Un hombre, ya muy mayor falleció y, entre los bienes que dejó a sus dos hijos había un par de anillos. Uno lucía un diamante de muchos quilates y el otro era un sencillo aro de plata. El primogénito nada más ver ambas piezas, dijo:
—Como soy el hermano mayor, la sortija con el diamante me corresponde en herencia.
El hermano menor sin mostrar oposición alguna se conformó y se colocó el sencillo anillo de plata en uno de sus dedos. Días después, estaba jugueteando con él cuando, de repente vio la inscripción que había sido grabada dentro: «Esto también pasará».
El tiempo transcurrió y como sucede a todos los humanos, la vida les trajo alegrías y tristezas; momentos buenos y malos; fortuna e infortunio; placer y dolor. Y, mientras el hermano mayor no supo encajar los golpes ni aprovechar las bonanzas, empezó a desequilibrarse. Sin embargo el más joven que también se enfrentó a situaciones difíciles, tuvo siempre en mente la inscripción que su padre había grabado en el anillo: «Esto también pasará».
Ese lema le dio fuerzas, paz y serenidad para encarar la vida, sin dejarse arrastrar por estados de exaltación ni de depresión como le sucedía al primogénito, de modo que aquel mensaje secreto fue el mejor regalo que su padre le había hecho.
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