domingo, 1 de enero de 2017

Caminata

Sé que mi caminar tiene una dirección y un destino, por eso debo medir mis pasos, prestar atención en lo que hago y no en lo que hacen los que a mi lado pasan, para no seguir a los que se desvían, pero que tampoco nadie se desvíe siguiendo mis pasos.
Que no me engañe con el ánimo y el vigor de los primeros trechos, porque llegará el día en que mis pies no tendrán tanta fuerza, y heridos y cansados no podrán avanzar tan rápido.
Que cuando esté cansada no me desespere y siga creyendo en mis fuerzas para continuar y en que siempre encontraré a un buen samaritano que me auxilie. Y que en la alegría de mis sonrisas me acuerde de que existen los que lloran, para que así mi risa no ofenda el dolor de los que sufren; por otro lado, cuando llegue mi turno de llorar, que no me deje dominar por la desesperanza, sino que entienda el sentido del sufrimiento, que me nivela y que me iguala a todos los hombres.
Que cuando tenga preparado mi equipaje, con agua en mis provisiones, ánimo en el corazón, botas en los pies y sombrero en la cabeza, con el fin de no temer al viento, ni al frío, ni a la lluvia, ni al tiempo, que no me considere mejor que aquellos que se quedaron atrás, porque podría llegar el día en que me fallen las fuerzas y los que rebasé en el camino, me alcanzarán y juntos podamos concluir el camino, porque sólo puedes ir más rápido, pero sintiendo el vacío de la soledad.
Que cuando el día brille, tenga deseos de ver la noche en que el camino será más fácil y más ameno; pero, cuando sea de noche y la oscuridad vuelva más difícil el arribo, que sepa esperar al nuevo día con su aurora y su calor, para encontrar la fuente que apague mi sed y poder ver las flechas que me indican el camino.
Que la prisa por llegar no me aparte de la alegría de ver las simples flores que adornan el recorrido y sin perturbar la caminata de nadie, entienda que avanzar hace bien, pero que a veces es necesario tener el valor de volver atrás y recomenzar tomando otra dirección sin dejar de bendecir el camino.
Que no camine sin rumbo y que no me pierda en las encrucijadas. Con la mirada en el horizonte, sin temor a los que me asalten y quieran enmascarar la senda para desviarme del camino. Y si cayera, que permanezca el recuerdo de mi caída para impedir que otros caigan en el mismo abismo.
Sí, es importante llegar, pero aún es más importante que haga llegar a quien me pregunte y me pida consejo, y sobre todo ¡que pueda seguir confiando en mí!

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