viernes, 11 de junio de 2021

Sagrado Corazón de Jesús


 

¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!

Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre. La imagen del Sagrado Corazón nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida. La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres se dejó traspasar por nuestros pecados.

Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí". (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación. (cf. Jn 19, 34). "Es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres. (Pío XII).

El origen de la difusión y devoción al Sagrado Corazón de Jesús se lo debemos a Santa Margarita María de Alacoque, una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.

Jesús se le apareció a Santa Margarita con estas palabras: "Mira este corazón mío, que, a pesar de consumirse en amor abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de mi amor. Pero, lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente, es que esos insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio".

Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.

Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús. Adoramos el Corazón de Cristo porque es el Corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre. Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido. Debemos vivir recordándolo y preguntarnos cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación? Debemos, por tanto, pensar si las obras o acciones que vamos hacer nos alejan o acercan a Dios.

La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días. Esto significa que debemos vivir este mes demostrándole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.

Por tanto, este mes junio dedicado especialmente al Sagrado Corazón de Jesús, conviene reflexionar sobre este símbolo que nos ha regalado Dios para reunirnos en torno a Cristo. El símbolo del Sagrado Corazón de Jesús se popularizó con las visiones de Santa Margarita de Alacoque a mitad del siglo XVII, pero se pueden encontrar representaciones mucho más antiguas. Es decir, siempre ha estado con nosotros. Cristo nunca nos ha dejado. En la Solemnidad que celebramos, podemos empezar a ser consciente del inmenso regalo que Dios nos ha hecho.

Mateo 28:20 “... y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”

Mateo 18:20 “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”

Este Misterio de la presencia de Cristo entre nosotros se revela, siempre de forma velada, a través del Sagrado Corazón de Jesús. Podemos acercarnos a su comprensión gracias a las revelaciones recibidas por diversos santos. Entre estas revelaciones, es interesante la recibida de San Juan Evangelista por Santa Gertrudis la Grande (s. XIII - XIV). La Santa le preguntó por qué no habían escrito nada sobre el corazón de Cristo hasta el momento. San Juan le respondió: "Mi misión era anunciar a la Iglesia naciente la doctrina del Verbo increado de Dios Padre; pero, por lo que se refiere a este Corazón Sagrado, Dios se reservó hacerlo conocer en los últimos tiempos, cuando el mundo comenzase a caer en la decrepitud, para reavivar la llama de la caridad ya enfriada".

No creo que nadie pueda negar que vivimos un profundo momento de enfriamiento de la fe, esperanza y caridad. Fe, esperanza y caridad que dan consistencia a la unidad que tanto necesitamos entre nosotros. ¿Cuántos enfrentamientos internos estamos viviendo? ¿Cuánto dolor estamos viviendo por no ser comunidad en Cristo? Quizás Cristo no se haga presente porque no somos capaces de reunirnos en su Nombre. ¿Nos reunimos en su Nombre o en nombre de nuestras ideologías, estéticas e intereses humanos? El Sagrado Corazón de Jesús nos llama a reunirnos en Nombre de Cristo.

En las letanías, al Corazón de Jesús se le representa por diversos nombres: "Templo santo de Dios", "Tabernáculo del Altísimo", "Casa de Dios y Puerta del Cielo", "Hoguera ardiente de caridad", "Santuario de la Justicia y del Amor", "Rey y Centro de todos los corazones", "Corazón donde reside la Plenitud de la Divinidad", "Fuente de vida y de santidad", "Corazón cuya plenitud se derrama sobre nosotros", "Corazón en el que se encuentran todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia". En todos estos nombres puede ver que es centro, fuente y luz, que nos llama a unirnos y reunirnos en Él.

Recordemos lo que se indica en los Hechos de los Apóstoles de las primeras comunidades cristianas:

La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. (Hch 4, 32).

Los cristianos tenían “un solo corazón y una sola alma”. El corazón que les unía era el Sagrado Corazón de Cristo, porque se reunían en su Nombre y todo era común entre ellos.

Esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la deberíamos celebrar no sólo como una devoción más, casi olvidada. Deberíamos de hacer lo posible para salirnos de una presencia puramente emotiva, sino como la viva y constante presencia de la Verdad, entre nosotros. Recordemos que el Corazón de Jesús guarda los tesoros de sabiduría y ciencia. No celebramos algo que le pasó a Santa Margarita de Alacoque o a Santa Gertrudis, entre muchos santos. Celebramos que Cristo está presente y nos ofrece su mano en medio de la tormenta eclesial que vivimos. (Jn 15,5). Nos dice que sólo Él es Camino, Verdad y Vida y que nadie llega al Padre, sino por Él. (Jn 14, 6). Nos dice que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mt 4, 4).

Así podríamos repetir todo el Evangelio. Evangelio que es Buena Noticia desde su primera letra, hasta el final. ¿Por qué? Porque todo el Evangelio señala a Cristo como sentido de todo y de todos. Aunque decir esto conlleve ser despreciado y repudiado por el mundo y las ideologías. No podemos callarlo. No es posible dejar de ver en el Sagrado Corazón de Jesús la alegría de quien es salvado cuando siente que se hunde en las tempestuosas aguas del mundo y siente que se ahoga.

Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre». Mírame postrada a tus plantas suplicándote me concedas una audiencia.

¿A quién he de pedir, sino a Ti, cuyo Corazón es un manantial inagotable de todas las gracias y dones? ¿Dónde he de buscar sino en el tesoro de tu corazón, que contiene todas las riquezas de la clemencia y generosidad divinas? ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a través del cual Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios?

A Ti acudimos, oh Corazón de Jesús, porque en Ti encontramos consuelo, cuando afligidos y perseguidos pedimos protección; cuando abrumados por el peso de nuestra cruz, buscamos ayuda; cuando la angustia, la enfermedad, la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza superior a las fuerzas humanas.

Sin embargo... dejo en tus manos mi petición, sabiendo que Tú sabes las cosas mejor que yo; y que, si no me concedes esta gracia que te pido, sí me darás en cambio otra que mucho necesita mi alma; y me concederás mirar las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro ángulo, con más espíritu de fe.

En esta Solemnidad, intentemos descalzarnos ante la Zarza Ardiente y esperar que el Señor hable a nuestro ser.


Fotografía: Internet

 

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