Deshazte de quien duda de ti, únete a quien te valora, libérate
de quien te estorba y ama a quien te soporta. Paulo Coelho.
Como dice Bernabé Tierno en su libro “Aprendiz de Sabio”,
nadie puede poner en duda la necesidad del amor, como la necesidad de alimento,
de aire, de luz, de agua o de sol. El amor es un sentimiento espontáneo y
natural, por ello, no olvides: valora a quien te busque y ama a quien no te
deje ir.
Es tan incoherente exigir el amor de otra persona como
prohibir a una persona que nos ame, puesto que todo amor deriva de la
espontaneidad y de nuestra libertad interior. No podemos controlar lo que
sentimos, ni los sentimientos que provocamos en otras personas, asiente la
psicóloga Gema Sánchez.
“Te propongo que no me busques, que me encuentres, que no me
mires, que me plasmes, que no me hables, que me sientas, que no me quieras, que
te entregues, que seas tú sin serlo del todo”. Alejandro Esparza.
Cuando amamos lo hacemos con todo nuestro ser, nuestra
inteligencia, nuestro cuerpo, nuestros sentidos y, por supuesto, nuestro
corazón. Es algo irresistible, que encierra belleza y a veces dolor, pero que
nos enseña siempre a conocernos.
Valora a quien te busque y ama a quien no te deje ir. Valora
a quien demuestre interés por ti. En ocasiones se acepta que el amor es
sufrimiento, que para amar hay que sufrir, pero se trata de una creencia
errónea que nos aleja de una relación sana y equilibrada. Que tu interés sea
recíproco con el interés del otro. Ama y comparte, disfruta en compañía. Ama,
pero también mantén tu espacio, sigue siendo tú mismo.
Con amigos y con parejas aceptamos situaciones en las que siempre tenemos que mostrar interés nosotros, en las que solo nosotros decimos “te quiero”, en las que parece que solo nosotros deseamos compartir cosas con la otra persona. Es muy complicado aceptar que si alguien no te llama es porque no quiere hablar contigo, que si busca excusas para no quedar es porque no quiere verte y que si no te dice “te quiero” es porque no lo siente. Nuestro ego no acepta que nos ignoren y busca excusas como: “Estará ocupado”, “No ha escuchado el teléfono”, “No me dice que me quiere por miedo”, es importante ser realistas y ver la situación tal y como es: si alguien no nos quiere o no nos valora, no le podemos obligar a que lo haga, pero nosotros tenemos que seguir nuestro camino.
Por el contrario, si alguien demuestra interés por nosotros,
se preocupa, nos llama, nos escribe, debemos valorar ese interés, esa
demostración sincera de cariño y de respeto. Una muestra espontánea de afecto
es algo que surge del corazón y nos hace reflexionar sobre lo que es
realmente importante.
“El amor no necesita ser entendido, solo necesita ser
demostrado”. Paulo
Coelho.
Ama a quien quiere estar a tu lado. Una persona que de verdad
quiere estar a tu lado te llama para saber cómo estás, está junto a ti en los
momentos difíciles, te mira a los ojos y escucha con atención lo que tienes que
decir, te respeta y te valora por cómo eres, te admira y te lo demuestra. En
definitiva, te ama.
Si alguien quiere estar a tu lado, lo está, y día a día
podréis contar el uno con el otro y nadie ni nada podrá aniquilar ese cariño verdadero. Si deseas
pasar tiempo con alguien lo encuentras y compartes momentos sin mirar el reloj,
dejando que las horas pasen sin darte cuenta, afianzando los lazos fraternos.
En el caso de una pareja, como sostiene Walter Riso, es
importante que cuando amamos sepamos diferenciar, “ser uno”, que anula lo
particular para integrarse en un todo, de “estar unidos afectivamente” que
implica tener un vínculo en el que cada persona mantiene sus particularidades y
sus diferencias.
Busca la reciprocidad en tus relaciones. Para que un amor de
pareja o una relación de amistad funcione debe existir un
intercambio básico. Walter Riso hace una analogía con el pensamiento de
Aristóteles y Santo Tomás en su “Guía práctica para no morir de amor” y dice
que un amor justo es el que combina tanto la justicia distributiva (repartir
cargas y beneficios proporcionalmente entre los miembros de la pareja), como la
justicia conmutativa (evitar la estafa y el fraude en cualquiera de sus
formas).
