Por realidad se entiende la existencia auténtica y efectiva
de algo o alguien, sin embargo, es frecuente encontrarse con personas que con sus fantasías parecen vivir en un mundo imaginario al margen de la realidad. Otros crean relatos paralelos
a lo que realmente sucede con el fin de ocultar o enmascarar acciones, comportamientos y pensamientos. Son personas que saben de sus errores, pero son
tan malévolas, que son capaces de dar vuelta a la historia para involucrar y
culpar de sus estropicios a los demás. Viven encerradas en una especie de burbuja, creando en torno a ellas todo un mundo ideal a conveniencia para
justificar sus inmadurez y sus miedos.
Normalmente recurren a este tipo de estrategia, para evitar tener que hacer frente a sus problemas reales, con sus espejismos inventan una realidad que no existe para ocultarse de sus responsabilidades y no tener que dar explicaciones que los deje en evidencia.
Estas personas para justificar su vida inventada, aportan algún dato que puede coincidir con la realidad, pero con lo inventado quieren impactar y atrapar a quienes les escucha, que pueden dudar de lo que les cuenta, pero son tan persuasivos que te hacen creer un relato que no es cierto. Relatos inventados que terminan por convertirse en una gran mentira, que al fin y al cabo es lo que es; una realidad paralela.
Son muy persuasivos y te convencen de que es cierto lo que ellos están
contando. Son astutos y saben cómo convencerte. Es complicado entender a quien vive en una realidad
paralela. Estas personas tienen un serio problema de comunicación a la hora de
explicar lo que pretenden transmitir, porque siempre están de mal carácter buscando bronca y el ambiente se hace irrespirable. Por lo que los demás se preguntan si en realidad es
tan complicado poder expresar lo que viven, lo que sienten o lo que desean.
Vivir en una realidad paralela o inventarse una vida es lo
mismo. La principal consecuencia que padecen estas personas es, que se creen sus
mentiras. Llega un momento en el que les resulta prácticamente imposible
diferenciar lo que es verdad de lo que es mentira. Incluso a algunos esa
realidad paralela les puede llegar a producir un pánico atroz, por miedo a ser descubiertos.
Aunque en apariencia parece que no son consciente de su realidad,
el hecho de insistir en una historia inventada puede indicar que sí son conscientes
de lo que hacen. Tras una historia inventada te están indicando que hay un especial
interés en ocultar aspectos propios que no quieren que trasciendan, porque ellos
mismo son los primeros que se censuran y saben que no quedaría bien ante los
demás, o por puro interés de dejar mal a alguien, o por tener carencias tanto de
comunicarse con los demás, como de escuchar lo que los otros tienen que decir.
Vivir en una realidad paralela. «Que tiene existencia
objetiva», así es como se define oficialmente el término real. La institución
que rige y regula el lenguaje en idioma español es la Real Academia de la
lengua (RAE), de cuyo Diccionario se ha extraído esta definición. El concepto
real tiene una única acepción: «Que tiene existencia objetiva».
Para saber qué es lo real o qué es real debemos pues atenernos a aquello que
tenga existencia de manera objetiva, a aquello que objetivamente exista.
Como no hemos quedado satisfechos (de hecho, esta definición
no nos dice exactamente qué es lo real), tenemos que intentar entender lo que
nos quiere decir la RAE. ¿Qué significa la frase «que tiene existencia»?
Buscando existencia en el Diccionario oficial de la lengua española recibimos
lo siguiente: «Acto de existir». Tenemos que seguir buscando. Buscamos existir.
Obtenemos la respuesta: «Dicho de una cosa: ser real». Volvemos al principio.
Con un breve repaso al Diccionario hemos entendido que lo
real es aquello que existe, y que sólo existe aquello que es real. En este
limbo de posibilidades y de misterios se ha bañado la cultura muchas veces.
Escritores, pintores, poetas, músicos y guionistas han querido explorar los
límites de la realidad, y han imaginado ocurrentemente existencias múltiples y
realidades paralelas. Apoyándose en los pensamientos de filósofos como Platón,
que nos hablaba de la existencia de dos mundos (el Real y el de las Ideas), y
en los descubrimientos de la física cuántica, que nos dice que dos realidades
diferentes pueden coexistir al mismo tiempo, el mundo de la cultura ha
producido interesantes trabajos basados en el cuestionamiento de la realidad en
la que vivimos.
