viernes, 10 de agosto de 2018

Centenario de una promesa


La Rama vibra con fe. 
Tiene vida y sentimiento. 
Brotó del agradecimiento 
de mi gente…del ayer… 

El tiempo pasa volando... Ya estamos de nuevo en agosto y como siempre, el segundo fin de semana, Juncalillo de Gáldar se viste de gala para celebrar sus fiestas mayores. En el pueblo se respira la alegría y todo está dispuesto para festejar al Patrón, Santo Domingo de Guzmán y su ofrenda: La Rama. La ofrenda de la Rama se percibe en los olores a tierra seca y pino verde, en los colores y en el sabor de aire caliente de las cumbres de Gran Canaria.

Juncalillo tiene identidad propia, por sus raíces, sus costumbres y su gente. Esa identidad arraigada a sus tradiciones y a su promesa, es un compromiso legado y al cual nos debemos con fidelidad, porque son sentimientos que brotaron del espíritu de nuestros bisabuelos y abuelos, y nuestros padres se encargaron de alimentar ese manantial para que fluyera más abundante. Ahora nos toca a nosotros, hijos y nietos, cuidar y mantener esa fuente viva, para que las siguientes generaciones la reciban con la misma fuerza, el mismo espíritu y el mismo amor del mayor y mejor 'tesoro' que conserva un pueblo. Seamos constantes para que reciban encendida la llama de la antorcha que alumbra y alimenta la fe de un pueblo cristiano que reza y trabaja pensando en el presente, mirando al futuro, sin olvidar su pasado. 

Este año 2018 se cumplen cien años del aquel temporal que sembró el pánico en Juncalillo. Era 1918 cuando un ciclón devastó todo a su paso, el techo de la Iglesia fue arrancado y arrastrado hasta unas casas a unos 200 metros, los muros del cementerio fueron derribados, árboles destrozados y por donde quiera que se mirara el panorama era desolador, pero, entre la población, nadie sufrió daño alguno y eso fue visto como un milagro. 

Los mayores reunidos en Asamblea con el Capellán al frente y valorando las consecuencias de la tragedia ocurrida, se sorprendían al ver que tras aquella desolación no se contaran víctimas, y la única explicación posible era, que la mano de Santo Domingo los había protegido. Tras esa conclusión, desde la fe, los sentimientos de agradecimiento se desbordaron y desde la alegría de sentirse amparados por su Patrón, prometieron como promesa, ofrecerle cada año por su fiesta una rama de pino, traída desde el Pinar de Tamadaba, y desde entonces, el Santo ha recibido de los feligreses la ofrenda de la rama de pino. 

Hay que aclarar que este año 2018 se cumplen los cien años del voto de la promesa, no así, de la ofrenda de la Rama, ya que se cree que se inició en 1919. Desde los inicios hasta ahora se han dado algunos cambios, tanto en el recorrido como en el desarrollo. 

La organización de los primeros tiempos, se ocupaban de que este ‘acto religioso’ se desarrollara dentro del orden y respeto, para ello, entre las personas mayores se nombraron cuatro Mayordomos, uno por cada pago: Tablado; Andén, Palmita y Vecindad; Barranco Hondo; Juncalillo y la Plaza, los Mayordomos eran los encargados de concentrar en un punto a los peregrinos y bajo su responsabilidad, se dirigían a la Plaza, y desde allí, alumbrados con faroles partían camino al Pinar de Tamadaba. Ya en el Pinar, cortaban para cada uno su rama-ofrenda y con los primeros albores del día, se emprendía el camino de regreso en romería. Durante el trayecto se rezaban rosarios, plegarias y se entonaban cánticos, sin embargo, en las paradas para descansar, los tocadores afinaban sus guitarras y se cantaba y se bailaba y se comía… 

El Santo siempre espera en la puerta de la Iglesia a los peregrinos, que van dejando a sus pies la Ofrenda de la Rama y seguidamente se celebra la misa del Peregrino. A partir de 1956, el Párroco de turno cambió el recorrido. La rama se sigue cortando en Tamadaba, se carga en una camioneta y se lleva al lugar de Los Llanetes, allí, cada cual coge su rama de pino y comienza el descenso. 

Ya no se rezan rosarios ni plegarias, todo el camino los sones de una banda de música marca el movimiento y la algarabía, y se hacen varias paradas para bailar con ganas. Ya en la Cruz de los Morretes, los Curas del lugar se encargaban de recordar la parte religiosa del acto, sobre todos, Rvdo. Don José Rodríguez, que ha sido el mejor transmisor oral de la fiesta de la Rama. En su fervorín ponía pasión, vehemencia y sentimiento para defender y proteger la Rama de Santo Domingo de posibles distorsiones de su historia. 

