jueves, 13 de enero de 2022

La depresión un mal creciente


 

Hoy 13 de enero se celebra el ‘Día Mundial de Lucha contra la Depresión’. ¿Por qué se celebra un día contra la depresión? Con la proclamación de este día se pretende sensibilizar, orientar y prevenir a la población a nivel mundial sobre esta enfermedad, cuyas cifras aumentan de manera desproporcionada en el mundo y han visibilizado un notable aumento debido a la pandemia.

La depresión es un trastorno emocional que afecta a más de 350 millones de personas en el mundo, siendo considerada como la primera causa mundial de discapacidad. Y con el impacto de la pandemia la depresión se ha disparado afectando la salud mental de los ciudadanos. Uno de cada cinco españoles presenta síntomas de depresión moderada.

La depresión incide notablemente en las tasas de mortalidad y morbilidad. Impacta a personas de todas las edades y de manera más notable a adolescentes y personas de la tercera edad. Según estudios, la sensación de no ver el final del túnel se ha agravado con la actual pandemia incrementando los niveles de ansiedad y depresión entre la población.

Aunque, entre los principales rasgos de la depresión se destacan tristeza permanente, pérdida de interés o placer en actividades de la vida cotidiana (anhedonia), aislamiento, trastornos del sueño y del apetito, falta de concentración y sensación de cansancio, lo cierto es que no todas son iguales, porque las causas que influyen son diferentes.

Y, para ser algo tan frecuente, poco se habla de la depresión. Quizá sí en abstracto, pero, cuando nos toca de cerca..., a menudo se levanta un muro de silencio. Según las últimas estadísticas europeas, la prevalencia de este trastorno entre la población es del 5,4%, una cifra muy alta. Sin embargo, sigue siendo una enfermedad de fronteras desdibujadas, que muchas veces acaba ocultándose porque se sigue asociando con la inestabilidad mental.

Con el Día Internacional de la Depresión, se intenta visibilizar este problema que trae de cabeza a los descendientes de personas depresivas: no solo llevan la muesca de haber visto este drama en casa, sino que también viven con el temor a repetir la historia familiar. ¿Está justificado este miedo? ¿Tienen más boletos que los demás? «Sí. Aunque sea un poco deprimente, valga la redundancia, es así», afirma Julio Rodríguez, psicólogo, doctor en Medicina Molecular, biólogo y adjunto del laboratorio de diagnóstico genético de la Fundación Pública Galega de Medicina Xenómica. Pero ojo a los matices, que a veces lo son todo, escribe Solange Vázquez en canarias-7.

Según explica Rodríguez, estudios actuales realizados con gemelos monocigóticos y dicigóticos, así como estudios de adopción, han estimado que la heredabilidad de este trastorno está entre el 30 y el 49%. ¿Qué indica la heredabilidad? En qué grado un determinado rasgo, en este caso la depresión, se debe a componentes genéticos. «Y es más alta cuanto mayor sea el grado de severidad del trastorno depresivo, cuanto antes sea su debut, si es depresión posparto o, por ejemplo, si la depresión va acompañada de ansiedad», aclara el experto.

¿Genes o ambiente familiar? «El estudio más reciente hecho con adopciones en Suecia ha determinado que, en la transmisión del riesgo de depresión mayor entre padres e hijos, los factores genéticos y ambientales tienen un peso equivalente», apunta Rodríguez. La psicóloga Aída Rubio, Head of Clinical Content de TherapyChat, añade que los factores familiares y ambientales pueden ayudar a desarrollar o a frenar esa predisposición genética, «ya que marcan cómo vivimos los estresores (las cosas que causan estrés)». La psicóloga, además, destaca el lado 'bueno' de ser descendiente de un depresivo: «Al haber convivido con el trastorno, algunos desarrollan resiliencia y aprenden a conocerse mejor a sí mismos y a manejar las emociones para no caer en lo mismo. También suelen optar por llevar a cabo experiencias positivas para compensar lo que han visto en casa». Así que muchos desarrollan una gran fortaleza y se convierten en personas muy vitalistas.

Más riesgo, pero no certeza. No debemos vivir aterrados por el hecho de que nuestra madre o nuestro padre sean depresivos y temamos ser un 'remake' de su vida. «El componente genético de la depresión, aunque existe, es débil si lo comparamos con otros trastornos psiquiátricos. Además, es altamente poligénico: esto quiere decir que está mediado, principalmente, por variantes comunes de baja penetrancia –de bajo efecto–. Traducido: no existe 'el gen' de la depresión. Si alguien es depresivo, su descendencia no va a ser depresiva al 100%. Lo que sí implica es que hay más riesgo», detalla Rodríguez.

¿Cuándo preocuparse? Para Rubio, el 'autochequeo' constante al que se someten los descendientes de depresivos es incluso «contraproducente». «La mente tiene muchos fallos, distorsiones cognitivas y filtros que ponemos a la realidad, sobre todo si hemos quedado sensibilizados desde la infancia o adolescencia. Así que hay que poner coto a esos temores, no debes dejar que tu pensamiento te diga que tienes una 'mancha'», alerta la experta. Precisamente, obsesionarse con esa 'herencia' puede ser un estresor, es decir, generar una ansiedad que actúe como detonante de un proceso depresivo. Si te preocupa este problema, lo adecuado es «tomar una postura activa»: repasar patrones de conducta equivocados, aprender a gestionar emociones y reforzar nuestra parte positiva. Un terapeuta nos puede ayudar.

Entonces, ¿mejor no pensar en la depresión? Tampoco es eso. Tengamos o no antecedentes familiares, debemos estar atentos a posibles indicios. «Estar triste es normal, tener insomnio dos meses seguidos y no hacer nada, no. O albergar ideas suicidas o pensamientos negativos recurrentes todos los días y no hacer nada. Pero, cuidado, ¡tampoco es normal estar feliz y despreocupado a diario! El 'wonderfulismo' y la dictadura de la felicidad son tan dañinos como la depresión. Es más, si se muere un familiar, tienes una ruptura sentimental o te echan de tu trabajo y estás feliz al día siguiente, posiblemente padeces algún trastorno mental», alerta Rodríguez.

“Ojalá la vida fuese un poco más como en el cine. Quiero que un ángel venga a mí como le ocurre a James Stewart en ‘que bello es vivir’ y que me quite esa idea del suicidio. Siempre he estado esperando ese momento de luz que me liberase y cambiase mi vida para siempre. Pero él no vendrá, esto no ocurre así. Todo lo ocurrido, todo, formaba parte de un proceso de recuperación. Del mismo modo que me hundí, volví a levantarme.”

 

Fotografía: Internet

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