Por qué hay personas que nunca admiten que están equivocadas.
Mientras a muchos no les duele prendas en reconocer un error, otros escurrirán
el bulto a toda costa con tal de salir indemnes. Son personas poco empáticas que
reclaman empatía.
“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque
estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. Alexander Pope.
A través de la historia del hombre, han sido habituales las
escenas que han salido a la luz de muchas personas que intentaron ser ‘otras
personas’. Se trata en estos casos de inventarse una vida para impresionar. Cambiando
tu historia haces realidad un delirio, ya sea por grandeza, por complejo o por
ambición. Los impostores siempre existieron, estos hechos han sido corrientes y
lo sigue siendo.
“Cada hombre tiene su precio”. El
Padrino.
Para muchos analistas y expertos, muchas de estas personas
actuaron y actúan por ser mentirosos crónicos o compulsivos, personas que
tienen dificultad para controlar su conducta y que están muy cerca de
comportamientos patológicos. Estos mentirosos pueden buscar un reconocimiento
social, una admiración que nunca tuvieron, una gloria que les haga populares. Y
los podemos encontrar en cualquier momento y lugar. Es fácil conocer a esa
clase de personas que dicen conocer a gente famosa, que hablan de viajes fantásticos, que han vivido experiencias únicas y al alcance de muy pocos. Pero,
lógicamente, para poder engañar a alguien, primero deben engañarse a sí mismos y creerse su historia. Partir de esa falsa identidad se puede sustentar en la
necesidad vital que tiene el mitómano para que los demás le consideren
importante o popular. No les importa mentir porque saben utilizar sus encantos disuasorios. Y el narcisista puede ser muy válido y capaz, incluso inteligente.
Lo que ocurre es que su vanidad y su ambición, además de su orgullo, provocan
que sus capacidades se vean mermadas y corre el peligro de ser descubierto. Inventarse una vida puede servir para conseguir fama, prestigio y
también dinero, también para despertar lastima o para destruir el prestigio de alguien que ve como rival.
“Una mentira es como una bola de nieve; cuánto más rueda, más
grande se vuelve”. (Martin
Lutero)
Inventar o fabular ha sido y es humano. Tendemos a exagerar
las historias, decorándolas y añadiendo datos que no existieron, creyendo
hacerlas más atractivas, más creíbles o seductoras. La imaginación aporta su
grano de arena. Y de eso vamos bastante sobrados. Sabemos por experiencia
propia que muchas personas exageran en sus logros biográficos, sus estudios,
sus conocimientos, etc. Una práctica habitual que ya parece consentida. De
hecho, parece que tampoco nos importa mucho que mientan, o que nos mientan. Si
esa mentira no nos incumbe no nos preocupa. El problema es que, si esas
mentiras se exageran de forma sistemática y se multiplican con el paso del
tiempo, las sospechas llegan a ser muy grandes y la credibilidad, poco a poco va perdiendo forma.
Una persona fantasiosa está siempre creando historias fabulosas
donde todo termina bien. Pero la gente perversa inventa historias para destruir
al otro, al que cree su rival o al que brilla y su brillo les molesta, por
tanto, todo lo que su capacidad malévola le permite inventar, se lo adjudica a la
persona que quiere desprestigiar, y para ello despliega todo su encanto
manipulador y chantajista para que se traguen lo que sale de su afligida voz.
Lógicamente, para aquellos que acostumbran a utilizar estas
prácticas, la rutina les juega una mala pasada y, finalmente, serán
descubiertos. Lo malo, al llegar a ese punto, es que ya nadie se cree lo
próximo que cuenten, aunque sea cierto. Sin embargo, cuando uno de estos
impostores nos cuenta una historia sensible y dura cuesta dudar de su
credibilidad. La empatía nos hace acercarnos a su historia, creando un lazo de
unión entre el que cuenta la historia y el que la escucha. Generalmente, cuando
nos cuentan algo tendemos a creerlo, aunque sepamos que la mayoría de las veces
no tenemos argumentos de peso para saber si lo que nos cuentan es verídico o
no. La susceptibilidad va según el carácter o la experiencia de cada uno, pero
en principio no debería haber obstáculo para creer en alguien o en sus
historias, ciertas o inventadas.
“El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga
la verdad”. Aristóteles.
Fotografía: Internet
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