Cuando yo era pequeña, mi madre solía coser. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo. Ella me respondía que estaba bordando. Como yo veía el trabajo desde abajo, solo veía el revés, hilos multicolores enredados y nudos feos. Ella me sonreía y me decía:
—Espera a que termine el trabajo para verlo, porque hasta que no esté definido no se ve bonito. Una vez terminado el bordado te pondré sobre mi regazo y lo podrás ver desde arriba.
Cuando terminaba de bordar me mostraba el tapiz desde arriba, desde el lado bueno donde reluce el esplendor y la belleza. Es maravilloso poder valorar las obras una vez acabada. Una vez toma forma te emociona poder contemplar la belleza de una flor o el atardecer de un paisaje.
Por lo general, todo tiene positivo y negativo, su derecho y su revés, su lado bueno y malo. Por eso, cuando veamos que todo está enmarañado, no desesperemos; tengamos paciencia hasta encontrar la parte bonita y sosegada. Porque el diseño bonito que está arriba, desde abajo se puede ver confuso y desordenado.
En estos últimos años, muchas veces he mirado al Cielo y he dicho:
—Padre, ¿por qué existen tantos enredos y nudos…?
Él me responde:
—¡Hija mía! No te preocupes, estoy bordando tu vida. Confía en Mí. Un día te traeré al cielo y te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás…
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