Decía el Papa Juan Pablo II, que de entre tantos títulos
atribuidos a la Virgen, a lo largo de los siglos, por el amor filial de los
cristianos, hay uno de profundísimo significado: Virgo fidelis, Virgen fiel.
¿Qué significa esta fidelidad de María? ¿Cuáles son las dimensiones de esa fidelidad?
La primera dimensión se llama búsqueda. María fue fiel ante todo cuando, con
amor se puso a buscar el sentido profundo del designio de Dios en Ella y para
el mundo. (…) La segunda dimensión de la fidelidad se llama acogida,
aceptación. El quomodo fiet se transforma, en los labios de María, en un fiat.
Que se haga, estoy pronta, acepto (…) Coherencia, es la tercera dimensión de la
fidelidad. Vivir de acuerdo con lo que se cree. Ajustar la propia vida al
objeto de la propia adhesión. Aceptar incomprensiones, persecuciones antes que
permitir rupturas entre lo que se vive y lo que se cree: esta es la coherencia.
Aquí se encuentra, quizás, el núcleo más íntimo de la fidelidad. Pero toda
fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración. Por eso la
cuarta dimensión de la fidelidad es la constancia. Es fácil ser coherente por
un día o algunos días. Difícil e importante es ser coherente toda la vida. Es
fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la
tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo
de toda la vida. El fiat de María en la
Anunciación encuentra su plenitud en el fiat silencioso que repite al pie de la
cruz. Ser fiel es no traicionar en las tinieblas lo que se aceptó en público.
En la actualidad hay palabras que la contracultura las ha reducido a una
descripción, palideciendo la profundidad de su significado: una de ellas es la
virginidad y otra la fidelidad.
Para la cultura erotizada de hoy, la virginidad es un
territorio perdido, principalmente porque requiere virtudes en grado heroico
para vivirla y en parte porque no se hace el menor esfuerzo por conservarla, ni
promoverla. Es más bien un tema de tiempo y oportunidades. La fidelidad al
estado de vida o a los propios valores, es un poco cuestión de tiempo y
oportunidades también. Como reza el slogan de una triste empresa del aborto:
«estás en contra hasta que lo necesitas», más o menos algo así se ha vuelto
todo lo moral.
La virginidad en un sentido profundo implica reservar una intimidad para ese otro «yo» que te ama como una persona única, como un regalo de Dios, un don para tu vida. No es extraño que una cultura que no cree en Dios no la valore, pues ve en las personas «oportunidades» no «dones», pues ya no reconocemos a un Donante a quién agradecer. Las personas son vistas como bienes de consumo y deshecho.
La Virginidad de María no sólo fue un milagroso evento físico
conservado antes, durante y después del parto, sino que es expresión del hondo
sentimiento de Ella de sentirse amada por su creador, de querer entregarle la
totalidad de su humilde don de sí. Ella quería ser virgen porque quería amar
con totalidad. No era una renuncia, era una elección de amor. Pero lo podía hacer
porque tenía asegurado el corazón. Se sabía amada y esperada, cosa que la
mayoría de las mujeres no experimentan y por eso vemos tanto deterioro moral.
Ella era fiel porque su amor era total, no dudaba si Dios
podía competir con otros atractivos. La fidelidad en el amor surge de ver la
excelencia de ese ser que es muy superior al resto y por eso no llaman la
atención. Ser fiel surge de acoger la bondad del otro como un verdadero regalo
inigualable. No basta ser fiel, en el sentido negativo, sino que te lleva a
sentir pasión por el amado. Pasión que sentía Santa Teresa de Jesús: ...que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado... La pasión es esa cualidad del amor, que bien
entendida te hace sentir el impulso a dejarte morir por esa persona, o morir si
no está. Es la base de un amor total, exclusivo, heroico hasta el martirio,
haciendo de la propia vida una oblación, esto es, una ofrenda de amor.
Por eso, pidamos a nuestra amada Madre María, la Virgen Fiel, que nos
regale un poco de ese amor que ella siente por su Dios, nuestro Dios, para que como la esposa
infiel que describen los profetas, nos convirtamos arrepentidas y nos
revistamos de los méritos que Cristo nos alcanzó con su Sangre para ser esa
esposa pura y santa por la que Él se entregó. Que como hijos de la Iglesia
promovamos una defensa de la pureza pues ella resguarda al corazón y lo
preserva para su creador. Que reconozcamos en Jesús ese esposo que tiene pasión
por nuestra alma y la espera con sed.
...Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos... La Virgen María es la Santa de la Iglesia católica más
admirada y venerada, en las distintas advocaciones de María en las que ha hecho
sus apariciones por todo el mundo. Es la Santa más cercana a Dios y a
Jesucristo, de su seno virgen nació por obra del Espíritu Santo, el Hijo
verdadero del Dios único.
María era una joven humilde, sencilla, de buen corazón, fiel y devota del Dios verdadero. Dedicaba su tiempo a cultivar su relación con Dios, orarle, servirle y amarle. Por su actitud, obediente, servidora, respetuosa de los designios de Dios, la Santísima Virgen María es ejemplo de obediencia y fe para la iglesia católica, es la personificación de la humildad, la devoción y el espíritu de servicio a Dios y a sus propósitos, un servicio incondicional admirable.
Con su “Sí” generoso, la Virgen María se hizo madre del Salvador de nuestro mundo, del Hijo amado de Dios, Jesús, quien se hizo hombre
para salvar a la humanidad de la muerte a la que condena el pecado. Jesús nació
como un ser humano perfecto porque Dios por medio del Espíritu Santo le dio
vida en el vientre de la virgen María.
María es la Madre de la iglesia católica y de todos sus fieles y creyentes, su adoración y veneración se extiende por todo el mundo. ¡Rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
María nació en silencio
en horas de madrugada,
cuando los gallos anuncian
albores en la besana,
en un hogar nazareno
donde viven en alianza
dos ancianos venerables
de nombres Joaquín y Ana.
Personas de vida intensa,
abiertas a la esperanza,
recibieron su sonrisa
con gozo inmenso en el alma
y adoptaron la ternura
como fórmula adecuada
para ‘envolver’ a María
en protección y crianza.
Creció la niña María
de virtudes adornada,
como si fuera una estrella
de luz y suave fragancia:
cuerpo de gran hermosura,
claridad en la mirada,
sencilla cual violeta,
ardiente e inmaculada;
imagen pura de Dios
en belleza y semejanza…
¡Enhorabuena, María!,
por tu grandeza de alma,
porque recreas auroras
con silencio de palabras
y cultivas emociones
al son de cítara y arpa.
Serafín de la Hoz Veros.
Fotografía: Internet
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