viernes, 24 de diciembre de 2021

Jesús trae la esperanza

 


Cada año lo mismo, ni crisis económica ni pandemia se nota por esta época. En esta temporada del año, para invitar a comprar, en los centros comerciales resuenan los villancicos. Llamativos anuncios presentan familias reunidas alrededor de mesas bulliciosas con un árbol centelleante atiborrado de regalos. Las iglesias muestran la escena de un pesebre sereno y pacífico, con la familia de Jesús sonriendo a todo el que se acerca a contemplarles. La Navidad se muestra como un tiempo de esperanza, tiempo alegre de unión familiar y celebración.

Para mucha gente la Navidad es precisamente eso: momentos alegres y felices en familia, comidas, regalos, pero la mayoría de los cristianos lo viven como un tiempo de celebración y de acción de gracias adicional por el regalo más grande alguna vez dado: Nos nace un Niño; el Señor Jesucristo, “Dios con nosotros” (Mateo 1:23). Desde la fe, la temporada navideña se desborda de alegría y celebración. La alegría de ya no sentirnos solos y perdidos, celebramos que nace entre nosotros la Esperanza, la Luz, que nos alumbra y nos guía, Él es Camino, Verdad y Vida.

La Navidad es una época para celebrar la vida, difundir el amor y sembrar esperanza...

Para los creyentes el año cristiano comienza con el adviento, nos preparamos durante cuatro semanas para la llegada de Jesús.  Y durante estas semanas he pensado un poco en esto de prepararnos, el nacimiento de Jesús es un símbolo de esperanza y uno piensa ¿cómo tenerla en medio de tantos problemas y contratiempos y confrontaciones que nos trae la vida?

Pero, que sería de nuestra vida si no tuviéramos esperanza, viviríamos llevados por el viento sin dirección y sin sentido. Que sería de nosotros si no creemos que la vida puede ser mejor, que lo que ahora nos puede parece difícil mas adelante puede ser posible, porque con el tiempo adquirimos la capacidad de ver las cosas con calma y el talento nos ayuda a buscar salidas distintas que vislumbren cambios favorables; porque siempre hay una segunda oportunidad. Pero el cambio es personal, yo no puedo cambiar a nadie, yo no puedo obligar a nadie, aunque se haga necesario el entendimiento con el otro, si el otro no está dispuesto tú no puedes hacer nada y no importan los años que tengamos, pero para mí todo es cuestión de tener esperanza.

Esta noche el milagro de la Navidad volverá a hacerse presente en todos los hogares cristianos de nuestro país. Pese a los crecientes impulsos laicistas, esta Nochebuena el Niño Dios volverá a nacer en un pesebre, cumpliendo la promesa lanzada por Dios y anunciada por Isaías en el Antiguo Testamento.

Mateo y Lucas llevaron a la Historia esta celebración que da sentido a la salvación cristiana. Los textos evangélicos, pese a todo, continúan siendo vigentes hoy. Jesús nace en un pesebre y es adorado por los pastores. Poco después, los magos de Oriente acudirán a honrar al Hijo de Dios. Es Navidad y toda la Tierra se alegra.

Jesús nació en un establo y el silencio de la noche lo arrullaba. Que el silencio de nuestra alma sea también la música de su sueño, pues donde no hay silencio, no hay Navidad. No es un silencio de mudez, sino de paz, de calma y de oración. Mira que Jesús quiere nacer en ti, déjale un espacio en tu interior. No te pide mucho, un rincón para Él es suficiente.

“El Niño que nace en la Nochebuena nos interpela: nos llama a dejar las ilusiones de lo efímero para ir a lo esencial, a renunciar a nuestras insaciables pretensiones, a abandonar la insatisfacción perenne y la tristeza por las cosas superflua y sin importancia. Nos vendrá bien dejar esas cosas para encontrar en la sencillez de Dios-Niño la paz, la alegría, el sentido de la vida”. ¡Qué Buena Noticia!

Los primeros que acudieron a adorar al Hijo de Dios, fueron unos pastores a quienes se aparecieron varios ángeles. «Hoy ha nacido el Salvador», anunciaron. Lo reproduce Lucas 2, 8-20:

Cuenta el Evangelio que: Había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: "No tengáis miedo. Os traigo buenas noticias. Hoy, en la ciudad de Belén os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre".

De repente apareció una multitud de ángeles del cielo que alababan a Dios y decían: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: "Vamos a Belén a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer".

Así que fueron de prisa y encontraron a María, José y al Niño que estaba acostado en el pesebre. Los pastores al ver al Niño contaron lo que les habían dicho acerca de Él, y al oír lo que decían se asombraron. María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas. Después de adorar al Niño, los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.

