sábado, 19 de junio de 2021

Murmurar, chismorrear

 


El Papa Francisco denuncia: "¡Cuánto se chismorrea en la Iglesia! La charlatanería, el despellejar al otro, es destructiva en la Iglesia".

El Papa arremetió contra la costumbre de decir, "Solo la mitad de lo que nos conviene, o hablar para arruinar la fama de una persona".

Grave falta se comete al mentir para dañar el buen nombre del prójimo o manifestar sin causa justa sus pecados y defectos, aunque sean verdad.

Mayor gravedad reviste el pecado de calumnia, ya que combina tres pecados: uno contra la veracidad (mentir), otro contra la justicia (herir el buen nombre ajeno), y el tercero contra la caridad (fallar en el amor debido al prójimo). La calumnia hiere al prójimo en lo más delicado: su reputación.

El papa Francisco dijo que "la desinformación, la difamación y la calumnia son pecado", durante una homilía pronunciada durante una misa matutina celebrada en la residencia de Santa Marta en el Vaticano, donde vive.

El Papa arremetió contra la costumbre de decir "solo la mitad de lo que nos conviene, o hablar para arruinar la fama de una persona, o decir cosas que no son verdad, y por tanto, matar al hermano". 

Y añadió: "La charlatanería es despellejar, es hacerse mal el uno al otro. Cuando nos comparamos con los otros, terminamos en la amargura y en la envidia y la envidia corroe a la comunidad cristiana, le hace mucho daño, y eso es lo que quiere el diablo".

"La charlatanería es hacerse daño unos a otros. Como si quiera disminuir al otro, a cambio de crecer yo, hago que el otro descienda y yo me siento grande. ¡Eso no va!", dijo el Papa, quien comparó además el chisme con el caramelo, al comienzo dulce y luego hace mal al estómago. "Es un poco el espíritu de Caín: matar al hermano con la lengua, ¡matar al hermano!".

Se preguntó: Y "¿Cómo se presenta el chisme?, pues de tres maneras. Una es la ‘desinformación, el decir verdades a medias, sólo la verdad que nos es conveniente. Luego la ‘difamación’, cuando una persona de verdad tiene un defecto o cometió un error, y haces de periodista y lo cuentas… ¡y la fama de esta persona queda arruinada! Y la tercera es la calumnia: decir cosas que no son ciertas. ¡Eso es directamente matar al hermano! Las tres. Desinformación, difamación y calumnia, ¡son pecados! ¡Es dar una cachetada a Jesús en la persona de sus hermanos!".

Es por eso que Jesús retó a Pedro, recordó el Papa: "Los chismes no te harán bien, porque te llevarán a ese espíritu de destrucción de la Iglesia. ¡Sígueme! Es bella esta palabra de Jesús. Como si dijese; ‘No se hagan fantasías, creyendo que la salvación está en la comparación con los otros o en la charlatanería, la salvación está en caminar detrás de mí. ¡Seguir a Jesús! Pidamos al Señor Jesús que nos dé esta gracia de no entrometernos en la vida de los demás, de no convertirnos en cristianos de buenos modales pero malas costumbres. Sigamos a Jesús en su camino, caminemos detrás de Él, y ¡con eso basta!".

La desacreditación y comportamiento honorable (ratero) son las principales formas que utilizan los murmuradores para difamar a una persona, y aunque existen leyes que pueden castigarlos si se presentan las denuncias, son muy pocos los que se consignan. Sabemos de antemano que murmurar, chismear, hablar mal de alguien que no está presente en nuestras conversaciones, está muy mal, porque lleva como fin desprestigiar la honorabilidad. Murmurar viene de la 'iniquidad'.                   

Difamación es el acto de comunicar una acusación hacia otra persona que puede causar un daño en el honor, dignidad o reputación de quien se acusa; siempre que no esté fundamentada en pruebas fehacientes. Es quitar la fama al otro, diciendo de él 'ponzoñosamente' cosas malas, para que el que escucha cambie su opinión sobre la persona difamada.

Calumniar es lo peor. Es decir, 'con mentira', cosas malas de alguien que no está presente, para perjudicarlo en su honor y dignidad. El desacreditar tiene como fin el desprestigio del don personal, para quien admire o aprecie a esa persona lo aborrezca.

