«Sigo extrañando aquellos a los que amé y no siguen conmigo, pero ahora estoy agradecida por haberlos amado. La gratitud me ayuda a poder aceptarlo, aunque cuesta superarlo».
Extrañar, es sentir como una parte de ti se va cuando alguien parte lejos. Extrañar, es sentir el vacío de alguien que se fue. No es sólo la carne y la sangre, sino el corazón lo que nos hace padres e hijos. Tengo que reconocer, que la vida me concedió un deseo sin haberlo pedido, tener el mejor padre del mundo. Cualquier hombre puede llegar a ser padre, pero es necesario ser un hombre especial para ser llamado, papá. Un padre es un ser que llega a darlo todo por sus hijos, se sacrifica y se esfuerza por dar lo mejor. Lo mejor de su amor, sus cuidados y atenciones, su educación y valores, sus vivencias y ejemplo. La mayor satisfacción de un padre es ver a su hijo feliz, un hijo que aprende, respeta y ama, ver su sonrisa y sus ganas de vivir y sentir su cariño. Todos los padres sueñan con un hogar en armonía, donde los hijos juegan, ríen y cantan, donde todo se comparte y se reparte, donde el yo no existe sino el nosotros. Decir familia es decir padres e hijos, es decir hogar. Cuando los hijos no respetan a sus padres, el hogar se tambalea y la familia se resiente.
Por desgracia, hay muchos hijos desagradecidos que viven para sí y no le demuestran cariño a sus padres, hasta que un día parten de este mundo y, lo que pudo ser no fue por culpa del egoísmo. Ese padre que pudo ser querido, amado y respetado, que se esforzó incansable por sus hijos, nunca recibió un «gracias papá», o siquiera una demostración de afecto, por lo que habrá partido creyendo que era poco querido y valorado. Demostrar nuestra gratitud a nuestros padres es de vital importancia. Es importante demostrar el amor ya sea a nuestro padre, a nuestra madre, o a esa persona que constantemente aporta sus bondades, su esfuerzo y sus mejores virtudes a nuestra vida. Del valor de la gratitud nunca nos podemos olvidar, al igual que de la lealtad y el agradecimiento a Dios, por cada día que nos permite disfrutar la vida junto a nuestros seres queridos.
Para honrar a los padres no hay límites de edad. Mi padre me enseñó a ser responsable, me guío por el camino recto, me orientó hacia la luz de la verdad, me mostró el valor de la dignidad y la honradez, me legó el talante optimista y la fuerza esperanzadora. Por todo esto y por más, tengo que demostrar cuán agradecida me siento contigo por todo el trabajo y esfuerzo que imprimiste en mi crianza. Eres quién con esfuerzo me dio lo que no tuvo y los consejos que me han de servir para toda mi vida. Si no hubieras estado como estuviste, yo probablemente no sería quien soy. Gracias a ti papá, hoy me encuentro expresando la importancia de tu labor como guía, para que no me encuentre jamás a la deriva, ni hoy ni cuando yo tengo que hacer la misma labor frente a la familia que formé, a la que con mucho amor y orgullo les enseñaré los saberes que me heredaste con tanto amor y dedicación. Papá, todo lo que haga o diga no será suficiente para demostrar y expresar el cariño que te profeso, como el mejor padre, como hombre sabio que sabía estar en cada momento a la altura de la circunstancia. Por ser hombre sincero y cabal, eres ejemplo a seguir. aunque no pueda evitar una lágrima, siempre estarás presente en mi corazón.
Papá, a Dios doy gracias por ser mi padre. Por ser auténtico, bondadoso lleno de paz y sabiduría. Amaste la verdad, la justicia y la rectitud con sentimientos noble y solidario. Me enseñaste a luchar sin pisotear a nadie, a ser fuerte frente a las adversidades y a estar atenta a las señales. Pero sigo agarrada a tu mano, porque necesito tu protección frente a las agresiones y tu fuerzas para no desfallecer. Llevo en mi memoria cada palabra cada gesto cada sonrisa que me hicieron ser feliz y estar orgullosa de ti. Papá, quiero decirte que, aunque tus alas estaban listas para volar, mi corazón no estaba listo para verte partir. Te extraño y te echo de menos.
«No te acerques a mi tumba sollozando, no estoy ahí. Estoy en el viento que te acaricia, en las plantas que riegas cada día, en las estrellas que brillan de noche sobre tu casa, en la sonrisa de tus hijos, en los pajarillos que cantan en tu ventana. Por eso, no te acerques a mi tumba sollozando, no estoy ahí, estoy en tu recuerdo y en tu corazón».
Fotografía: SLR Jester, cc.
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