Para Riso una relación se basa en la reciprocidad cuando: el
intercambio afectivo y material es equilibrado y justo, los privilegios son
distribuidos equitativamente, el acceso a los derechos y deberes es igual entre
las dos personas, ninguno de los miembros intenta sacar ventajas o explotar al
otro y ninguno piensa que merece más que el otro. Esto es válido para todas las relaciones, tanto de pareja, amistad o entre hermanos. No podemos exigir lo que no damos, y cuando el cariño no es sano porque se interfieren rencillas, celos y falsedad, no fluye la naturalidad y el ambiente se torna asfixiante, cargado de energía negativa, y quienes crean ese ambiente se hacen los dolientes y se revuelven para dañar con la hez de su propia condición.
Tenemos la mala costumbre de no valorar el tiempo y la ayuda que los
demás nos dedican. Una conversación, un abrazo, una sonrisa, un cómo te
encuentras, un “lo hago porque sé que te gustaría” o simplemente un gesto de
acompañamiento. Hay miles de actos diarios de las personas de sentimientos puros que nos rodean y hay quién no valora.
No hace falta que el tiempo de compartir tiempo, proceda solo de nuestros familiares, amigos o pareja. El tiempo de los desconocidos también se vuelve importante cuando, por ejemplo, gracias a ellos el día puede comenzar con una sonrisa, porque sus buenos días van cargados de alegría o nos dan el impulso que necesitábamos. La grandeza de las personas está en esos detalles de pequeño tamaño, pero de grandes efectos y afectos. Valoremos los segundos de escucha, apoyo y aprecio que los demás nos dedican, porque con ello ofrecen parte de su vida. Ellos saben que compartir el tiempo es regalar vida, seamos agradecidos y correspondamos.
Hay quien no es capaz de percibir el esfuerzo de otras
personas por hacerle su rutina más llevadera, dar color a sus días grises o
querer disfrutar de su compañía. Hay personas que ven como obligación lo que en
realidad es una elección por parte de los otros, esos para quienes el tiempo de
los demás pasa desapercibido, lo valora como un tesoro para sí y se lo exige al otro como si fuera suyo.
Cada uno de nosotros es libre de a quién y cómo dedicar su tiempo. No olvidemos que los minutos, horas y segundos son fragmentos de nuestra vida y nadie tiene potestad para decidir libremente sobre ellos. Dedicar tiempo y atención se traduce en me importas, te quiero, te apoyo, adoro tu compañía y eso no tiene precio ni un equivalente material. Porque definitivamente, dedicar tiempo es dedicar vida y mi vida la comparto con quienes me quieren.
Valora a quien se acuerda de ti y se interesa por tus cosas. Valora
a quien te habla, te escucha, te hace un favor, te acompaña, porque realmente te
aprecia y siente que eres parte de su vida, y quienes me hacen ser parte de su vida, son dignos de pertenecer a la mía.
Por eso debemos agradece a quienes nos hablen con el lenguaje del corazón, sin dobleces, porque además de tiempo, ofrece la posibilidad de forjar recuerdos que despertarán más adelante sentimientos de cariño, alegría, nostalgia y aprecio. El mejor obsequio que podemos hacer a las personas que nos dedican su tiempo, es valorarlo y regalarles parte del nuestro.
Recuerda que todos somos especiales, todos estamos en la vida
de otros por una razón especial: todos debemos dar y recibir en la misma medida, porque todos enseñamos y aprendemos al mismo
tiempo. Debemos darle valor a eso y honrarlo con todo nuestro ser, nuestro corazón y nuestra alma.
“Las buenas personas no llevan pancartas proclamando que lo
son. Traen luz en su alma, aliento en sus ojos y son hábiles artesanas de dar
felicidad”.
“La vida no tiene sentido, se lo das tú, con lo que hagas,
con lo que te apasiones, con tus ilusiones. Tu construyes el universo a tu
medida”. Walter Riso.
Fotografía: Internet
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