Es feo murmurar, y esto se da mucho en los 'serpentarios' de distintas asociaciones o grupos de personas en reuniones ocasionales, y dentro de la familia las murmuraciones hacen estragos. Las heridas dañan los lazos fraternales y acaba por romper las relaciones. Y ¿se puede evitar? Sí. No hables mal de quien no está presente. No mientas con falsos testimonios para perjudicar la integridad de nadie. Puede ser que te crean, pero tú sabes que mientes y nunca tendrás tranquilidad, porque te ronda el temor de que te descubran en tus mentiras.

La 'tentación' de murmurar es muy común, y se hace difícil sustraerse de ella, porque alguien habla de cosas que sabe del otro, pero no para poner en común sino para vituperar a aquel de quien se está hablando. Ahora que cuando alguien habla de algo que dice saber, pero que es mentira, está claro el objetivo del tipejo que tenemos delante. Pero si después de chismorrear uno se da cuenta y se arrepiente, porque siempre queda un sabor amargo, convendría hacerse el propósito de rectificar lo antes posible, para que nadie quede pensando que habría que corregir o encauzar a la persona difamada, cuando a los que habría que corregir y encauzar son a los difamadores.

La difamación sale de una boca envenenada y va directa al oído atento del que quiere saber chismes: "¿Oye, viste…que tal persona tal cosa, que fulanita esto o menganito aquello…? ¡Ah, pues, no lo sabía...!". También puede ser que la persona difamadora no sea creída, porque el que escucha conoce a la persona difamada y sabe que ciertas cosas no las ha hecho ni las ha dicho. 

El eco que sigue el susurro del diablo es la calumnia. Aquí todo es mentira. Ahora que, si el calumniador se arrepiente de lo que ha hecho, debe restituir la fama a aquél al que se la quitó; en público y ante quién lo dijo, pidiendo perdón y disculpas por su falsa propagación. Y el que escucha, de darse cuenta debe solicitar reparación a aquel que calumnia, diciéndole que no le cree, que no piensa que sea así, y guardándose de acercar el oído cuando se está hablando mal del otro, sea calumnia, difamación o murmuración, la negatividad y veneno que se inocula, es luego difícil de extirpar.

Ahora que, en esto de la difamación hay gente que trabajan en grupos, como hormigas para intentar tumbar tu imagen pública. Para hacerte quedar mal viralizan falsas noticias y propagan los rumores a la mayor cantidad de personas, entre familiares y en tu pueblo.

Y ¿cuál es el objetivo de esas campañas de desprestigio? Devaluarte, hacer que la gente perciba un perfil inadecuado de tu personalidad. Generalmente se trata de los propios rasgos de esa gente mala puestos en ti. Le dicen a los demás que tú les estás haciendo daño, cuando son ellos los que te lo están haciendo a ti. Con el desprestigio intentan manchar tu honor, y el día que quieras contar la verdad, nadie te va a creer, no en vano se esfuerzan en convencer y cuidan bien de proteger su falsa imagen.

Si alguien dice cosas hirientes a tus espaldas, puede ser realmente perturbador. No importa si la persona es alguien que conoces bien o alguien que apenas conoces. Saber que alguien te degrada deliberadamente en público, buscando herirte o persuadir a la gente para que piense mal de ti, es suficiente para que te sientas herido durante mucho tiempo. Y frente a eso, no sé si basta con ignorarlos...

Cuando la gente cuchichea sobre ti a tus espaldas, generalmente no tiene nada que ver contigo. Todo tiene que ver con ellos. Probablemente tienen un problema consigo mismos y te lo achacan a ti para no tener que enfrentarse a él. Es un signo de inmadurez y un reflejo de ellos, no de ti; que hablen a tus espaldas en lugar de enfrentarse a ti y hablarte a la cara con libertad y franqueza dice mucho de ellos.

Hay varias razones por las que alguien hablaría negativamente de ti a tus espaldas. Es probable que esa persona sufra de baja autoestima, ansiedad o celos. También puede tener problemas de control. Se siente obligado a desprestigiarte a tus espaldas para sentirse mejor consigo mismo o para transferir la culpa de algo que sabe (en el fondo) que es su propio problema.

