20 de marzo “Día mundial de la Felicidad”. Con respecto a la felicidad verdadera, Séneca nos dice que: A pesar de que toda la humanidad desea ser feliz, las personas son ciegas para saber qué es lo que las hace felices y que cuanto más la buscan más la alejan.
Por eso para este filósofo se hace imprescindible saber qué es lo que queremos, para tomar el rumbo correcto para alcanzarla y no dejarnos llevar por las influencias externas que nos llevan hacia distintas direcciones.
Para Séneca la senda más transitada es la menos confiable, nada es menos aconsejable que seguir al rebaño, o sea, la opinión de la mayoría creyendo que es lo mejor para nosotros, eso sería acomodarse y no actuar racionalmente, porque resulta engañoso seguir a los que van adelante, ya que nos pueden guiar al precipicio.
Pasa lo mismo en las elecciones de gobernantes, nos dice Séneca, les extraña a los mismos que votaron al partido mayor, que por eso es el peor, que hayan ganado sus candidatos y aprueban lo mismo que critican.
Hay que buscar lo mejor no lo más común y frecuente para llegar a ser un pueblo feliz y no lo que aprueba la mayoría o el vulgo que no es fiel intérprete de la verdad.
¿Por qué el hombre no busca lo bueno porque es bueno y no para que lo vean?
Séneca tiene claro que, una vida feliz es sólo aquella que sigue a su propia naturaleza que se puede alcanzar con el alma sana y el cuerpo saludable.
Tiene que ser una vida sin angustias, que se adapte a la época, atenta a las cosas, pero sin dejarse llevar por ninguna y dispuesta a disfrutar de la fortuna sin ser su esclavo, alejando a las cosas que perturban.
En lugar de deleites pequeños sentiremos gozo continuado, paz y armonía espiritual y grandeza con mansedumbre.
Es feliz el que es honesto y virtuoso, el que no se derrumba por los cambios desfavorables, el que tiene un alma libre, recta, audaz y estable, que no siete ni ambición ni miedo.
Todo lo demás que viene y se va no aumenta ni disminuyen la felicidad, porque no tiene ningún valor y son placeres que producen dolor.
Nadie puede ser feliz si no transita el camino de la verdad, y está contento con lo que tiene, porque vivir en plenitud se logra con el juicio recto y seguro de la razón.
Muchos son infelices debido a la mala vida, por causa de los placeres mismos que son los que se encuentran generalmente en lugares tenebrosos; en tanto que el bien de la felicidad no conoce el hastío ni el arrepentimiento.
El espíritu recto jamás se odia a sí mismo y es constante, mientras el placer al primer impulso se marchita, se extingue, porque nada que cambia tan rápido puede subsistir.
La naturaleza es la que nos guía y la razón es la que observa. El hombre debe confiar en la fuerza de su espíritu y ser el artífice de su propia vida. Deberá mantener sus convicciones y no cambiarlas a la hora de tomar decisiones, obrando en forma generosa y afable.
Los placeres de los sabios son moderados y tranquilos, no vienen por haberlos buscado sino por sí mismos y los que tienen sabiduría los incluyen en su vida como un juego entre las cosas verdaderas.
Busquemos algo bueno, no en apariencia, sino sólido y duradero, y más hermoso por sus partes escondidas; descubrámoslo. No está lejos: se encontrará; sólo hace falta saber hacia dónde extender la mano; más pasamos, como en tinieblas, al lado de las cosas, tropezando con las mismas que deseamos.
Pero para no hacerte dar rodeos, pasaré por alto las opiniones de los demás, pues es cosa larga enumerarlas y refutarlas; oye la nuestra. Cuando digo la nuestra, no me apego a ninguno de los maestros estoicos: también yo tengo derecho a opinar. Por tanto, seguiré a alguno, pediré a otro que divida su tesis, tal vez después de haberlos citado a todos no rechazaré nada de lo que decidieron los anteriores, y diré: “Esto opino también”.
Por lo pronto, de acuerdo en esto con todos los estoicos, me atengo a la naturaleza de las cosas; la sabiduría consiste en no apartarse de ella y formarse según su ley y su ejemplo. La vida feliz es, por tanto, la que está conforme con su naturaleza, lo cual no puede suceder más que sí, primero, el alma está sana y en constante posesión de su salud; en segundo lugar, si es enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa sin angustia de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones de la fortuna, sin ser esclava de ellos.
Comprendes, aunque no lo añadiera, que de ello nace una constante tranquilidad y libertad, una vez alejadas las cosas que nos irritan o nos aterran; pues en lugar de los placeres y de esos goces mezquinos y frágiles, dañosos aún en el mismo desorden, nos viene una gran alegría inquebrantable y constante, y al mismo tiempo la paz y la armonía del alma, y la magnanimidad con la dulzura, pues toda ferocidad procede de debilidad.
Todos creamos una sombra de nuestra propia magia, desafortunadamente nos envuelve y siempre estará ahí. Si aprendiéramos a mirarnos y nos pudiéramos ver seriamos más felices.
La felicidad es algo que cada uno lleva en sí mismo, sin darse cuenta de ello. Ugo Betti.
La felicidad no es algo ya hecho. Viene de tus propias acciones. Dalai Lama.
Solo puede ser feliz siempre el que sabe ser feliz con todo. Confucio.
La felicidad depende de nosotros mismos. Aristóteles.
“La felicidad es una decisión que debemos tomar todos los días”.
Fotografía: jill111
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