Para saber si ha merecido la pena vivir, solo tenemos que echar la vista atrás. Volver atrás ayuda a saber que si fuimos felices podemos volver a serlo.
Hace tiempo que con el título «Una oda a la nostalgia» elmundo.es publicó un artículo, con la intención de demostrar los beneficios emocionales que reporta recordar para revivir y reavivar momentos inolvidables.
Yo no pongo en duda que habrá mucha gente que reniegue a volver la vista atrás, y la mayoría de ellas es, porque no se gusta en su pasado, pero allá cada cual... Mi pasado es mi vida y forma parte de mí. A continuación el mencionado artículo:
«Yo no vivo en el pasado, el pasado vive en mí. Los buenos tiempos empiezan ahora».El mejor viaje a veces se hace sin moverse del sofá, echando la vista atrás y dando vida a los recuerdos. Los veranos de cuando éramos niños, la pandilla del cole, la primera salida, el segundo beso, las fiestas en familia, las risas con amigos… La vida sin móvil y un sinfín de instantes que en otros tiempos parecían eternos.De cuando en cuando, y sin remedio, nos invade la nostalgia. Quizá a muchos les pase más en Navidad por eso del volver a casa y reencontrarse con los suyos. O con la llegada del nuevo año. Buceamos por los álbumes de fotos y por las viejas cintas VHS con el anhelo de volver a recordar algunos de los mejores momentos de nuestra vida.Hay quien dice que volver atrás no vale de nada. Sin embargo, en ocasiones hay que recurrir al pasado para darnos cuenta de que a veces fuimos felices y si entonces lo fuimos ahora también podemos serlo. O simplemente, hay que mirar atrás para no olvidar que la vida merece la pena, aunque a veces duela.«Recordar es de alguna forma volver a vivir y cuanto más vivos sean estos recuerdos más emociones seremos capaces de vivir de nuevo», afirma a EL MUNDO la coach Cristina Iguaz, directora de inU Coaching. Los beneficios son los mismos que si ahora estuviésemos viviendo ese momento. «Al recordarlo volvemos a generar endorfinas, la llamada hormona de la felicidad», añade.Viajar en el tiempo nos produce sensación de paz y bienestar, siempre y cuando podamos mirar al pasado desde la tranquilidad y la gratitud. «Si es así, nos permite valorar el gran regalo de la vida por haber podido disfrutar de esos momentos», afirma María Bustamante, directora de la Unidad de Psicología Infantil de Instituto Centta de Madrid.También, recordar junto con quienes compartimos buenos momentos y hablar de nuestras experiencias, sean positivas o negativas «es algo que fortalece el vínculo con las personas de nuestro alrededor», señala Robin Rica, director de la Unidad de Psicología General y TCA del mismo centro. Mirar atrás supone ver cómo hemos cambiado y aprendido, porque en cierto modo somos nuestros recuerdos y todas las experiencias por las que pasamos forman nuestro yo actual, nuestra identidad.De algún modo, añade este especialista, «la nostalgia nos hace viajar en el tiempo por nuestra biografía y comprobar, como decía Steve Jobs, que los puntos siempre se conectan hacia atrás, nunca hacia adelantev». Sin embargo, Gassió huye de la manida frase de «cualquier tiempo pasado fue mejor». «No debemos recrearnos en la nostalgia, anclarse al pasado no vale de nada. Volver la vista atrás nos tiene que servir para retomar valores y recuperar emociones que a lo mejor ahora tenemos perdidas. Es bueno recordar porque no hay que olvidar ni lo bueno ni lo malo de nuestra Historia, y poder rescatar la parte positiva de las cosas. Si un día se hicieron, ¿por qué ahora no?»Mirar al pasado, de verdad es positivo cuando sirve de apoyo y fortaleza en el presente. «Cuando todo era mejor antes, tenemos un problema existencial pues no hay armonía entre lo vivido y el aquí y el ahora. La nostalgia entonces genera una armadura contra lo real, una obsesión del regreso, que no nos deja seguir hacia adelante», añade María Bustamante.Sentir nostalgia nos une a aquello que vivimos en su momento, pero es necesario tener en cuenta dos cosas. Primero, y según explica Iguaz, si el recuerdo lo asociamos a sentimientos de pérdida o tristeza, digamos que sería una tristeza dulce que en cualquier caso nos sirve para mantenernos unidos a esos momentos. Por el contrario, si nos anclamos en ese sentimiento hasta llegar a la tristeza profunda, entonces aparecerán emociones negativas y tristes. Lo segundo y lo más importante de todo, «es que las personas tenemos la capacidad de cambiar nuestros estados de ánimos, tan sólo cambiando nuestros pensamientos», sostiene la experta. Por tanto, cuando nos invada la nostalgia hasta el punto de sentir una profunda tristeza —por ejemplo, acordándonos de un ser querido— es el momento de recordar un momento feliz que vivimos con esta persona, para convertir esa tristeza en nostalgia dulce.Toda época y momento tiene sus más y sus menos, y puede que no sea cierto el refrán: «cualquier tiempo pasado fue mejor», aunque lo parezca. «La nostalgia, siempre y cuando uno sepa en qué época vive, actúa muchas veces como un bálsamo con efectos muy reconfortantes», concluyen Ikaz y Díaz.
Fotografía: a.dombrowski, cc.
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