El estado de inmadurez sugiere algo que no ha madurado o que no está completamente desarrollado. Aplicado a los seres humanos, es el estado de no haber crecido del todo, o al menos de actuar de una manera infantil e inconsciente. Viene del latín "immātūritās" que significa "crudeza", como una pieza de fruta que aún no está plenamente desarrollada. Hoy en día, se aplica la palabra más a menudo a las personas que a la fruta, por lo general, para referirse a la conducta necia. La palabra se utiliza muy a menudo para referirse a la conducta de los adolescentes, que aún se puede aplicar a un estado físico del desarrollo.
Las cuestiones de madurez e inmadurez tienen mucho de mito. Las personas no admiten que se les instale en una sola casilla, ni que se les adjudiquen una única etiqueta. Cada uno de nosotros es un crisol en el que se entremezclan distintas formas de conciencia. Somos ignorantes y sabios, niños y ancianos, infantiles y concienzudos. Todo al mismo tiempo aunque dependiendo del momento alguna característica destaca más que el resto.
La inmadurez emocional podría definirse como una condición en la que las personas no han renunciado a los deseos o fantasías de la infancia. Deseos y fantasías que tienen que ver con que el mundo gire en torno a sí, o que la realidad se doblegue en función de lo que quieren. Así mismo, la madurez emocional podría definirse como un estado de fortaleza y templanza que conduce a actuaciones realistas y equilibradas.
Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos. Albert Einstein.
Más que por una definición en abstracto, la madurez o inmadurez se muestra a través de rasgos de comportamiento, y estas son cinco características propias de las personas emocionalmente inmaduras.
Las personas que son egocéntricas… Buena parte del proceso de maduración en las personas consiste en entender que el mundo no gira alrededor de ellas. El bebé no lo sabe. Por eso, pide comida a las 2 de la mañana y le tiene sin cuidado si esto afecta el sueño de sus padres. A medida que crece, aprende a reconocer que no siempre se obtiene todo lo que se desea, y que otras personas y sus necesidades también habitan el universo.
Madurar implica salir de la cárcel del yo. Significa perder esa ilusión que rodea la vida del bebé: basta con pedir para que una necesidad o un deseo sea satisfecho. Cuando poco a poco vamos renunciando a esa fantasía también nos vamos haciendo conscientes de una hermosa posibilidad: la aventura de explorar el universo de los demás. Si todo sale bien, aprendemos a preservar el yo y a alcanzar el tú.
Dificultad para asumir compromisos… Una señal inequívoca de inmadurez en las personas es la dificultad para asumir compromisos. Al niño le cuesta renunciar a lo que quiere en ese momento para conseguir un objetivo mayor a largo plazo. Si le damos una golosina y le prometemos que si no se la come durante un tiempo le daremos otra, el deseo de comerse la que tiene en la mano se impondrá.
Con el proceso de maduración se va comprendiendo que los sacrificios y las restricciones son necesarios para alcanzar logros. Y que comprometerse con un objetivo, o con una persona, no es una limitación de la libertad, sino una condición para proyectarse mejor y a más largo plazo.
Tendencia a culpar a los demás… Los niños se asumen a sí mismos como seres dirigidos por otros, que no actúan a voluntad. En gran medida lo son, en tanto están en un proceso de formación y de inserción en la cultura. Mientras son pequeños, creen que el error debe llevar a la culpa. No les importa tanto el daño que hicieron, sino el castigo o la sanción que puedan imponerles.
Crecer es salir de ese estado de dulce irresponsabilidad. Madurar es ir entendiendo que somos los únicos responsables de lo que hacemos o dejamos de hacer. Aprender a reconocer los errores y sacar de ellos nuevos aprendizajes. Saber reparar los daños. Saber pedir perdón.
Establecer lazos de dependencia... Para las personas inmaduras, los demás son un medio y no un fin en sí mismos. Egoístamente los necesita como medio para conseguir sin esfuerzo todos sus antojos. No necesitan a los demás porque los quieren, sino que los quieren porque los necesitan. De ahí que suelan construir lazos en los que hay fuertes dependencias.
Para poder establecer vínculos basados en la libertad, se requiere que haya autonomía, sin embargo, las personas inmaduras no tienen claro el concepto de autonomía. A veces piensan que hacer su voluntad es un comportamiento autónomo, pero a la hora de asumir las consecuencias de los actos necesitan de los demás para que amortigüen, oculten o aligeren la responsabilidad.
Irresponsabilidad en el manejo del dinero… La impulsividad es otro de los rasgos de las personas inmaduras. Una impulsividad que se expresa muchas veces en la forma que tienen de administrar sus recursos, como el dinero. Y con el fin de satisfacer sus deseos, y satisfacerlos ya, no tienen problema en comprar lo que no necesitan con el dinero que no tienen. A veces se embarcan en aventuras financieras descabelladas. No evalúan con objetividad las inversiones y les cuesta proyectarse a medio y largo plazo. Por eso es frecuente que vivan endeudados, todo por la inconciencia de satisfacer caprichos.
Todos estos rasgos de inmadurez no surgen o se mantienen por decisión consciente de las personas. Casi siempre obedecen a modos de ser y de pensar, que forma parte de la personalidad y del carácter genético o por vacíos y grietas que va dejando el devenir de la vida y las fricciones de la convivencia. También pueden ser una consecuencia de experiencias desafortunadas que les han impedido evolucionar. Si eres así o conoces a alguien así, no se trata de que le señales, lo importante es tomar conciencia para impulsar el propio crecimiento que pueda conducirles a una vida mejor.
Dijo, Joshua L. Liebman: La madurez se logra cuando una persona acepta la vida, aunque esté llena de tensión.
Cuando crezcas, descubrirás que ya defendiste mentiras, te engañaste a ti mismo o sufriste por tonterías. Si eres un buen guerrero, no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan. Paulo Coelho.
Fotografía: vinsky2002
Fotografía: vinsky2002
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