después de mucho perseguir mi cola —replicó el viejo perro—, descubrí que cuanto más intentaba alcanzarla, tanto más se alejaba de mí; pero cuando dejaba de perseguirla y me dedicaba a mis asuntos diarios, entonces ella me seguía a todas partes.
Así le sucede a los seres humanos: Mientras más se afanan por perseguir la felicidad, más les esquiva. En cambio, cuando nos dedicamos a cumplir fielmente nuestros deberes diarios, la felicidad nos sigue a todas partes.
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