Varios son los pecados de la palabra. Sin duda los más graves son la blasfemia y el falso testimonio que violan mandamientos divinos. No obstante, existe en nuestra sociedad uno más común y extendido, que por su misma cotidianidad corre el riesgo de perder su sentido de pecado en la conciencia social. Me estoy refiriendo a la murmuración, conocida popularmente como 'cotilleo'.

Probablemente a muchos sorprenda saber que emplear tiempo analizando la vida íntima, pensamientos y defectos del prójimo sea un acto contra los mandamientos divinos, dado que incluso entre los cristianos es práctica muy común. ¿Quién de nosotros no ha prestado oídos o, peor aún, dado pábulo y circulación a todo género de rumores, hechos sin fundamento e incluso bulos referidos a otros? De hecho, algunos católicos desconocen que esa conducta debe ser comunicada en el sacramento de la penitencia como pecaminosa.

El honor es un testimonio público y social de la dignidad de cada hombre; se trata de un derecho natural, que la costumbre y la ley reconocen, concediendo a cada persona la defensa de su reputación y el respeto social a su nombre. La ley española lo hace en su disposición orgánica 1/1982 del 5 de mayo de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Así pues, la defensa del honor propio es un acto de justicia y la defensa del honor ajeno es un acto de caridad. El creyente debe respetar la reputación y fama de cualquier persona, como acto de amor hacia ella. El Magisterio prohíbe explícitamente toda actitud y toda palabra susceptibles de causar un daño injusto.

Según el propio Santo Tomás, que sigue en esto a Cicerón, tres razones principales hay para hablar mal de los demás: La primera, que el que lo hace sea malvado en sí mismo, por lo que tenderá con más facilidad a pensar que los demás obran mal; La segunda, que esté motivado por la envidia o el odio hacia aquel de quién murmura, lo que agrava su pecado; La tercera, que el murmurador tenga experiencia en sufrir la maldad de otros. Aunque tal sufrimiento pueda tener cualidad de atenuante, no olvidemos que el perdón de las ofensas es mandato expreso de Cristo, por lo que no obrará como buen cristiano quién habla mal del prójimo porque alguien le ofendió. Una cosa es contar un hecho y otra cosa es decir mentiras.

La murmuración peca contra la justicia y la caridad, dos principios que todo católico debe seguir: Contra la justicia porque lesiona el legítimo derecho de cada persona a su buena fama; Contra la caridad porque Jesús nos enseñó a amar al prójimo y nos prohibió dañarle. Si no tenemos constancia firme de acto inmoral en nuestro prójimo, abstengámonos de suponerlo. Si la tenemos, practiquemos la corrección fraterna que nos enseña nuestro maestro; siempre comienza por la reprensión privada de nuestro prójimo, y luego ante testigos honorables. En ningún caso se ejerce esparciendo juicios sobre él sin darle oportunidad a defenderse o enmendarse. Mt. 18, 15-17.

"Todo buen cristiano ha de estar pronto a salvar el prestigio del prójimo que a condenarlo. Si no lo puede salvar, inquirirá como la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, entendiéndola, se salve". San Ignacio de Loyola.

La base de esta enseñanza proviene del mismo Cristo, cuando afirma, en Mt 7, 1-3: "Con el juicio con el que juzgaréis, seréis juzgados, y con la medida que midáis, seréis medidos. ¿Cómo ves la paja en el ojo del hermano y no ves la viga en el tuyo?".

No te preocupes demasiado por lo que digan de ti, ni siquiera Dios ha logrado caerle bien a todo el mundo. Papa Francisco.

Hay quien llevando la viga en su ojo, dice que quien la lleva es el otro... Esa es la manera más fácil de salir airoso y no reconocer sus errores.

Cuando te desprestigien con la mentira, defiéndete con la verdad, y Dios en el último día enjuiciará tales acciones…

El mal no tendrá la última palabra, sino el amor, la misericordia y el perdón. Papa Francisco.


Fotografía: Internet  

 

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