Había una vez un samurái que tenía serios problemas en su hogar a causa de un ratón que merodeaba todo el día por la cocina y le vaciaba la despensa. Enterado de la situación, un vecino le sugirió:
—Lo que necesitas es un gato.
Así pues, el hombre empezó a buscar uno por el vecindario y cuando encontró el adecuado, se lo llevó a su casa.
Era un animal impresionante, hermoso y fuerte. Sin embargo, el ratón, más astuto que el felino, se burlaba constantemente de que la fuerza del animal de nada servía ante la ausencia de inteligencia, por lo que el samurái decidió buscar un segundo gato. Ante la presencia del nuevo animal, el ratón sólo se dejaba caer por la cocina cuando el felino dormía. Así que, la despensa seguía vaciándose. Su vecino al ver que el samurái seguía sin librarse del ratón, decidió ayudarle y le trajo otro gato, en apariencia torpe y soñoliento y al verlo el samurái se dijo:
—Éste tampoco será el que me libre del ratón.
Sin embargo, el animal con esa apariencia indiferente pronto dejó de inspirar precauciones al ratón, que pasaba junto a él sin que éste le hiciera caso. Hasta que un día el gato lo atrapó de un zarpazo.
A veces quien menos te imaginas puede sorprenderte, así que no te dejes llevar por las apariencias y juzga a la gente sólo por sus actos.
No hay comentarios :
Publicar un comentario