¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo
encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre. La imagen del Sagrado Corazón nos
recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su
Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un
Corazón que ama sin medida. La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón
de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su
Corazón que, por amor a los hombres se dejó traspasar por nuestros pecados.
Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido
y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de
nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí". (Ga
2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado
Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación. (cf.
Jn 19, 34). "Es considerado como el principal indicador y símbolo...del
amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los
hombres. (Pío XII).
El origen de la difusión y devoción al Sagrado Corazón de
Jesús se lo debemos a Santa Margarita María de Alacoque, una religiosa de la
Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor
especial por ella.
Jesús se le apareció a Santa Margarita con estas palabras:
"Mira este corazón mío, que, a pesar de consumirse en amor abrasador por
los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio,
indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de mi amor. Pero, lo que
traspasa mi Corazón más desgarradamente, es que esos insultos los recibo de
personas consagradas especialmente a mi servicio".
Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que
la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que
los hombres se alejaran de Él por el pecado.
Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos
enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un
buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.
El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él
quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro
amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente
consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús. Adoramos
el Corazón de Cristo porque es el Corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios
hecho hombre. Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido. Debemos vivir recordándolo y preguntarnos cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación? Debemos, por tanto, pensar si las obras o acciones que vamos hacer nos alejan o acercan a Dios.
La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días. Esto significa que debemos vivir este mes demostrándole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Por tanto, este mes junio dedicado especialmente al Sagrado
Corazón de Jesús, conviene reflexionar sobre este símbolo que nos ha regalado
Dios para reunirnos en torno a Cristo. El símbolo del Sagrado Corazón de Jesús
se popularizó con las visiones de Santa Margarita de Alacoque a mitad del siglo
XVII, pero se pueden encontrar representaciones mucho más antiguas. Es decir,
siempre ha estado con nosotros. Cristo nunca nos ha dejado. En la Solemnidad
que celebramos, podemos empezar a ser consciente del inmenso regalo que Dios
nos ha hecho.
Mateo 28:20 “... y he aquí, yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo”
Mateo 18:20 “Porque donde están dos o tres reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos”
Este Misterio de la presencia de Cristo entre nosotros se
revela, siempre de forma velada, a través del Sagrado Corazón de Jesús. Podemos
acercarnos a su comprensión gracias a las revelaciones recibidas por diversos
santos. Entre estas revelaciones, es interesante la recibida de San Juan
Evangelista por Santa Gertrudis la Grande (s. XIII - XIV). La Santa le preguntó
por qué no habían escrito nada sobre el corazón de Cristo hasta el momento. San
Juan le respondió: "Mi misión era anunciar a la Iglesia naciente la doctrina
del Verbo increado de Dios Padre; pero, por lo que se refiere a este Corazón
Sagrado, Dios se reservó hacerlo conocer en los últimos tiempos, cuando el
mundo comenzase a caer en la decrepitud, para reavivar la llama de la caridad
ya enfriada".
No creo que nadie pueda negar que vivimos un profundo momento
de enfriamiento de la fe, esperanza y caridad. Fe, esperanza y caridad que dan
consistencia a la unidad que tanto necesitamos entre nosotros. ¿Cuántos
enfrentamientos internos estamos viviendo? ¿Cuánto dolor estamos viviendo por
no ser comunidad en Cristo? Quizás Cristo no se haga presente porque no somos
capaces de reunirnos en su Nombre. ¿Nos reunimos en su Nombre o en nombre de
nuestras ideologías, estéticas e intereses humanos? El Sagrado Corazón de Jesús
nos llama a reunirnos en Nombre de Cristo.
En las letanías, al Corazón de Jesús se le representa por
diversos nombres: "Templo santo de Dios", "Tabernáculo del Altísimo", "Casa de
Dios y Puerta del Cielo", "Hoguera ardiente de caridad", "Santuario de la
Justicia y del Amor", "Rey y Centro de todos los corazones", "Corazón donde
reside la Plenitud de la Divinidad", "Fuente de vida y de santidad", "Corazón
cuya plenitud se derrama sobre nosotros", "Corazón en el que se encuentran
todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia". En todos estos nombres
puede ver que es centro, fuente y luz, que nos llama a unirnos y reunirnos en
Él.
Recordemos lo que se indica en los Hechos de los Apóstoles de
las primeras comunidades cristianas:
La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y
una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común
entre ellos. (Hch 4,
32).
Los cristianos tenían “un solo corazón y una sola alma”.
El corazón que les unía era el Sagrado Corazón de Cristo, porque se reunían en
su Nombre y todo era común entre ellos.
Esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la deberíamos
celebrar no sólo como una devoción más, casi olvidada. Deberíamos de hacer lo
posible para salirnos de una presencia puramente emotiva, sino como la viva y
constante presencia de la Verdad, entre nosotros. Recordemos que el Corazón de
Jesús guarda los tesoros de sabiduría y ciencia. No celebramos algo que le pasó
a Santa Margarita de Alacoque o a Santa Gertrudis, entre muchos santos.
Celebramos que Cristo está presente y nos ofrece su mano en medio de la tormenta
eclesial que vivimos. (Jn 15,5). Nos dice que sólo Él es Camino,
Verdad y Vida y que nadie llega al Padre, sino por Él. (Jn 14, 6). Nos
dice que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios. (Mt 4, 4).
Así podríamos repetir todo el Evangelio. Evangelio que es
Buena Noticia desde su primera letra, hasta el final. ¿Por qué? Porque todo el
Evangelio señala a Cristo como sentido de todo y de todos. Aunque decir esto
conlleve ser despreciado y repudiado por el mundo y las ideologías. No podemos
callarlo. No es posible dejar de ver en el Sagrado Corazón de Jesús la alegría
de quien es salvado cuando siente que se hunde en las tempestuosas aguas del
mundo y siente que se ahoga.
Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; buscad y
encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que
busca encuentra, y a quien llama se le abre». Mírame postrada a tus plantas
suplicándote me concedas una audiencia.
¿A quién he de pedir, sino a Ti, cuyo Corazón es un manantial
inagotable de todas las gracias y dones? ¿Dónde he de buscar sino en el tesoro
de tu corazón, que contiene todas las riquezas de la clemencia y generosidad
divinas? ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a
través del cual Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios?
A Ti acudimos, oh Corazón de Jesús, porque en Ti encontramos
consuelo, cuando afligidos y perseguidos pedimos protección; cuando abrumados
por el peso de nuestra cruz, buscamos ayuda; cuando la angustia, la enfermedad,
la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza superior a las fuerzas
humanas.
Sin embargo... dejo en tus manos mi petición, sabiendo que Tú
sabes las cosas mejor que yo; y que, si no me concedes esta gracia que te pido,
sí me darás en cambio otra que mucho necesita mi alma; y me concederás mirar
las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro ángulo, con
más espíritu de fe.
En esta Solemnidad, intentemos descalzarnos ante la Zarza
Ardiente y esperar que el Señor hable a nuestro ser.
Fotografía: Internet
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