viernes, 14 de febrero de 2020

Amores no correspondidos

El amor no correspondido es un sentimiento humano exacerbado y obsesivo de amor romántico, pseudo-sexual de un sujeto hacia otro y que no es recíproco, aun cuando esa reciprocidad sea profundamente deseada de parte del sujeto que anhela la correspondencia. 

Uno de los amores imposibles es el no correspondido. Cuando quieres a una persona y no te corresponde con su amor, hará que salten a la luz sentimientos de tristeza, desesperación y sufrimiento. Y lo más probable es que esa persona te haga llorar durante mucho tiempo.

Gracias por lastimarme, me hiciste más fuerte. Ah, y gracias por mentirme, también me hiciste más inteligente

En algunas oportunidades nos habremos podido sentir mal por pensar que hemos desperdiciado nuestros sentimientos en alguien que no supo valorar aquello que le dimos. Sin embargo, aunque a veces pueda dolernos, es el que sabe amar el que mayor provecho puede sacar de una relación. 

La persona que ama logra conectarse con la energía de la vida, aquella que hace que todo tenga sentido, logra inyectarse una dosis de entusiasmo, de fuerza, de vitalidad, que solo quienes han amado entienden cómo ocurre, cómo funciona ese motor para no solamente activar nuestras hormonas y ver el mundo en colores y pensar que todo es posible, sino para motivarnos a ser cada día mejores, para querer dar lo mejor de nosotros. 

Bien dice la canción: Unas veces amamos, pero no somos amados y otras veces nos aman y no queremos amar… Ama, aunque no te amen. Nadie pierde por dar amor, pierde quien no sabe recibirlo. Valora a quien te busque y ama a quien no te deje ir. 

Desde pequeños nos enseñan conductas de cuidado personal respecto al aspecto físico, pero, ¿y el cuidado psicológico? Enamórate de ti, ese es el primer paso. 

Hay personas que tienen perturbados sus afectos. Quizás no pueden amar o no toleran ser amados. Son egocéntricos, impulsivos, mentirosos, etc. 

Así lo manifiesta la psicóloga, Valeria Sabater: Nadie pierde por dar amor, pierde quien no sabe recibirlo, porque ofrecerlo con sinceridad, con pasión y delicado afecto nos dignifica como personas. En cambio, quien no sabe recibirlo ni cuidar ese inmenso regalo es quien pierde de verdad. Por ello recuerda, nunca te arrepientas de haber amado y haber perdido, porque lo peor es no saber amar.

Afortunadamente la neurociencia va ofreciéndonos día tras día reveladoras informaciones que nos explican porqué actuamos como actuamos en esto del amor. Lo primero que conviene recordar es que el cerebro humano no está preparado para la pérdida, nos supera, nos inmoviliza y nos enclaustra durante un tiempo en el palacio del sufrimiento. 

El amor no tiene cura, pero es la cura de todos los males. Leonard Cohen. 

Estamos programados genéticamente para conectar entre nosotros y para construir lazos emocionales con los que sentirnos seguros, con los que edificar un proyecto. Es así como hemos sobrevivido como especie, «conectando», de ahí que una pérdida, una separación e incluso un simple malentendido haga que salte al instante la señal de alarma en nuestro cerebro. 

Ahora bien, otro aspecto complejo sobre el tema de las relaciones afectivas es el modo en el que afrontamos dicha separación, dicha ruptura. Desde un punto neurológico cabe decir que empiezan a liberarse al instante las hormonas del estrés, conformando en muchos casos lo que se conoce como «el corazón roto». Sin embargo, desde un punto emocional y psicológico lo que sienten muchas personas es otro tipo de realidad. 

No solo experimentan el dolor por la falta del ser amado. Sienten una pérdida de energía, de aliento vital. Es como si todo el amor dado, todas las esperanzas y afectos dedicados a esa persona se hubieran ido también, dejándolos vacíos, yermos, marchitos… 

La lluvia cae porque las nubes ya no pueden soportar el peso. Las lágrimas caen porque el corazón ya no puede soportar el dolor. 