Juncalillenses, nunca olvidemos que hace cien años un fuerte temporal sembró el pánico en nuestro pueblo, y que nuestros mayores como buenos cristianos, en agradecimiento a su Santo Patrón le prometieron ofrecerle cada año por su fiesta, una rama de pino. Ininterrumpidamente, así ha sido, y ojalá así siga otro siglo. Varias generaciones hemos mantenido ese espíritu, ahora depende de las generaciones venideras… 

La Rama es un acto festivo-religioso, cuidemos de que no se vulneren los principios de respeto a su historia: La Rama es una ofrenda, una promesa cristiana y la ofrenda es una rama de pino... No faltemos a la verdad, cuando se falta a la verdad, tanto en la vida como en la historia, detrás se esconde la intención de perjudicar a las personas o a los acontecimientos. Hay que hacer prevalecer la verdad; proteger, conservar y difundir, es el deber de toda generación. Sigamos conservando, transmitiendo, propagando y pregonando nuestra fiesta de la Rama.

Juncalillo alborozado esta noche no duerme, mañana es un día especial y al alba las caracolas llama a congregarnos en torno a la rama; se enciende la alegría en el corazón de los juncalillenses, también embargados por la emoción, aflorará alguna nostalgia, pero nos pondremos en camino a recoger la rama para ofrecérsela a Santo Domingo. Él nos espera con los brazos abiertos y nosotros contentos y bullicioso, llegamos a sus pies con la rama de pino en alto, llevando en el corazón la alegría del deber cumplido. Santo Domingo contemplando nuestros rostros sudorosos y llenos de felicidad, reconocerá en cada uno de nosotros a nuestros padres y abuelos, a los cuales seguimos unidos por sangre y sentimiento. 

La Plaza de Juncalillo se hace pequeña para abarcar a tantas generaciones fundidas con un solo objetivo: honrar al Santo Patrono por cuya intersección llega a nuestro Padre Dios el amor y el agradecimiento de un pueblo noble y sencillo. Un pueblo luchador. Un pueblo cristiano que vive con Fe, Esperanza y Caridad. Valores y pilares que alimentan y enriquecen el espíritu, generación tras generación. 

Varios municipios de Gran Canaria celebran su fiesta de la Rama, pero la nuestra es muy particular; podríamos decir que no es la Rama de Juncalillo, sino la Rama de su Patrón Santo Domingo de Guzmán, porque es promesa, fruto del sentimiento de un pueblo cristiano. La Rama de Santo Domingo, se vive y se siente y un año más, llegaremos ante el Santo: “con la garganta cantando, los pies bailando y el corazón rezando”. 

Pongamos en valor los sentimientos de nuestros antepasados y mantengámonos fieles al legado de su promesa. Que no se nos olvide que esta fiesta alegre y bulliciosa es una promesa. Es un sentimiento firme de fe y de agradecimiento, el sentimiento de un pueblo que se renueva cada año y se fortalece en cada generación, por eso llegamos a los pies del Santo con la satisfacción del deber cumplido. Cien años del voto de la promesa, y nuestros mayores se sentirán orgullosos porque su legado está garantizado, lo han dejado en buenas manos y nuestro compromiso es continuar 'mientras el mundo sea mundo'. 

El sentimiento de un pueblo lo sustenta la unión, la conservación y la defensa de los valores y tradiciones de sus antepasados, de esas raíces brotan los sentimientos de los pueblos; pueblo hermanado con un solo palpitar y un solo corazón. Cada sentir tiene el sentido del que siente. Los sentimientos se manifiestan desde la conciencia íntima de lo que significan: personas, lugares, actos y celebraciones, por tanto, es un sentir íntimo y personal que nace de pensamientos y deseos individuales. 

Quiero compartir un precioso poema que me envío hace unos días, desde Barcelona, Sor Rosa Mendoza González, una juncalillense nacida muy cerca de donde yo nací. Es un poema que me ha emocionado al entender los sentimientos que la embargan desde la distancia del tiempo y del espacio físico; recuerdos llenos de cariño y añoranza: 

IMÁGENES A DISTANCIA 

Cuando ochenta años ha 
abrí mis ojos al mundo, 
un horizonte divino 
se grabó en lo más profundo. 

Imposible sombrear 
lo que fue luz meridiana; 
cuando el corazón reboza, 
no caben las artimañas. 

Por eso con sencillez 
y en romance facilón, 
quiero cantar, mientras rezo,
a Juncalillo, mi amor. 

Un amor sin fingimiento 
¡que no cabe en nuestra tierra!
 donde el arado y la hoz 
arranca sudor y fiesta. 

Quiero cantar a mi gente 
que con talante sencillo 
lograron que yo creciera 
junto a las papas y el millo. 

Quiero cantar a esa Pila 
donde nací para Dios; 
recia piedra de volcanes 
que invitas a la oración. 

Quiero decirte, Domingo, 
inspirador elocuente 
que protejas con amor 
a Juncalillo, a mi gente. 

Yo también quiero ofrecerte 
una rama centenaria 
que con cariño arranqué 
algún día, en Tamadaba. 

SOR ROSA MENDOZA GONZÁLEZ 

¡¡Viva la Rama de Santo Domingo!! 
¡¡Viva Juncalillo!!


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