Una mañana, una mujer que salía de su casa vio sentados en un banco a tres ancianos con aspecto de no haber comido en los últimos días. Se acercó y los invitó a pasar a su casa para obsequiarles con un buen desayuno calentito. Pero para su sorpresa, uno de los tres hombres le respondió:
—Nosotros no podemos ser invitados juntos a una casa.
—¿Por qué? —preguntó extrañada la generosa señora.
El anciano con la barba más larga, señalando a unos de sus compañeros respondió:
—Su nombre es Riqueza. El de este otro es Éxito y el mío, Amor. Ustedes decidirán a quién convidan.
El marido de la señora pensó que lo mejor sería que se sentara a su mesa Riqueza, así la prosperidad entraría por la puerta de su casa y les acompañaría por siempre. Pero su esposa consideraba que sería mejor invitar a Éxito:
—Así seríamos admirados por todos —dijo.
La hija del matrimonio, una niña adoptada hacía 8 años, también dio su opinión:
—¿Por qué no invitamos a Amor? ¿Siempre hemos de pensar en el dinero y el éxito?
Avergonzados, le hicieron caso y tras invitar a Amor los tres ancianos se levantaron y dijeron:
—Si hubiesen invitado a Éxito o a Riqueza, los otros dos habrían quedado fuera, pero donde hay AMOR siempre habrá ÉXITO y RIQUEZA.
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