Hace mucho tiempo, el monarca de un próspero país hizo llamar a un sabio para encargarle una particular tarea diciéndole:
—Tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Viajarás sin descanso por todo el territorio y, cuando encuentres a la persona que consideres más tonta, debes entregársela.
El erudito se apresuró a cumplir el encargo de su soberano y recorrió aldea por aldea toda la geografía del estado. Conoció a mucha gente, pero no encontró a ningún ser humano al que considerara el más tonto. Transcurridos varios meses, emprendió el camino de regreso a palacio para informar de ello al monarca. Mientras él estaba fuera, el anciano rey había enfermado de gravedad. Informado por los médicos de que el mandatario estaba a punto de exhalar su último suspiro, el sabio corrió a visitarlo en sus aposentos, al verlo el rey se lamentaba:
—¡Qué desafortunado soy! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y ¿cómo lo haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas!
Tras oír aquellas palabras, rápidamente le entregó la caña de bambú al rey, no fuera ser que lo tomaran por el más tonto y tuviera que resolver la papeleta que planteaba el rey.
Al igual que el soberano, muchas personas se obsesionan con el valor de las cosas materiales, sin dar importancia a los aspectos de la vida que realmente merecen la pena.
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