Hoy 13 de enero se celebra el ‘Día Mundial de Lucha contra la
Depresión’. ¿Por qué se celebra un día contra la depresión? Con la proclamación
de este día se pretende sensibilizar, orientar y prevenir a la población a
nivel mundial sobre esta enfermedad, cuyas cifras aumentan de manera
desproporcionada en el mundo y han visibilizado un notable aumento debido a la
pandemia.
La depresión es un trastorno emocional que afecta a más de
350 millones de personas en el mundo, siendo considerada como la primera causa
mundial de discapacidad. Y con el impacto de la pandemia la depresión se ha
disparado afectando la salud mental de los ciudadanos. Uno de cada cinco españoles
presenta síntomas de depresión moderada.
La depresión incide notablemente en las tasas de mortalidad y
morbilidad. Impacta a personas de todas las edades y de manera más notable a
adolescentes y personas de la tercera edad. Según estudios, la sensación
de no ver el final del túnel se ha agravado con la actual pandemia incrementando los niveles
de ansiedad y depresión entre la población.
Aunque, entre los principales rasgos de la depresión se
destacan tristeza permanente, pérdida de interés o placer en actividades de la
vida cotidiana (anhedonia), aislamiento, trastornos del sueño y del apetito,
falta de concentración y sensación de cansancio, lo cierto es que no todas son
iguales, porque las causas que influyen son diferentes.
Y, para ser algo tan frecuente, poco se habla de la depresión.
Quizá sí en abstracto, pero, cuando nos toca de cerca..., a menudo se levanta
un muro de silencio. Según las últimas estadísticas europeas, la prevalencia de
este trastorno entre la población es del 5,4%, una cifra muy alta. Sin embargo,
sigue siendo una enfermedad de fronteras desdibujadas, que muchas veces acaba
ocultándose porque se sigue asociando con la inestabilidad mental.
Con el Día Internacional de la Depresión, se intenta
visibilizar este problema que trae de cabeza a los
descendientes de personas depresivas: no solo llevan la muesca de haber visto
este drama en casa, sino que también viven con el temor a repetir la historia
familiar. ¿Está justificado este miedo? ¿Tienen más boletos que los demás? «Sí.
Aunque sea un poco deprimente, valga la redundancia, es así», afirma Julio
Rodríguez, psicólogo, doctor en Medicina Molecular, biólogo y adjunto del
laboratorio de diagnóstico genético de la Fundación Pública Galega de Medicina
Xenómica. Pero ojo a los matices, que a veces lo son todo, escribe Solange Vázquez en canarias-7.
Según explica Rodríguez, estudios actuales realizados con
gemelos monocigóticos y dicigóticos, así como estudios de adopción, han
estimado que la heredabilidad de este trastorno está entre el 30 y el 49%. ¿Qué
indica la heredabilidad? En qué grado un determinado rasgo, en este caso la
depresión, se debe a componentes genéticos. «Y es más alta cuanto mayor sea el
grado de severidad del trastorno depresivo, cuanto antes sea su debut, si es
depresión posparto o, por ejemplo, si la depresión va acompañada de ansiedad»,
aclara el experto.
¿Genes o ambiente familiar? «El estudio más reciente hecho
con adopciones en Suecia ha determinado que, en la transmisión del riesgo de
depresión mayor entre padres e hijos, los factores genéticos y ambientales tienen
un peso equivalente», apunta Rodríguez. La psicóloga Aída Rubio, Head of
Clinical Content de TherapyChat, añade que los factores familiares y
ambientales pueden ayudar a desarrollar o a frenar esa predisposición genética,
«ya que marcan cómo vivimos los estresores (las cosas que causan estrés)». La
psicóloga, además, destaca el lado 'bueno' de ser descendiente de un depresivo:
«Al haber convivido con el trastorno, algunos desarrollan resiliencia y
aprenden a conocerse mejor a sí mismos y a manejar las emociones para no caer
en lo mismo. También suelen optar por llevar a cabo experiencias positivas para
compensar lo que han visto en casa». Así que muchos desarrollan una gran
fortaleza y se convierten en personas muy vitalistas.
Más riesgo, pero no certeza. No debemos vivir aterrados por
el hecho de que nuestra madre o nuestro padre sean depresivos y temamos ser un
'remake' de su vida. «El componente genético de la depresión, aunque existe, es
débil si lo comparamos con otros trastornos psiquiátricos. Además, es altamente
poligénico: esto quiere decir que está mediado, principalmente, por variantes
comunes de baja penetrancia –de bajo efecto–. Traducido: no existe 'el gen' de
la depresión. Si alguien es depresivo, su descendencia no va a ser depresiva al
100%. Lo que sí implica es que hay más riesgo», detalla Rodríguez.
¿Cuándo preocuparse? Para Rubio, el 'autochequeo' constante
al que se someten los descendientes de depresivos es incluso
«contraproducente». «La mente tiene muchos fallos, distorsiones cognitivas y
filtros que ponemos a la realidad, sobre todo si hemos quedado sensibilizados
desde la infancia o adolescencia. Así que hay que poner coto a esos temores, no debes dejar
que tu pensamiento te diga que tienes una 'mancha'», alerta la experta.
Precisamente, obsesionarse con esa 'herencia' puede ser un estresor, es decir,
generar una ansiedad que actúe como detonante de un proceso depresivo. Si te
preocupa este problema, lo adecuado es «tomar una postura activa»: repasar
patrones de conducta equivocados, aprender a gestionar emociones y reforzar
nuestra parte positiva. Un terapeuta nos puede ayudar.
Entonces, ¿mejor no pensar en la depresión? Tampoco es eso.
Tengamos o no antecedentes familiares, debemos estar atentos a posibles
indicios. «Estar triste es normal, tener insomnio dos meses seguidos y no hacer
nada, no. O albergar ideas suicidas o pensamientos negativos recurrentes todos
los días y no hacer nada. Pero, cuidado, ¡tampoco es normal estar feliz y
despreocupado a diario! El 'wonderfulismo' y la dictadura de la felicidad son
tan dañinos como la depresión. Es más, si se muere un familiar, tienes una
ruptura sentimental o te echan de tu trabajo y estás feliz al día siguiente,
posiblemente padeces algún trastorno mental», alerta Rodríguez.
“Ojalá la vida fuese un poco más como en el cine. Quiero que
un ángel venga a mí como le ocurre a James Stewart en ‘que bello es vivir’ y
que me quite esa idea del suicidio. Siempre he estado esperando ese momento de
luz que me liberase y cambiase mi vida para siempre. Pero él no vendrá, esto no
ocurre así. Todo lo ocurrido, todo, formaba parte de un proceso de
recuperación. Del mismo modo que me hundí, volví a levantarme.”
Fotografía: Internet
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