martes, 19 de marzo de 2019

San José


San José, esposo de María y padre virginal de Jesús. Hoy 19 de marzo, celebramos el día del padre en honor a San José, modelo de padre y esposo, patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de infinidad de comunidades religiosas y de la buena muerte. 

¿Quién fue el carpintero, José de Nazaret? En el Plan Reconciliador de Dios con la humanidad, José de Nazaret, tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo y terrenal de su propio Hijo, y de ser esposo virginal de la Virgen María. San José pues, es el santo custodio de la Sagrada Familia y la persona que más cerca está de Jesús y de la Santísima Virgen María.

Jesús, quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, es Hijo de Dios, pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

Según los Evangelios, era artesano carpintero de oficio, profesión que habría enseñado a su hijo, de condición humilde, aunque San Mateo y San Lucas lo presentan como perteneciente a la estirpe del Rey David. 

José, hijo descendiente de Jacob e hijo de Helí. Nace en Belén, ciudad del Rey David del que era descendiente y después vive en Nazaret. De profesión carpintero, y San Justino lo confirma, así como la tradición ha aceptado esta interpretación de su oficio. Nuestro Señor Jesús fue llamado “Hijo de José”, “el carpintero” (Jn 1,45; 6,42; Lc 4,22). 

El evangelio de San Mateo (1: 18-24) muestra parte del drama que debió de vivir José de Nazaret al saber que María estaba embarazada. Iba a repudiarla en secreto porque era hombre bueno de corazón y justo, no queriendo fuera apedreada según lo dispuesto en la Ley. 

Un ángel del Señor, le manifestó en sueños que el niño que María había concebido, era por obra del Espíritu Santo y que su hijo «salvaría a su pueblo de sus pecados», por lo que José, ya no tuvo ninguna duda y aceptó a María (Mateo 1: 20-24) 

De siempre se dice que a Dios se llega por María y es verdad, pero también se debe de ir por José, pues en cualquier situación de nuestra vida a través de José, a su lado encontraremos siempre a María. Y en sus brazos al Niño. Que de ahí le viene a José la grandeza: Dios se acurrucó en sus brazos para dormir tranquilo… 

Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. San José es llamado el "Santo del silencio". En los relatos no conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. Su santidad se irradiaba desde antes de los desposorios. Es un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor. Es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le escucha ni una sola palabra. Es, pues, el “Santo del silencio”. 

No es que haya sido uno de esos seres que no pronunciaban palabra, fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: “sean pocas tus palabras”. Es decir, su vida sencilla y humilde se entre cruzaban con su silencio integral, que no significa mero mutismo, sino el mantener todo su ser encauzado a cumplir el Plan de Dios. San José, patrono de la vida interior, nos enseña con su propia vida a orar, a amar, a sufrir, a actuar rectamente y a dar gloria a Dios con toda nuestra vida. 

Su libre cooperación con la gracia divina hizo posible que su respuesta sea total y eficaz. Dios le dio la gracia especial según su particular vocación y, al mismo tiempo, la misión divina excepcional que Dios le confió requirió de una santidad proporcionada. 

Se ha tratado de definir muchas veces las virtudes de San José: “Brillan en él, sobre todo las virtudes de la vida oculta: la virginidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en Dios y la más perfecta caridad. Guardó con amor y entrega total, el depósito que se le confiara con una fidelidad propia al valor del tesoro que se entrega en sus manos para su custodia”. 

La concepción del Verbo divino en las entrañas virginales de María se hizo en virtud de una acción milagrosa del Espíritu Santo. Este hecho es narrado por el Evangelio y constituye uno de los dogmas fundamentales de nuestra fe católica: la virginidad perpetua de María. En virtud a ello, San José a recibido diversos títulos: padre nutricio, padre adoptivo, padre legal, padre virginal; pero ninguna en si encierra la plenitud de la misión de José en la vida de Jesús. 

San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y derechos de verdadero esposo. Ambas funciones constan en el Evangelio. Al encontrar al Niño en el Templo, la Virgen reclama a Jesús: “Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, te buscábamos”. María nombra a San José dándole el título de padre, prueba evidente de que él era llamado así por el propio Jesús, pues miraba en José el reflejo y la representación auténtica de su Padre Celestial. 

La relación de esposos que sostuvo José con María, es ejemplo para todo matrimonio; ellos nos enseñan que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma más pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios. Desde su unión matrimonial con María, José supo vivir con esperanza en Dios la alegría y el dolor, fruto de los sucesos de la vida diaria. 

Se ignora la fecha de su muerte, aunque se acepta que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía ya más de 12 años, pero antes del inicio de su predicación. Se llega a esta aceptación pues en el evangelio de San Lucas (2: 41-50) menciona a «los padres» de Jesús cuando éste ya cuenta con 12 años, pero no se menciona a José de Nazaret en los Evangelios canónicos durante el ministerio público de Jesús, por lo que se intuye que murió antes de que éste tuviera lugar. 

También por ello, es lo más probable que San José hubiera muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Caná ni se habla más de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto. 

El Papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San José, Patrono Universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870. ¿Qué mejor guardián o patrón va a darle Dios a su Iglesia? pues el que fue el protector de su propio Hijo, el Niño Jesús y de María. 

Cuando Dios decidió fundar la familia divina en la tierra, eligió a San José para que sea el protector y custodio de su Hijo; para cuando se quiso que esta familia continuase en el mundo, esto es, de fundar, de extender y de conservar la Iglesia, a San José se le encomienda el mismo oficio. Un corazón que es capaz de amar a Dios como hijo y a la Madre de Dios como esposa, es capaz de abarcar en su amor y tomar bajo su protección a la Iglesia entera, de la cual Jesús es cabeza y María es Madre. 

Una de las más fervientes propagadoras de la devoción a San José fue Santa Teresa de Ávila. En el capítulo sexto de su vida, escribió uno de los relatos más bellos que se han escrito en honor a este santo: “Tomé por abogado y protector al glorioso San José, y encomiéndeme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con más bien de lo que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender, que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre y le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios”. 

San Juan Pablo II, dijo: Sigamos el ejemplo de “las almas más sensibles a los impulsos del amor divino”, las cuales ven con razón en José un luminoso ejemplo de vida interior”. 

Pidamos a San José por las familias que se desmoronan por los rencores y la incomprensión; por los matrimonios que poco a poco se rompen por falta de amor; por los hijos incontrolables que pierden el respeto a los padres; por la Iglesia Universal para que, hermanados, el amor de Dios se refleje en cada alma... Que así sea.

Fotografía: Internet

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