Entonces… ¿cómo volver a amar de nuevo si lo único que habita en nuestro interior es el polvo de un mal recuerdo? Es necesario que afrontemos estos momentos de otro modo. Dar amor o evitar amar de nuevo. Todos nosotros somos un delicado y caótico compendio de historias pasadas, de emociones vividas, de amarguras soterradas y miedos camuflados. Cuando se inicia una nueva relación nadie lo hace enviando previamente todas sus experiencias pasadas a la papelera de reciclaje. Nadie empieza de cero, todas las emociones vividas dejan huella, y el modo en que hayamos gestionado nuestro pasado hará que vivamos un presente afectivo y emocional con mayor madurez, con mayor plenitud. 

Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado en absoluto. Alfred Lord Tennyson. 

Ahora bien, el hecho de haber vivido en piel propia una amarga traición o, sencillamente, percibir que el amor se ha apagado en el corazón de nuestra pareja nos rompe los esquemas ideales y nos hacer percibir las cosas de otra manera. Dar amor con intensidad durante una época determinada, para después quedarnos vacíos y enclaustrados en la habitación de los recuerdos y las ilusiones perdidas, cambia muchas veces la arquitectura de nuestra personalidad. 

No falta quien se vuelve desconfiado, e incluso quien desarrolla poco a poco la gélida y férrea coraza del aislamiento donde interiorizar el clásico mantra de «mejor no amar para no sufrir». Sin embargo, es necesario derribar una idea básica en estos procesos de lenta «autodestrucción». 

Nunca debemos arrepentirnos de haber amado, de habernos arriesgado a un todo o nada por esa persona. Son esos actos los que nos dignifican, los que nos hacen ser humanos y maravillosos a la vez. Vivir es amar y amar es dar sentido a nuestras vidas a través de todas las cosas que hacemos: nuestro trabajo, nuestras aficiones, nuestras relaciones personales y afectivas… 

Si renunciamos a amar o nos arrepentimos por haberlo ofrecido, renunciamos también a la parte más hermosa de nosotros mismos. 

Sanar el amor perdido. Según un estudio llevado a cabo en la University College London,existen ciertas diferencias entre hombres y mujeres a la hora de afrontar una ruptura afectiva. La respuesta emocional parece ser muy distinta. Las mujeres sienten mucho más el impacto de la separación, sin embargo, es común que se repongan antes que los hombres. 

Ellos, por su parte, suelen aparentar estar bien, se visten con la máscara de la fortaleza refugiándose en sus ocupaciones y responsabilidades. Sin embargo, no siempre logran superar esa ruptura o tardan años en hacerlo. ¿La razón? El sexo femenino suele disponer de mejores habilidades para gestionar su mundo emocional. Facilitar el desahogo, buscar apoyo y afrontar lo ocurrido desde una perspectiva donde se halla el perdón y la actitud de pasar página suele hacer las cosas más fáciles. 

Sea como sea, y más allá de los géneros o del motivo que haya originado esa ruptura, quedan claras algunas cosas que es necesario inocular en nuestro corazón a modo de vacuna. Ningún fracaso emocional debe vetarnos nuestra oportunidad de ser felices de nuevo. Digamos «no» a ser esclavos del pasado y eternos cautivos del sufrimiento. 

Otro aspecto que es bueno recordar es que «amar no es sinónimo de sufrir». No alimentemos esperanzas o alarguemos el «chicle» de una relación que de antemano tiene fecha de caducidad. Una retirada a tiempo salva corazones y un adiós valiente cierra una puerta para abrir otra, esa donde el amor se conjuga siempre con la palabra, Felicidad. 

Puede que nos decepcionemos por no recibir lo que queremos, pero esto jamás puede sembrarnos la sensación de pérdida, amar es una dicha, mucho más gratificante cuando se obtiene de vuelta. Pero de cualquier manera amar es un motivo para agradecer al universo por estar aquí, por estar vivos, porque algo nos hace vibrar, porque algo nos hace inclusive llorar. Porque todas las experiencias, nos gusten o no, son para nuestro crecimiento y son la muestra perfecta de que estar aquí es totalmente emocionante. 

Quiero no quererte y solo puedo amarte, quiero olvidarte pero vives en mi mente, quiero no oírte pero gritas en mi corazón, quiero alejarme pero estás en mí... 

Fotografía: Christian Schloe

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