Todas las personas que te cruzas en el camino de la vida tienen algo que enseñarte.
Las personas especiales huelen a sencillez y reflejan un brillo en el centro del alma.
Ama, no porque las demás personas lo merezcan, sino porque es tu forma de vivir.
La primera obligación de todo ser humano es ser feliz, la segunda, es hacer felices a los demás.
La mejor medicina para el alma es la dulzura de otro ser humano.
La vida no está envuelta con un lazo, pero sigue siendo un regalo y recuerda que no es como la pintan, es como tú la colorees.
No es lo que llevas en los bolsillos lo que te hace un ser valioso, sino lo que dejas en el corazón de los demás.
Todo lo que has hecho con amor, desinterés y sinceridad regresa a ti con mayor proporción. No importa cómo te pagan los demás, la recompensa viene de arriba y no llena tu ego, sino tu corazón.
Y ten presente, que a pesar de los obstáculos que la vida nos impone, podemos tener siempre: brillo en la mirada, firmeza en los pasos, delicadeza en los gestos, valentía para seguir adelante y a Dios a nuestro lado.
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