A pesar de tantas indiferencias y tinieblas que nosotros ponemos en el mundo, la Navidad tiene un sabor de esperanza, porque la luz de Dios brilla: “Su luz gentil no da miedo; Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil entre nosotros, como uno de nosotros. Nace en Belén, que significa casa de pan. Parece querernos decir así que nace como pan para nosotros; viene a la vida para darnos su vida; viene a nuestro mundo para traernos su amor. No viene a devorar ni a mandar, sino a alimentar y a servir. Así hay un hilo directo que une el pesebre y la cruz, donde Jesús será pan partido: es el hilo directo del amor que se da y nos salva, que da luz a nuestra vid y paz a nuestros corazones”.

Y por todo ello se nos ha propuesto, para este tiempo de Navidad, una actitud fundamental, el asombro ante la belleza del Dios niño que se nos entrega. Abramos el corazón al Niño que trae Esperanza, Paz y Amor.

Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la paz, la suma pobreza y el rechazo. Entramos en la verdadera Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos, nuestras pobreza de espíritu, nuestras inquietudes, nuestras heridas no curadas, para recibir la sanación y la esperanza. Gracias a Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de la Navidad: la belleza de ser amados por Dios. Con María y José estamos ante el pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque has hecho todo esto por mí. "El más grande se hace el más chiquito".

La Natividad de Jesús representa ciertamente el momento más alto y más significativo del calendario cristiano. Cada año este milagro se renueva con su promesa de salvación. La Navidad es un tiempo de Amor y Paz, un tiempo de perdón, de reflexión, de cambios, de avances, de luz, de magia, de unión. Vivámosla con el corazón abierto para acoger a quienes están libres, sin ataduras de rencores y falsedad. Es tiempo de sinceridad y verdad, para la gente auténtica tengamos los brazos abiertos. 

Hay personas que la Navidad les pone tristes porque recuerdan a los que no están, o a los que están lejos, o a los que por enfados se han alejado, pero la Navidad es exactamente lo opuesto, ¡alegría! Debemos dejarnos invadir por la alegría de la esperanza, nace el Niño Dios y nos colma de su amor. Un amor inagotable, un amor que sobra y basta, el amor de los amores. Quien ama a Dios nunca estará solo.

Aunque por algún motivo alguien puede sentirse solo o aislado durante las fiestas navideñas, es importante que recordemos la esperanza que trae Jesús. La encarnación, Dios haciéndose hombre, es la razón misma de por qué tenemos esperanza. Sin Jesús no hay esperanza, solamente esperamos la muerte. Pero para los que estamos en Cristo Jesús, no estamos más sin esperanza,

La Escritura dice: Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos… (1- Pedro 1:3). Esta esperanza viva es la promesa de la vida eterna. (Tito1:2) ...a través de Jesucristo, “nuestra esperanza”. (1-Timoteo1:1). Tenemos esperanza porque Jesús se hizo hombre, vivió, murió y resucitó.

Sí, la Navidad tiene el sabor de la esperanza, porque la luz de Dios brilla: “Su luz gentil no da miedo; Dios, enamorado de nosotros nos atrae con su ternura, naciendo pobre y frágil entre nosotros, como uno de nosotros. Nace en Belén, que significa casa de pan. Parece querernos decir así que nace como pan para nosotros; viene a la vida para darnos su vida; viene a nuestro mundo para traernos su amor. No viene a devorar ni a mandar, sino a alimentar y a servir. Así hay un hilo directo que une el pesebre y la cruz, donde Jesús será pan partido: es el hilo directo del amor que se da y nos salva, que da luz a nuestra vida y paz a nuestros corazones”.

"¡Oh Sol que naces de lo alto. Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Sin sol no hay vida ni luz, y yo necesito vivir alumbrada por el Sol que eres Tú; la luz que iluminó la noche de Belén es la que hará que mi vida sea clara y luminosa".

En estas fechas siempre nos acordamos de las personas que apreciamos y les hacemos llegar nuestros mejores deseos. Para ti que entras en mi blog y para las personas que quieres y te quieren: Feliz Navidad, la de verdad, la que llena el alma de Gozo, Paz y Amor, y trae la Felicidad, la Ilusión y la Alegría, y con este buen equipaje nos disponemos a disfrutar de un  nuevo año con la Esperanza de que todo vaya bien y que la Salud no nos falte, y que la Bendición de Dios nos acompañe siempre.

¡FELIZ NAVIDAD! Que el Niño Dios nos colme de Esperanza, de Paz y de Amor.


Fotografía: Internet

 

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